*Escrito por Diana Hernández Gómez .
Otro mundo es posible.
Cuando el pueblo se levante por pan, libertad y tierra, temblarán los poderosos de la costa hasta la sierra.
12.06.2023 /CimacNoticias.com/ Ciudad de México.- Al grito de “Chiapas no es cuartel, fuera ejército de él”, miles de mujeres y hombres de las comunidades zapatistas en México se manifestaron este 8 de junio en el Centro Histórico de la CDMX. A su paso desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo de la ciudad, advirtieron sobre una posible guerra civil que podría desatarse en Chiapas debido a la violencia paramilitar que no deja de afectar a sus territorios.
“Las mujeres son la base de la lucha, las cuidadoras del maíz” declaró Ana, militante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a Cimacnoticias. Así lo demuestra el que, en el podio al final de la manifestación, fueron las mujeres quienes tomaron la palabra para denunciar la violencia que no deja de azotar sus territorios desde hace décadas.
Esta violencia —que está alcanzando picos alarmantes en la región al sureste de México— tiene diferentes actores. Entre ellos se encuentran el crimen organizado en busca de plazas, pero también las Fuerzas Armadas del país. Estas últimas ya no solo incluyen a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA): desde 2019, la Guardia Nacional también forma parte de estas filas militares pese a su supuesto carácter civil. “La Guardia Nacional tendría que estar defendiendo los territorios a la par que los campesinos y no enfrentándolos y asesinándolos”, opina Dulce García, otra mujer zapatista asistente a la manifestación.
Además de estas instituciones reconocidas como legítimas por el Estado, las mujeres zapatistas también denunciaron a otros grupos que se mueven en la clandestinidad pero que, aun así, no dejan de tener una estrecha relación con el gobierno: los paramilitares. Específicamente, las y los miembros del EZLN congregados este jueves en el Zócalo denuncian las recientes acciones de la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo (ORCAO).
La ORCAO (nacida en 1988) estuvo conformada en sus inicios por 12 comunidades de Ocosingo, Chiapas, mismas que se unieron para trabajar contra el rezago agrario y por mejores precios para las personas productoras de café. De hecho, en un inicio tuvieron lazos con el zapatismo, pero éstos se rompieron en la década de 1990 (en la que surgió el EZLN) cuando la ORCAO decidió aliarse con el gobierno chiapaneco para obtener beneficios e incluso impulsar la llegada de sus integrantes a la función pública.
Desde entonces, los ataques de la ORCAO a las comunidades zapatistas han sido constantes. La destrucción de cosechas, el secuestro, la tortura y la invasión de tierras son solo algunos de los mecanismos con los que esta organización ha intentado someter a las comunidades zapatistas y apoderarse de sus recursos. Y, constantemente, es notorio su apoyo por parte de los gobiernos locales y federal.
De hecho, en el podio colocado frente a Palacio Nacional, las mujeres zapatistas denunciaron que la ORCAO recibe subsidios por parte del programa “Sembrando vida”, lo que incentiva a la organización a arrebatar territorios a las comunidades para registrarlos y así obtener más ganancias.
La agresión más reciente de la ORCAO tuvo lugar este 22 de mayo, cuando sus miembros perpetraron un ataque armado contra la comunidad autónoma Moisés Gandhi. En este ataque resultó herido el compañero zapatista Jorge López Santíz, cuyo estado de salud es delicado.
Ese fue precisamente el motivo que llevó a las y los integrantes de las comunidades indígenas a manifestarse este 8 de junio. Pero sus voces no solo resonaron en la CDMX: la protesta de este jueves se dio en el marco de una acción global en la que también participaron otras 13 ciudades de diferentes partes del mundo y entidades mexicanas como Michoacán, Yucatán y Baja California. Su exigencia, sin embargo, fue la misma: basta de violencia contra las comunidades autónomas. Basta del saqueo y la militarización. Basta de guerra. Basta de esta convulsión imparable en el sureste mexicano.
“En Chiapas, la reactivación de grupos paramilitares, de corte paramilitar y narcoparamilitares, el surgimiento de autodefensas, la presencia de militares y Guardia Nacional, así como la disputa de territorios para minería, carreteras, venta de drogas, trata de personas migrantes, trata de mujeres, reclutamiento forzado, desplazamientos forzados, masacres y más ponen a Chiapas al borde de la guerra civil”, denunciaron las mujeres indígenas al leer un posicionamiento en la explanada del Zócalo.
“Alto a la guerra en todo el país”, pidieron las manifestantes. Alto a una guerra que impacta de manera diferenciada en las mujeres, aunque ellas (nosotras) generamos siempre redes para resistir.
Glorieta de las Mujeres que Luchan, presente en la manifestación zapatista
Antes de arribar a la plancha del Zócalo, los contingentes que acudieron al llamado de este 8 de junio hicieron una parada en la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Aquí los recibieron, entre otras activistas, la periodista amuzga Marcela de Jesús Natalia, la defensora mazateca Eusebia Zepeda Cortes y la activista Lourdes Mejía, madre de Carlos Sinuhé Cuevas Mejía, un tesista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) asesinado en 2011 por razones políticas.
Estas mujeres (quienes, como sus compañeras zapatistas, también luchan por una vida digna y sin violencia) se posicionaron por la libertad de los presos políticos y la justicia para las familias de quienes han sido asesinados en la defensa de los derechos humanos. “Basta de que a las mujeres y hombres indígenas nos estén fabricando delitos”, declaró Marcela de Jesús Natalia, quien fue víctima de un atentado a mano armada en 2017. “Basta de que estemos desplazadas, desplazados, de nuestros pueblos mientras nuestros agresores están en el poder”.
Tras estas palabras, las Mujeres que Luchan sumaron sus pasos a sus compañeras de las comunidades indígenas. Junto con ellas marcharon también pueblos originarios de diversas partes de la Ciudad de México como Milpa Alta y San Nicolás Totolapan (un pueblo ubicado en la alcaldía Magdalena Contreras).
La manifestación fue plural y pacífica, pero potente. El rojo y el negro —colores distintivos del movimiento zapatista— por un momento inundaron el Paseo de la Reforma. Las consignas atravesaban los cuatro puntos cardinales ya en el Zócalo, y niñas y mujeres de todas las edades y hablantes de múltiples lenguas como el otomí sostenían carteles mientras avanzaban firmemente sobre el asfalto.
“Es importante que los jóvenes y la gente conozcan la lucha zapatista. Que sepan que ahí pueden caminar las mujeres libres; que no hay feminicidios, que no hay violaciones. Que las comunidades están organizadas defendiendo su territorio y defendiendo su medio ambiente. Que lo único que hacen es luchar por la vida y que todos nos merecemos vivir digna y amorosamente”, dice Dulce García.
Ese fue y será siempre el mensaje de las comunidades zapatistas: una vida libre de violencia es posible y ellas la están viviendo y sosteniendo desde una autonomía que les ha permitido, incluso, fundar sus propias escuelas y clínicas. Sin embargo, mientras los ataques en su contra no cesen y megaproyectos como el mal llamado Tren Maya, este mensaje permanecerá oculto para aquellos ojos que no quieren mirar por estar enceguecidos de poder.