* Palabra de Antígona
/ Sara Lovera */
SemMéxico- La desigualdad no es un recurso demagógico en boca de quienes gobiernan; es una dramática realidad para millones de mujeres en el mundo, que reciben menos recursos económicos que los hombres a lo largo de su vida, a pesar de haberse incorporado al mercado laboral.
Esta diferencia entre mujeres y hombres es la base material de la discriminación, la exclusión y la violencia. Supera todos los sentimentalismos y la conmiseración.
La Encuesta Nacional de Ingresos en los Hogares 2024, difundida la semana pasada, es reveladora: en todos los empleos, las mujeres ganan menos que los hombres, con diferencias que van del 31.6 al 39.3 por ciento. El promedio de esta brecha es del 34 por ciento, según el INEGI. Una diferencia que deja claro el fracaso histórico de los propósitos enunciados hace 50 años por Naciones Unidas, que ofreció incorporar a las mujeres al desarrollo.
Carmen González, una mujer jubilada que trabajó más de 30 años como recepcionista en una clínica privada, declaró al periodista de El Sol de México, Miguel Ángel Ensátigue: “Yo sí me esforcé, nunca dejé de trabajar ni de cotizar, pero cuando llegó el momento de pensionarme, me dijeron que eso era lo que me tocaba. Es frustrante ver que a los hombres les dan más, aunque una haya trabajado igual o más”. Un testimonio vivo.
Es decir, a las mujeres no sólo se les asignan las tareas de la maternidad y el cuidado familiar, sino que, en el mundo productivo, se les coloca en actividades y posiciones donde su labor no es valorada, como tampoco lo es el trabajo doméstico. Por ello, una mujer recepcionista —clave para la marcha de una empresa— siempre está en la parte más baja del tabulador.
La brecha salarial persiste, a pesar de las recomendaciones de la OIT para otorgar igual salario por trabajo de igual valor. ¿Por qué una puericultora de una estancia infantil, responsable del cuidado de la infancia, no recibe un salario similar al de un obrero calificado o un contador?
Esa es una lucha histórica del feminismo: buscar valorar la contribución de las mujeres a la sociedad y la economía. El patriarcado no lo ve y por eso, al final de su vida laboral, las mujeres tienen una pensión menor que la de los hombres.
La encuesta analizada por la iniciativa ciudadana Cómo Vamos muestra que la brecha de ingresos entre hombres y mujeres se incrementa con la edad. En 2024, las mujeres de 19 años o menos recibieron 69 pesos por cada 100 que ganaron los hombres; una cifra menor a los 71 pesos registrados en 2016 y a los 70 de 2022. Las mujeres mayores de 60 años recibieron 55.5 pesos por cada 100 ganados por los hombres. Muchas están retiradas o pensionadas. Esta es, según el informe, la diferencia más significativa de todas.
La encuesta reveló otro hallazgo importante: el número de integrantes de 65 años o más en los hogares creció un 21.3 % entre 2016 y 2024, lo que impacta directamente los ingresos y las necesidades de cuidado. Sabemos que serán las mujeres quienes carguen sobre sus espaldas con esta realidad, mientras siga pendiente la creación del Sistema Nacional de Cuidados y las transferencias monetarias continúen representando apenas el 2 % de los ingresos familiares.
La brecha de ingresos pasa del 30.9 % en mujeres más jóvenes al 44.5 % en mujeres mayores. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), la participación económica de las mujeres es del 46 %, por debajo del promedio en los países de la OCDE.
La desigualdad y la brecha se amplían según el territorio, las habilidades y las oportunidades educativas que muchas mujeres no tienen. La desigualdad, caldo de cultivo de la discriminación y la violencia, parece no tener fin. Veremos.
Periodista, editora de Género en la OEM y directora del portal informativo semmexico.mx