María Noel Vaeza.
Directora Regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.
Comienzo con unos datos reveladores sobre mujeres en política. Hace 25 años, había 12 jefas de Estado en el mundo. Hoy son 22 en 195 países. En 1995 había 10% de parlamentarias a escala global. El año pasado eran 23%.
Si bien estas cifras podrían indicar que ha habido avances en la participación política de las mujeres estos no solo han sido dolorosamente lentos, sino absolutamente insuficientes.
Según nuestras estadísticas, no alcanzaremos la paridad hasta el año 2063 para legislaturas nacionales y para jefas de estado y de gobierno serían otros 130 años más. Mucho menos habremos cumplido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible con respecto a la igualdad de género.
Y no es un problema solo de cuotas. Lo que en realidad dicen estas cifras es que no existen mecanismos que garanticen y protejan el derecho de las mujeres a ocupar cargos de alto nivel y a una participación política sin violencia.
Estamos lejos de la paridad. Está claro que cuando se trata de política las mujeres no estamos ni representadas, ni valoradas, ni incluidas. También hay obstáculos estructurales y normas de género discriminatorias que limitan la contribución de las mujeres a la vida pública.
La pandemia del COVID-19 ha dejado ejemplos claro de cómo el liderazgo de las mujeres en algunos países ha logrado evitar las consecuencias más profundas del virus en términos de salud pública y consecuencias económicas.
Jacinda Ardern en Nueva Zelanda, Angela Merkel en Alemania y Mette Frederikssen en Dinamarca aportaron firmeza y decisión, pero también responsabilidad y empatía por las personas más afectadas. Una exitosa combinación de eficacia y humanismo.
Por otra parte, la pandemia y sus consecuencias han sido particularmente adversas para la mayoría de las mujeres del mundo. La desaceleración abrupta de la economía, los confinamientos y la carga de cuidados han tenido un impacto desproporcionado sobre ellas.
Han sido las primeras en la línea de batalla, las primeras en perder sus empleos, y quienes tuvieron que asumir los trabajos domésticos y el cuidado de los enfermos. Además han sido víctimas de un incremento dramático en casos de violencia de género, especialmente en América Latina y el Caribe.
El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, es el día en que hacemos visible y sumamos fuerzas alrededor de la lucha permanente de las mujeres y sus organizaciones por lograr la igualdad.
Este año, desde ONU Mujeres, hemos decidido destacar la importancia del liderazgo histórico de las mujeres del movimiento civil en la lucha por los derechos humanos, y la importancia de que las mujeres lideren en la recuperación de la pandemia desde todos los lugares de toma de decisiones.
Además de alzar nuestra voz y manifestarnos unidas este 8 de marzo, desde las organizaciones internacionales también estamos adoptando pasos concretos para que ese mundo más igualitario y más justo con las mujeres se haga realidad.
Hace 25 años, el mundo adoptó la Plataforma de Acción de Beijing, que establece la igualdad de derechos de las mujeres para participar en el gobierno a través de cargos públicos y de liderazgo. Una sólida declaración de principios que, desafortunadamente, no ha sido suficiente para el avance sustantivo.
A principios del año pasado, en la XIV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe en Chile adoptamos el Compromiso de Santiago, “para acelerar la efectiva implementación de la Plataforma de Acción de Beijing”.
En esa oportunidad, volvimos a revisar qué mecanismos, qué leyes y hasta qué financiamiento tenemos que asegurar para garantizar que haya más mujeres en política, en el gobierno, en posiciones de liderazgo y toma de decisiones.
Hace algunos días, nos reunimos las ministras de la Mujer, varias vicepresidentas y representantes de la sociedad civil de América Latina y el Caribe para acordar los planteamientos que llevaremos a mediados de marzo, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, organismo independiente designado por Naciones Unidas para que Estados, sociedad civil y agencias de Naciones Unidas garanticen la puesta en práctica de los acuerdos de Beijing.
Para nosotras es una plataforma para que los países de América Latina y el Caribe fortalezcan su compromiso con la promoción de la participación de las mujeres en la vida pública, la toma de decisiones y la eliminación de la violencia hacia mujeres y niñas.
Se necesita una firme voluntad política, que se traduzca en asignación de recursos y el compromiso de todos los niveles de gobierno para garantizar la participación política de las mujeres, fundamental, como dije antes, para superar los peores efectos de la pandemia con una mirada inclusiva.
Este 8 de marzo es la ocasión para volver a hablar de la lucha, de acompañar ese esfuerzo y de reafirmar compromisos. Pero también es el momento establecer un plan claro y realista para lograr que juntos, mujeres y hombres, contribuyamos de forma equitativa a los desafíos más urgentes de la humanidad.
Es difícil, y ya lo hemos intentado otras veces. Pero no tenemos otra opción. Ya no podemos seguir ignorando a millones de mujeres y niñas que viven en la discriminación y la desigualdad. De ninguna manera. Por ellas tenemos que seguir trabajando