Mujeres patriarcales, el pensamiento que bloquea la lucha feminista.

*La civilización patriarcal no se define por el dominio de los hombres sobre las mujeres, sino por el tipo de ser humano, masculino y femenino, que hace posible tal dominación.

*Hasta que dejen de estar inmersas en las luchas de poder o queriendo dominar a otras.

/ Casilda Rodrigáñez /

Para algunos investigadores la Historia se divide en el antes y el después del patriarcalismo, pues su propósito fundamental fue el matricidio, con el que pretendían terminar con todos los modelos de lo matricial o los principios femeninos de vida, los que consideraban inferiores, salvajes, atrasados y deformes. Platón afirmaba que las mujeres son “inferiores por naturaleza” y que “ son resultado de una degeneración física del ser humano”. Del matricidio vino entonces el etnocidio, el genocidio, el ecocidio, el teocidio, el infanticidio, etc. Desde la muerte de la gran madre y de la matria —no patria— la humanidad está huérfana. La eliminación de lo maternal consistió en dominar todo lo femenino que existe en la vida: la mujer, la naturaleza (domina a la naturaleza), la sensibilidad, la emocionalidad, la sensitividad, la sexualidad, las etnias, las culturas y la espiritualidad —no confundirlo con la religión que es patriarcal—. Al mismo tiempo, esto condujo a la creación del prototipo perfecto: varón, blanco, buena posición económica, heterosexual, profesional y libre; convirtiéndose en el referente y espejo de lo que deben ser todas las sociedades alrededor del mundo. “Lo que debe ser” igual a la “Ley del Padre”.

La búsqueda de la homogeneización en contraposición a la idea de diversidad, por eso su razón de vida ha sido la anulación del otro, de lo distinto, en contraste al paradigma que entiende que el hombre y la mujer son complementarios. Por ende, todo en la vida sigue esa matriz y su sentido es la búsqueda de la armonía y equilibrio entre posiciones polares, lo que nos pone en un gran y profundo dilema en el que se recrean dos mundos diferentes que chocan con las conquistas, las guerras, las depredaciones, las explotaciones y que cuenta la Historia desde el patriarcalismo, antes de ello, no se han encontrado vestigios a ese nivel.

De toda esta persecución a la pluralidad, surgió la monarquía, el monoteísmo, el monopolio, la monogamia, el monocultivo, lo monacal, etc., los cuales son la manifestación y expresión del sistema-mundo al que llamaron “civilización”. Y quienes no responden a estas lógicas (concepto patriarcal) han sido perseguidos y catalogados como salvajes. Esta dominación de lo femenino que lleva alrededor de 4 mil años y de todo lo que no se ajuste al esquema vertical, separatista y racionalista, conllevó a una serie de luchas de emancipación por cada uno de ellos: el indigenismo, el ecologismo, el relativismo cultural, el feminismo o la comunidad LGBTTTI.

En el caso del feminismo han surgido varias tendencias, una de ellas promueve que las mujeres tengan los mismos derechos, atribuciones, funciones y formas como lo tienen los varones, es decir: igualarse a los varones para ser como ellos. Un otro feminismo y en oposición a esta visión, plantean que hay que marcar la diferencia entre lo masculino y femenino, pero con una valoración equitativa, pero a la final se ha impuesto de manera mayoritaria la concepción de igualdad, por ello, hoy se habla de “igualdad de género”; se refiere a una participación cuantitativa igualitaria entre hombres y mujeres en las instituciones, sin darse cuenta que todas ellas fueron creadas y sirven para mantener la civilización patriarcal, pues algunas mujeres han llegado a puestos de poder, desde los que han defendido y consolidado el sistema-mundo patriarcal.

Esto es a lo que llama Casilda Rodrigáñez la configuración de la “mujer patriarcal”, la que ha asimilado e interiorizado el patriarcalismo y lo defiende mejor que algunos varones. También se relaciona con lo que Claudio Naranjo habla de la “mente patriarcal”, esa forma de pensamiento de la civilización que nos ha conducido a la crisis global y, entre ellos, al calentamiento climático que ha puesto en peligro la existencia misma de la especie humana.

Ante ello, surge el feminismo decolonial o el integral, identificado que el problema no es de cantidad sino de calidad, lo que implica la intervención de categorías, principios, formas y ontologías desde el sentir-pensar de todo lo femenino de la vida y de todos aquellos pueblos y formas de vida anti-patriarcales, conceptos como espiralidad, ciclicidad, reciprocidad, correspondencia, integralidad, complementariedad, armonicidad, etc. La presencia abierta y manifiesta de “mujeres patriarcales” en el ejercicio del poder patriarcal, ha hecho que se desvíe o deforme la lucha y se haga más difícil y compleja la introducción de la femineidad o matrilidad a todo nivel en la vida humana, al existir mujeres que se oponen.

