Mujeres representan 70% en el sector salud, pero solo una cuarta parte ocupa puestos de liderazgo.

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/ Escrito por Paola Piña /

21.07.2025 /CimacNoticias.com/ Ciudad de México.– Las mujeres constituyen la mayoría de la fuerza laboral en el ámbito sanitario, sin embargo los espacios de toma de decisiones siguen estando dominados por hombres; a nivel global, las profesionales de la salud representan el 70 por ciento del personal sanitario y social, pero solo ocupan el 25 por ciento de los puestos de liderazgo, tanto en funciones asistenciales como de gestión.

Esto fue revelado en el informe El liderazgo de las mujeres en la salud de las Américas: por una gobernanza sanitaria paritaria e inclusiva, elaborado por la Task Force Interamericana sobre Liderazgo de las Mujeres.

Hay que recordar que históricamente las mujeres han sido relegadas de los espacios de toma de decisiones, entre ellos, el sector de salud. De acuerdo con el reporte, Entre 2018 y 2022 el número de ministras de sanidad, encargadas de dirigir y coordinar las políticas y acciones relacionadas con la salud pública disminuyó del 31% al 25% a nivel mundial y la proporción de delegaciones de la Asamblea Mundial de la Salud (AMS) dirigidas por mujeres bajó del 27% al 23%.

Las áreas donde predomina el personal femenino suelen estar vinculadas al cuidado, con funciones que históricamente han sido feminizadas. A nivel mundial, las mujeres representan el 90% de la fuerza laboral en enfermería y obstetricia, pero son minoría en especialidades como la cirugía. Estas ocupaciones, generalmente de menor jerarquía y peor remuneradas, están marcadas por estereotipos de género que limitan el acceso de las mujeres a puestos mejor valorados.

Esta desigualdad también se refleja en la distribución del personal entre instituciones públicas y privadas. Mientras los hombres acceden con mayor frecuencia a empleos mejor remunerados en el sector privado, como los de médicos (49.2 %), las mujeres predominan en ocupaciones peor pagadas, como el cuidado personal, también dentro del sector privado (81.8 %).

Los espacios asignados socialmente a las mujeres suelen ofrecer salarios más bajos en comparación con aquellos dominados por hombres, o incluso carecen de retribución. Además, presentan peores condiciones laborales y menor acceso a protección social, como pensiones o servicios de salud, lo que impide a muchas mujeres alcanzar una vida plena y digna.

Por otro lado, el 83% de las delegaciones ante la samblea Mundial de la Salud, en las últimas siete décadas estuvieron compuestas por una mayoría de hombres, y ninguna tuvo más de un 30% de mujeres como Delegadas Jefe. Según sitios oficiales de gobiernos de 32 países de América Latina y el Caribe, a mayo del 2024 solo el 31% tenía mujeres como máxima autoridad en los ministerios de salud.

En América Latina y el Caribe, la brecha salarial es persistente: en 2019, por cada dólar que percibieron los hombres, las mujeres ganaron apenas 58 centavos. En el sector salud y asistencial, la diferencia salarial bruta entre hombres y mujeres ronda los 20 puntos porcentuales, cifra que aumenta a 24 puntos al considerar factores como la edad, el nivel educativo y el tiempo de trabajo.

Esta brecha salarial no responde a supuestas diferencias en las características o capacidades entre hombres y mujeres, indica el informe, sino que obedece a factores como la segregación ocupacional por género, la baja representación de mujeres en los puestos mejor remunerados, la alta proporción de mujeres en trabajos de medio tiempo y la persistente “penalización por maternidad”.

Asimismo, es importante señalar que muchas mujeres se ven obligadas a aceptar empleos de tiempo parcial debido a la división sexual del trabajo, que históricamente les ha asignado las tareas de cuidado. Estas tareas incluyen actividades cotidianas de gestión y sostenimiento de la vida: cuidado en salud, del hogar, de personas dependientes y del propio autocuidado.

Datos de 16 países de América Latina y el Caribe muestran que entre el 12% y el 25% del tiempo de las mujeres se destina al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras que en el caso de los hombres ese rango se sitúa entre el 3 % y el 13 %. En promedio, las mujeres dedican entre 22.1 y 42.8 horas semanales a estas labores, frente a las 6.7 y 19.8 horas que destinan los hombres

Acoso sexual y laboral 

Las mujeres que trabajan en el ámbito sanitario no están exentas de enfrentar acoso sexual, lo que genera consecuencias negativas para su salud física y mental. Esta situación se agrava cuando el género se cruza con otras condiciones de desigualdad, como en el caso de jóvenes becarias, mujeres migrantes y mujeres de poblaciones históricamente discriminadas. La segregación laboral que relega a las mujeres a puestos de menor jerarquía e ingresos también incrementa el riesgo de sufrir violencia.

En México, el 26% del personal de enfermería reportó haber sufrido acoso sexual, y una de cada tres víctimas señaló repercusiones en su salud mental y emocional. En estos casos, los factores asociados fueron: tener una edad mayor al promedio, no tener pareja y contar con menor escolaridad. Cabe destacar que, aunque la investigación incluyó a hombres, solo las mujeres reportaron haber sido víctimas de acoso.

Además, en muchos entornos laborales, las trabajadoras sanitarias no cuentan con mecanismos eficaces para denunciar abusos cometidos por colegas varones de alto rango sin temor a represalias. A esto se suma el miedo a la estigmatización, la exposición pública, la vergüenza e incluso el enjuiciamiento, lo que desalienta a muchas víctimas de violencia sexual a levantar la voz.

“Era un tema complicado porque, a pesar de que había denuncias, no sabían cómo darles seguimiento. En las personas encargadas de resolver los casos ni siquiera había perspectiva de género, y no estoy hablando sólo de acoso sexual, también había hostigamiento laboral, que a veces se empalman”.

Quienes ocupan cargos de liderazgo también se enfrentan a diversas formas de violencia y acoso, como insultos, amenazas, difusión de noticias falsas y campañas de desprestigio. Estas agresiones buscan provocar que las víctimas abandonen sus empleos, vean truncadas sus oportunidades de ascenso o incluso deserten de sus trayectorias profesionales.

¿La falta de liderazgo de mujeres en el sector salud cómo nos impacta?

Los estigmas que cuestionan la capacidad de las mujeres para liderar, sumados a las brechas salariales y el acoso que enfrentan en sus espacios laborales, provocan que muchas se vean forzadas a desertar de sus carreras profesionales. Esta exclusión repercute en la ausencia de mujeres en puestos de toma de decisiones, lo que a su vez genera una falta de inclusión de sus perspectivas y necesidades en la formulación de políticas públicas, en las investigaciones científicas, en los tratamientos médicos y en el desarrollo de medicamentos.

El informe destaca que, históricamente, numerosos estudios clínicos han excluido a las mujeres como sujetos de prueba. Un ejemplo alarmante ocurrió entre 1997 y 2000, cuando el 80% de los medicamentos retirados del mercado en Estados Unidos lo fueron debido a efectos adversos en mujeres, quienes no habían sido incluidas en los ensayos clínicos que evaluaban su seguridad y eficacia.

Contrario a lo que se podría esperar, la inversión en investigaciones centradas en la salud femenina no ha aumentado significativamente en las últimas décadas. Veinte años después de aquel episodio, apenas el 1% de los recursos destinados a investigación e innovación sanitaria se invirtió en afecciones específicas de las mujeres fuera del campo de la oncología. Esta desatención ha contribuido a una peor calidad en la atención médica para las mujeres, lo que se traduce en un mayor riesgo de enfermedad y muerte.

Recomendaciones 

Como primera instancia para asegurar participación igualitaria en la toma de decisiones se propone garantizar la paridad en todos los niveles del sistema de salud, desde hospitales hasta ministerios, con normativas que aseguren igualdad laboral, protección ante el embarazo y licencias equitativas. También se sugiere incorporar procesos de selección sin sesgos y mecanismos de denuncia seguros ante violencia y discriminación.

En cuanto a la educación, se plantea integrar la perspectiva de género en la formación profesional, fortalecer el liderazgo femenino, promover programas de mentoría, y eliminar barreras como los topes de edad y la falta de accesibilidad lingüística en la capacitación.

Para visibilizar y erradicar las desigualdades e incidir en la agenda pública se solicita impulsar la producción de datos desagregados por género e interseccionalidad, así como la difusión de investigaciones sobre brechas salariales, violencia laboral y salud mental de las lideresas.

Por otro lado, en el informe se propone la creación de sistemas integrales de cuidados que alivien la carga sobre las mujeres, profesionalizar ese trabajo y fomentar políticas laborales flexibles que permitan conciliar la vida personal y profesional.

Finalmente, pidieron presupuestos con enfoque de género, inclusión de comadronas y saberes tradicionales, inversión en infraestructura y participación activa de las mujeres en puestos de liderazgo.