* Alejandra Santiago, Julia Lombardi Mayan, Macarena Mercado Mott.
Foto: Sebastian Hacher / Subcoop
El libro «Mujeres y feminismos en las ruralidades: trabajos, cuerpos y resistencias» es un trabajo colectivo que apunta a repensar la relación entre los espacios productivos-laborales y reproductivos de la vida. Aborda la economía política, la transformación social, la división sexual del trabajo y la descolonización de los cuerpos. Es un material de Red Editorial.
«Mujeres y feminismos en las ruralidades: trabajos, cuerpos y resistencias» es un libro que incorpora una perspectiva descolonizadora y feminista sobre la ruralidad. El escrito se pensó como una apuesta colectiva por la deconstrucción de la fractura entre los espacios productivos y reproductivos y está guiado por trabajos empíricos y reflexiones teóricas para abordar el cuestionamiento a la economía política. En este libro, las mujeres se retiran de las sombras en tanto productoras de alimentos y de la vida. El cuidado se impone como un sustento para mantener las relaciones sociales y subjetivas en el interior de las familias y de las redes afectivas y políticas.
La propuesta reunió el trabajo de investigadoras de diversas zonas del país, con distintas trayectorias y pertenencias. El proyecto se desarrolló gracias al trabajo mancomunado de Verónica Trpin, Carolina Diez, Sabrina Logiovine, Vanina Bianqui, Noelia Vera, Yasmín Dávalos, Mariela Pena, Alejandra Santiago, Julia Lombardi Mayan, Macarena Mercado Mott, María Muro, Alejandra de Arce y Lorena Leguizamón.
“‘Se nos encima todo’: jornadas y resistencias de las mujeres tareferas en Misiones”, es uno de los capítulos que componen el libro. En él nos detenemos a mirar, desde una perspectiva feminista, los trabajos que realizan las mujeres que recolectan la hoja de yerba mate. Partimos de la categoría “triple jornada”, como un supuesto de que estas mujeres transitan a diario tres jornadas: una productiva (el trabajo asalariado en el yerbal), otra reproductiva (en el interior del hogar) y otra de participación política en una organización sindical (el Sindicato Único de Obreros Rurales).
A partir de una serie de testimonios, surgidos en una entrevista grupal realizada en 2019, las mujeres nos contaron sus vidas, sus días, sus trabajos, sus dolores, sus infancias (las propias y las de sus hijos e hijas), poniendo en jaque la idea de jornadas delimitadas espacial y temporalmente. Nos convocaron a repensar la idea de “triple jornada”, situándonos en los espacios rurales y en los trabajos agrícolas.
En la localidad de Andresito, donde realizamos la entrevista grupal, emergieron una serie de cuestiones para pensar las tareas productivas, reproductivas y políticas que realizan las tareferas. Sus testimonios aparecen como relatos de sus vivencias cotidianas, donde se plasman los múltiples roles que ocupan: madres, asalariadas agrícolas, activistas políticas (tanto gremiales como comunitarias). Todos estos trabajos tienen puntos en común, se entrecruzan espacio-temporalmente, mezclándose las tareas remuneradas y las no remuneradas. Sus jornadas de trabajo no tienen límites espaciales ni temporales claros, sino que se superponen. En palabras de las entrevistadas: “Se nos encima todo”.
Trabajar en la tarefa y en la casa
La expresión “nosotras trabajamos desde chiquititas” aparece cuando recuerdan sus inicios laborales. “Yo de los 12 años empecé trabajar. Desde que me entiendo por gente, yo laburo. Desde que tengo memoria yo laburo”. Para estas mujeres la vida en la ruralidad traza sus historias a partir de la participación temprana, desde la infancia, en las tareas de la tarefa y en las tareas domésticas, trabajos que las acompañan toda su vida.
Trabajar en la tarefa es parte de la vida cotidiana en la ruralidad misionera. Las tareas de la casa y del yerbal emergen como un listado de tareas a cumplir. Así lo relata una de las participantes de la entrevista: “Me llevaba los chicos. Hasta el mediodía trabajaba con Yamil, entonces la tarde, a las 12, venía a casa, le bañaba, daba de comer y le llevaba la escuela. Entonces volvía al trabajo, volvía a las 5:15 salía de la escuela, a las 4:40 yo estaba ahí para retirarlo porque sí o sí tenía que tener un mayor“.
Otra de ellas agrega: “Yo tengo que tarefear, venir, lavar, cocinar, encima tengo cinco (hijos) para mandar a la escuela. Y venir, lavar, cocinar, ordenar todo porque ellos no lavan un plato“.
Muchas veces el trabajo y la maternidad se presentan como eventos ineludibles, a los cuales se llega a muy temprana edad. Como bien plantea la autora feminista Bell Hooks, para las mujeres de clases trabajadoras el trabajo no se presenta como la clave de la liberación femenina, sino como una forma más de explotación, donde a la dominación masculina se suma la explotación del capital. Frente a esto, vemos que para estas mujeres de sectores vulnerables, si bien necesariamente precisan de la independencia económica para liberarse de matrimonios violentos y abusivos, la salida implica acceder a un mercado de trabajo altamente precario, con salarios de subsistencia y condiciones paupérrimas.
Efectos sobre el cuerpo
Durante la entrevista colectiva se hizo referencia a los embarazos tempranos o adolescentes (a partir de los 12 años), considerándose muy jóvenes para la maternidad. “Era una criatura criando a otra criatura”, menciona una de ellas. Además, las participantes le asignaban a “la pobreza” las causas del deterioro físico producto del trabajo en el campo y los embarazos: “Chicas que parecen de 70 años y son re chiquitas, ser mamá a los 12 años, a los 15. De la pobreza surge todo esto”.
