Multitud pagada ocultó la soledad de Sheinbaum

*ÍNDICE POLÍTICO .

/ FRANCISCO RODRÍGUEZ /

 

A ver, a ver. ¿85% de popularidad? ¿380 mil aplaudidores en el Zócalo de CDMX? La numeralia es engañosa.

En primer lugar, porque todos sabemos cómo se levantan –o inventan– las encuestas que, además, siempre resultan fallidas en sus proyecciones de resultados electorales. ¿Por qué habrían de ser exactas en cuento se trata de medi$iones de la a$epta$ión popular de los políticos?

Luego, porque el costosísimo e inútil “acarreo” no refleja el sentir generalizado de la población. Pocos son quienes van a este tipo de eventos por voluntad propia. La mayoría son convocados por sus gremios para que acudan “voluntariamente a fuerzas”. Transportados desde los suburbios y poblados miserables de todo el país, que no son pocos. O desde las entidades cuyos gobernantes quieren quedar bien con la mandataria en turno.

Tal fue el flácido músculo que la señora Claudia Sheinbaum quiso presumir a su homólogo estadounidense Donald Trump, ¡como si la embajada de Washington y los agentes gringos aquí destacados ignoraran cómo se las gastan quienes así se muestran harto populares y capaces de retacar plazas públicas con aplaudidores!

Pero, para un régimen que presume ser el mayor movilizador del continente, para dirigentes que se han jactado de que llenar el Zócalo era más sencillo que robarle el dulce a un niño, lo que pasó este domingo 9 de marzo no tiene nombre, ni medida posible. Es el colmo de la estulticia. La Diana de la insuficiencia.

Cinco mil, diez mil. Tal vez sólo 50 mil apoyadores, acarreados de todas las regiones del país, pagados ubérrimamente con nuestros impuestos, tuvieron la osadía de ir a gritar sin-ce-ra-men-te a la plaza pública su adhesión incondicional a la señora Presidente frente a las amenazas y acusaciones –“intolerable alianza” con los cárteles– al gobiernito de la 4T.

Si esto no es la prueba de que el régimen, el gobierno y los operadores de la plebe se quedaron solos, no es absolutamente nada.

El músculo de la 4T, un mito

Esta vez, por fortuna, no hubo botargas de Trump como sí la hubo en ocasión anterior de la señora presidente de la SCJN, Norma Piña, incendiada por la chusma manipulada. Prueba de que nadie sabe hasta dónde hemos llegado. Un grupito de fanáticos, con la vergüenza hecha trizas, nunca tendrá el cuajo de sostener ante ningún tribunal de la conciencia ningún objetivo, ninguna idea de lo que están haciendo con este país.

Tuvieron los fanáticos de Morena unos cuantos días para preparar la respuesta multitudinaria a los aranceles, la concentración en el Zócalo de medio millón. Convocaron a todos los sindicatos.

A quienes habitan en los cinturones de pobreza de las principales ciudades del país, a las y los paniaguados de los programas sociales, ésos que según ellos suman treinta millones, a las bases irreverentes de Morena, a los grandes tlatoanis de lo obtuso, a los favorecidos por las concesiones urbanas y nacionales, a todos y todas. Y entre todos y todas, sólo pudieron juntar un puñado de convencidos vociferantes. El colmo.‎ Había más policías vestidos de civil que manifestantes.

Y es que lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, decía el torero de Las Ventas cuando la multitud le pedía arrimarse más al toro. El músculo de la Cuarta Transformación es ya un mito insepulto. Nunca nadie en la plaza había fracasado tanto, nunca había caído tan bajo. Fue el oso que marcará para siempre la soberbia de los mandamases. Una huella que no podrá borrarse ni con toda el agua de los océanos.

Tragedia mexicana, imperecedera

Los analistas coinciden: Fue el último mecate que tenían que jalar para darnos cuenta del aquelarre, la anunciada tragedia que van a provocar los aprendices de brujo. Llegamos al lugar sin límites y a padecer un gobiernito dislocado que cree que el barco no ha naufragado ante las amenazas de Washington. ¡Sálvese quien pueda! Están por darle al régimen cuatrotero la estocada definitiva. No puede defenderse ni en una mañanera.

Fue la descripción en términos reales de lo que está pasando en México. El simple desenmascaramiento de la terca realidad que nos ha llevado a los abismos, por parte de los empecinados en que sólo sus chicharrones truenan, aunque nunca hayan tronado. Todo naufraga: la economía, la salud, la seguridad nacional y la sociedad en su conjunto.

Derrotada por el chusco descolón que le propinaron los fanáticos de Andy López que se fotografiaban con él mientras ella pasaba, ignorada, a sus espaldas, la señora Presidente formal ha tropezado con su propia piedra, ha recibido la medicina amarga de su propia receta. Debe prepararse a sufrir a una población francamente encabronada contra los que se dijeron salvadores de la Patria.

¿85% de popularidad? ¿380 mil aplaudidores en el Zócalo de CDMX? La numeralia es engañosa. Claudia Sheinbaum está más sola que la una en el reloj de nuestra tragedia imperecedera.

Indicios

 

Desde Viena, Austria, llegó la respuesta estadounidense al llamado #ClaudiaFest dominical. Cart Weiland, representante del gobierno de Washington en la Comisión de Estupefacientes de la ONU, dijo el lunes: “Ayer hubo una gran fiesta en el Zócalo. Mucha música, mucha fiesta. Quizás todos celebraban el fin de ‘abrazos, no balazos’. Pero parece demasiado pronto para festejar cuando mujeres y niños siguen siendo asesinados a tiros en lugares como Guanajuato”. * * * Por hoy es todo. Mi reconocimiento invariable a usted que leyó este Índice Político y, como siempre, también mis deseos de que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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