**
/ Leticia Robles de la Rosa /
En 1974, María Estela Martínez de Perón se convirtió en la primera mujer presidenta en Argentina, pero también es considerada la primera mujer en el mundo en encabezar el gobierno de un país con régimen presidencialista.
De acuerdo con los datos públicos de los 35 países que integran el Continente Americano, 14 mujeres han asumido el máximo cargo de poder político de sus naciones.
La primera fue María Estela Martínez de Perón, luego Lidia Gueiler Tejada, en Bolivia, en 1979; Ertha Pascal-Trouillot, en Haití y Violeta Barrios de Chamorro, en Nicaragua, en 1990; Kim Campbell, en Canadá, en 1993; Rosalía Arteaga, en Ecuador, en 1997; Mireya Moscoso, en Panamá, en 1999; Michel Bachellet, en Chile, en 2006; Cristina Fernández, en Argentina, en 2007; Laura Chinchilla, en Costa Rica, en 2010; Dilma Rousseff, en Brasil, en 2011; Jeanine Áñez, en Bolivia, en 2019; Xiomara Castro, en Honduras, y Dina Boluarte, en Perú, ambas desde el año pasado.
Observamos que de las 35 naciones del continente, sólo en 12 las mujeres han llegado al máximo cargo de poder nacional: Argentina, Brasil, Bolivia, Canadá, Ecuador, Chile, Costa Rica, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá y Perú. El resto, 12 naciones, jamás han sido gobernados por una mujer, incluido Estados Unidos, que es el país que se muestra al mundo como el más democrático de todos; ahí nunca se ha respaldado a una mujer para conducir el destino de la nación. Hillary Clinton fue derrotada por un radical de derecha, Donald Trump.
Es altamente probable que México se sume el próximo año a este grupo de 12 naciones del continente americano con una mujer como máxima gobernante, porque la oficialista Claudia Sheinbaum y la opositora Xóchitl Gálvez serán en 2024 las candidatas que se enfrentarán por la silla presidencial.
A 202 años de su reconocimiento como nación independiente, México puede ser gobernado por una mujer. Y digo puede, porque sí habrá hombres en la contienda presidencial: el expriista Ulises Ruiz y el actor y activista de extrema derecha Eduardo Verástegui, quienes irán por la vía de la candidatura independiente.
No se necesita ser un experto para saber que México es un país conservador, con algunas entidades federativas que son más de vanguardia en materia de derechos humanos, tolerancia a minorías y aceptación de pensamientos no religiosos, pero sí existe una masa conservadora que combate frontalmente derechos como el aborto, el reconocimiento de la identidad sexual y la libertad de pensamiento religioso.
Ese México, que existe y que se hace sentir todos los días, observa en Eduardo Verástegui la opción del gobierno que desean y no sabemos con exactitud cuáles son sus dimensiones numéricas en el padrón electoral.
¿Puede la ultraderecha mexicana poner en jaque el triunfo de una mujer en la Presidencia de la República? La lógica me hace pensar que no, porque México ha demostrado que el avance político requiere de una estructura partidista, que la fama pública no basta para conseguir votos; por eso, me parece que las estructuras de los partidos que impulsan a Sheinbaum y a Gálvez operarán con mayor eficacia que los ciudadanos que se sientan identificados por Verástegui.
Sí, hay una tendencia en diferentes zonas del mundo donde la ultraderecha tiene avances políticos significativos, pero a mi parecer la cultura revolucionaria de izquierda que ha imperado en el país tiene mayor peso en lo político que el conservadurismo radical, a pesar de que en materia de los llamados valores familiares sí exista una sociedad conservadora.
La existencia de 10 gobernadoras demuestra que sí hay una disposición de los mexicanos a respaldar a una mujer como presidenta de la República. El entusiasmo que Xóchitl Gálvez despierta en diversos sectores, incluidos algunos que en 2018 votaron por Morena, es innegable, como lo es el respaldo contundente que recibió Claudia Sheinbaum para alcanzar la nominación de la líder de la Cuarta Transformación, antesala de su candidatura presidencial.
Comparte en Redes Sociales