Otro aspecto que surgió durante la entrevista son las formas de vincularse desde la violencia, que si bien en algunos momentos de la charla son planteadas como dinámicas estructurales de la familia, donde ellas mismas se ven implicadas no solo como víctimas sino también como reproductoras de esa violencia hacia sus hijos/as/es, el foco de quien ejerce esa violencia está puesta en los padres o maridos. Frente a estas situaciones plantean como posible salida conseguir trabajo remunerado e irse del núcleo familiar llevando a los hijos e hijas con ellas.
En cuanto a los efectos del trabajo sobre el cuerpo, vemos que se pasa de “los golpes del marido” (en palabras de una de las mujeres) a “los golpes del trabajo” (en palabras de otra de ellas). Así se desenvuelve el diálogo, haciendo referencia a que “mientras sos joven (19 a 28 años) no sentís, luego de esta edad se comienza a sentir dolor, dolores que no dejan dormir“. Este cuerpo que ya viene “golpeado” por la maternidad se entrecruza con el cuerpo tarefero. Dice una entrevistada: “Levantando el raído casi se me abre la cesárea. Cargando sola el raído”.
Las referencias a ese cuerpo tarefero está compuesto por esa maternidad con la que “se carga”, las rodillas y las manos. Las manos aparecen como la gran referencia al trabajo. Durante la entrevista mencionan que esas palmas quemadas, lastimadas, curtidas son mostradas a los niños y niñas como una estrategia para convencerlos de que estudien. Si no estudian, el trabajo en la tarefa se plantea como único destino.
Trabajadoras y militantes
Al trabajo productivo y reproductivo se suma la esfera de lo político. Este último se vive como un tiempo “pleno”, un tiempo de encuentro, un tiempo de disfrute y no de sacrificio. “Converso con otras mujeres, llego a casa liviana, plena, con otra mente”, dice una de ellas. El tiempo y espacio de trabajo político es planteado como un lugar de socialización importante para ellas. Es el pasaje a lo público, donde se dice, explícitamente, que se pasa de un adentro que aísla y “embrutece” a un afuera que permite no sólo encontrarse con otras compañeras sino también con la propia voz.
Así lo comenta una de las tareferas: “Era bruta, empecé a salir más, a hablar con gente que hablaba diferente que yo (…) Cuando estás encerrada vos no ves los problemas de los otros, solo ves tus problemas. Hay tantos niños, gente grande que necesitan que trabajen por ellos, que hablen por ellos“.
En este pasaje a lo público aparece la dimensión colectiva de ser trabajadoras, que se expresa a partir de reconocer la experiencia propia en la experiencia de una otra y en “dejar de pensar chiquito para comenzar a pensar alto”. Junto a este “darse cuenta” también va a aparecer la necesidad de reorganizar los tiempos de la jornada. A la distribución y organización de los tiempos pensados para el trabajo en el campo y en la casa se le suma los tiempos del merendero y las reuniones del sindicato: “Yo ahí vi que nosotras también teníamos que hacer un tiempito para eso, que no solo es trabajo y la casa”.
La combinación entre trabajo productivo y reproductivo aparece como un continuo tanto de espacio como de tiempo; se tarefea mientras se cuida y mientras se cuida se está tarefeando. Desde la infancia a la adultez, estas mujeres trabajan dentro y fuera de sus hogares. Si bien vivir en la ruralidad se plantea como vivir trabajando, dedicar tiempo a la esfera política emerge como la posibilidad de salir de ese continuo, construyendo un nuevo espacio con otras para alcanzar un nuevo tiempo: el propio.
Conclusiones
A partir del análisis de la entrevista a mujeres tareferas, sobre la intersección entre los trabajos reproductivo, productivo y político, encontramos que la labor remunerada y no remunerada toman lugar dejando la extensión de la jornada como un continuo de tareas donde, en palabras de las entrevistadas, todo se les “encima”. Al mismo tiempo, señalamos el aspecto de la violencia física, dado que ha sido experiencia de varias de las mujeres tareferas como parte de su crianza.
La noción de una triple jornada implica analizar que cuando termina una jornada comienza la otra. Sin embargo, lo que pudimos observar es que existe un continuo de jornadas que se solapan. Como una única jornada de trabajo, dónde se cuida mientras se trabaja, se activa políticamente a la vez que se indaga sobre la jornada laboral, y se coordina el tiempo del trabajo a la vez que se resuelven las tareas del hogar. La ruralidad misionera las distingue y hace definirse como mujeres tareferas, con cuerpos que llevan la marca del trabajo y de la reproducción, y el yerbal configura un espacio de cosecha, pero también de cuidados y de militancia.
Esta es la realidad que describen y viven, son estos los tiempos que se entrecruzan. Es también el trabajo político-sindical y comunitario aquel que les hizo cambiar su perspectiva respecto a cómo se miran a sí mismas y a su comunidad. El compromiso con una otra, con otras, las llevó a cambiar el compromiso con ellas mismas y sus familias.
Nos propusimos indagar acerca de las formas que asume esa triple jornada de trabajo para estas mujeres que habitan y trabajan en espacios rurales, buscando distinguir si es posible determinar si se trata de tres jornadas claramente diferenciadas, si éstas se pueden identificar y fragmentar o no. A partir del análisis de la entrevista grupal concluimos que para las mujeres tareferas las jornadas de trabajo productivo, reproductivo y político-sindical aparecen como una jornada única, como un continuo espaciotemporal, donde unas tareas van ligadas a otras, tanto en el tiempo que demandan como en el espacio en el que se realizan.
Edición: Mariángeles Guerrero.
*El libro se puede conseguir en Red Editorial.
Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva