Por: Luis Ramírez Baqueiro
“La dignidad no consiste en nuestros honores sino en el reconocimiento de merecer lo que tenemos.” – Aristóteles.
El presidente Andrés Manuel López Obrador siente ya el agua en los aparejos, sabe que, en las encuestas, su imagen y posicionamiento ante la sociedad no es el mismo de otros años.
Dicen que no es igual, ser borracho, que cantinero, el desgaste del ejercicio del poder lo tiene literalmente con un pie en terapia intensiva, su semblante, su condición física es evidente en quienes sufren la presión de una altísima responsabilidad.
Aun con ello, su sistema pancreático opera a la perfección, su manera de ver y hacer política se construye a base de él, y por ello, sus reacciones coléricas contra todo oponente político o personaje que le haga sombra.
En su realidad, solo existe Andrés ya nadie más. Quizá por ello, se identifica con personajes de la historia como Juárez o Madero, porque piensa que él es uno de ellos y nada ni nadie podrá destruir su construcción pancreática.
Así observando el horizonte político electoral, el presidente se aterra al saber que el 2021 se encuentra a la vuelta de la esquina y las condiciones para perpetuar su mal llamada Cuarta Transformación se desmoronan.
Para ello, elabora un preconcebido plan con el que pretende acabar con toda la oposición a su régimen, a su visión mental de estado.
En el mismo incluye acabar con opositores políticos de antaño, de hoy y de mañana.
Terminar con la prensa critica a como dé lugar, y para ello, se construye su conferencia mañanera, en la que él dice sus verdades, aunque ni el mismo se las crea.
La más recientes de las embestidas han venido en dos frentes, una contra el Partido Acción Nacional (PAN) al que no le perdona haberle colocado al menos a dos candidatos que lo hicieron ver su suerte.
Por un lado, Felipe Calderón al que responsabiliza de arrebatarle la presidencia en su momento, de haber construido un narco estado, de ser un consumado traficante de favores para la cúpula empresarial y de haber osado volver a la política con su México Libre.
El otro, a Ricardo Anaya, ese al que llamo, “Ricki, Riquín, Canallín” y del que se pretendiera pitorrear en cada momento del que tuvo oportunidad, pero al que jamás le pudo contestar una sola de las preguntas o cuestionamientos en los debates, y más aún porque en el sentir de la población, pesa el que, tras dos años de su infausto gobierno, la sociedad reconozca que pudimos haber estado mejor.
Para ello, debe acabar con todo panista o miembro o militante de ese instituto político sabedor que de ahí vendrá el más difícil oponente en el 2021 y 2024, así que porque no construirle todo escandalo posible –así que desempolven a Bejarano que lo vamos a ocupar-.
El otro frente en su pancreática visión de cobrar venganza, se abre en contra del Movimiento Antorchista, ese del que también se ha pitorreado y mofado, llamándoles incluso los de la Antorcha Mundial y demás.
La construcción mental del presidente López Obrador, evidencia un alto dejo de infelicidad al no conseguir, que una serie de causas en favor de los mexicanos convirtiera al proyecto construido por los hermanos Córdova Morán en una propuesta de transformación social real.
Algo que su proyecto Morena, jamás y nunca pudo y podrá alcanzar.
Así pues, arremete con toda la fuerza del estado y ordena a un verdadero títere de la política enfilarle la caballería al Movimiento Antorchista empleando al desgobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa Huerta.
Para alcanzar el objetivo, el presidente López Obrador echa mano del arma más poderosa a su alcance, la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, encabezada por Santiago Nieto Castillo.
Nieto Castillo va tras las fuentes de financiamiento del Movimiento que aterroriza a AMLO.
Es precisamente eso lo que lo encoleriza, ¿Cómo es que estos pueden financiar su causa y yo nunca lo pude conseguir, sin apoyo del estado?
Pero en el fondo, la embestida contra Antorcha es consecuencia (y reconocimiento implícito) de su crecimiento y profundo arraigo social en el país, y muy destacadamente en Puebla (en 1974 se fundó en Tecomatlán con 30 integrantes; hoy supera los dos millones en todo México). Si no representara nada, no la atacaría Barbosa, ni otros que a ello se dedican. Además de su presencia objetiva, está su ánimo de lucha: mientras las fuerzas políticas que temen al actual régimen y se sienten vulnerables al chantaje, han arriado banderas, guardando cauto silencio, Antorcha, libre de todo delito, ejerce su libertad y habla fuerte. No tiene por qué callar o esconderse. Exhibe la crisis social en Puebla y encabeza a la población que exige soluciones. Y ahí está la respuesta.
Su compromiso con los sectores más desprotegidos no es cuestión de coyuntura. Fue concebida para luchar con ellos y lo hace siempre. Es la organización social más grande, articulada y disciplinada de Puebla y de México; tiene proyecto de país y está vertebrada en un gran contingente de activistas con educación política. Encabezada por su fundador y dirigente histórico, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, ha hecho una caracterización científica de la realidad nacional y ha formulado una propuesta viable de progreso. Pero no solo es su visión histórica, sino su lucha de ya casi medio siglo lo que le ha granjeado simpatía y respeto en el pueblo, y el odio enfermizo de las élites del poder.
Así es pues como la intensión del líder moral de Morena y hoy presidente de México es acabar con toda la oposición pues se sabe derrotado mucho antes de llegar a las urnas en 2021.
Y seguramente hará eso y más para perpetuarse en el poder.
Al tiempo.
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Twitter: @LuisBaqueiro_mx