La “igualdad o equidad de género” se ha constituido en una trampa que integra y coopta a las mujeres al servicio del sistema-mundo patriarcal civilizatorio. Tanto es así que la derecha liberal lo acepta; los organismos internacionales y las ONG también hablan de “igualdad de género”, pues hay mujeres patriarcales enfrentándose a las mujeres y varones que quieren acabar con la civilización patriarcal, colonial, capitalista y desarrollista. Dentro de la teoría de género hay dos vertientes: la que defiende los roles por género y la que dice que los roles son construcciones sociales.

Estas dos vertientes nos han conducido a que la mujer rica o de clase media que trabaja fuera de la casa, se sirva de empleadas domésticas para que hagan las tareas del hogar, a que los niños sean criados y educados por las sirvientas y no por sus padres. Con ello se reafirma y consolida el sistema de dominación patriarcal-capitalista con otras mujeres, quienes por lo general son de bajos recursos que también han abandonado a sus hijos con las abuelas para poder trabajar. Significa entonces que el asunto es integral, un tipo de sistema social que ha dividido a la familia y que ha sacado de la comunidad la escuela, la espiritualidad, el trabajo, la medicina, etc., para separarlo y especializarlo todo. Lo que genera una sociedad cada día más patriarcal, es decir: individualista y hedonista, en la que a pretexto de libertad quieren estar más allá de lo biológico y de lo comunitario. ¿Cuántas mujeres se sienten tristes porque el sistema las obliga a trabajar por un salario y abandonar a sus hijos, que para competir con los hombres deben anular su parte maternal y emocional? Tampoco es una solución que el hombre permanezca en casa y alimente a su hijo con leche de vaca y no con leche materna, pues lo haría más vulnerable a las enfermedades al igual que más frágil emocionalmente, desde otro punto de vista, el niño que no vive cuerpo a cuerpo con su madre suele crecer más inseguro e inestable. Se repiten pues los patrones de una sociedad paranoica, miedosa, retraída y en contrapartida, violenta y escatológica.

El gran logro del patriarcalismo para construir a la “mujer patriarcal” fue la pérdida de la maternidad, así, ella se convierte en defensora del poder falocéntrico. Esto lo resumió Freud cuando aseguraba que sólo había un sexo y que la mujer era un varón castrado; una de las formas más terribles para describir a la mujer por su vacío de maternidad. La Biblia, de origen patriarcal, lo proclamó: “El hombre te dominará”, “parirás con dolor” y “pondré enemistad entre ti y la serpiente”, así se resumía el Génesis a la nueva civilización que se levantaba contra las sociedades matriciales. Entonces, el problema no está en los roles ni en el género ni en la paridad numérica ni en nada parecido, sino en la “mente y sociedad patriarcal”. Es esta mente dictatorial la que nos ha conducido a toda la disfuncionalidad entre lo masculino y femenino, en todos los órdenes y formas de nuestra vida social y natural. La teoría de género aún es una construcción de la “mente patriarcal”, y si se quiere un cambio estructural hay que desmontarla pues profundiza el patriarcalismo, para mejor hablar de complementariedad entre lo masculino y femenino, ya que no se trata de feminizar los valores ni de masculinizar a las mujeres.

Necesitamos un mundo que funcione de otra manera, es fundamental recuperar la mayoría de actividades en la familia y en la comunidad. Un mundo en el que los roles naturales de las mujeres sean valorados y respetados por los varones y viceversa. Para que haya diferencia y variedad entre hombre y mujer, en respeto y apoyo mutuo, y no para que se haga una mezcla en la que no sepamos nuestras cualidades y condiciones.

En definitiva, para que haya un equilibrio entre nuestro hemisferio cerebral masculino (derecho) con el femenino (izquierdo), y podamos salir de toda forma de dominación anoréxica y miope, conservadora o liberal, y regresemos a la naturaleza, a la madre vida, a la madre tierra, a la diosa-madre, a la madre cósmica para amarla y cuidarla. Y así recuperar a nuestra madre comunal y dejar de ser huérfanos que caminan desolados por la vida, y aprendamos a caminar en consenso, conciliación, correspondencia, simbiosis, sinergia y homeostasis.

Publicado en culturacolectiva.com

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