*Astrolabio Político
Por: Luis Ramírez Baqueiro
“Las cosas no cambian; cambiamos nosotros”. – Henry David Thoureau.
En política, los tiempos son mensajes. Y los mensajes, cuando se construyen con precisión quirúrgica, definen liderazgos. La gobernadora Rocío Nahle García acaba de enviar uno contundente: Veracruz no será rehén ni de ambiciones personales, ni de redes de corrupción heredadas, ni de operadores que confunden el poder con patente de impunidad. Su reciente anuncio de ajustes en varias dependencias estatales —y particularmente en el ámbito educativo— confirma que el Gobierno del Estado ha entrado en una etapa decisiva de reordenamiento institucional.
La designación del ingeniero Rodolfo Torres Velázquez como nuevo rector de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV) no es un simple movimiento administrativo. Es una señal de Estado. Desde su creación en el primer día del gobierno de Javier Duarte, la UPAV ha cargado con un historial de cuestionamientos sobre la opacidad en el manejo de sus recursos y la ausencia de controles reales, convirtiéndose en terreno fértil para intereses políticos y financieros que poco o nada tienen que ver con el derecho a la educación.
En ese contexto, la decisión de Nahle implica un golpe directo a esa estructura. Y no es casual: la universidad ha estado en el centro de una tormenta política que involucra a la actual titular de la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV), Claudia Tello Espinosa, sobre quien pesan señalamientos públicos de malversación, presunto blanqueo de recursos y presunta utilización política de los fondos de la institución. Las acusaciones, que se han multiplicado en los últimos meses, hablan de la presunta desaparición de aproximadamente 400 millones de pesos, recursos cuya falta de comprobación ya provocó movilizaciones masivas de docentes, bloqueos y protestas que colocaron a Xalapa al borde del colapso.
Más allá de que estos señalamientos deban sujetarse a procesos legales y auditorías formales —como corresponde en un Estado de derecho—, el simple impacto político que generan obliga al Gobierno del Estado a actuar. Y Nahle lo ha hecho.
La maniobra ante la insurgencia interna
Pero la dimensión del movimiento no se explica sólo desde la perspectiva administrativa. Tello no ha sido señalada únicamente por anomalías financieras, sino por su presunta vinculación con un proyecto político paralelo: el del senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara, quien busca posicionarse como sucesor natural de Nahle bajo la premisa de una eventual revocación de mandato o debilitamiento de la actual administración.
Es una jugada de alto riesgo político: no solo erosiona la unidad interna de Morena, sino que alimenta la narrativa de la oposición, especialmente del llamado Clan Yunista y de figuras como José Francisco Yunes Zorrilla, que han encontrado en la infodemia un instrumento para sembrar incertidumbre y para sostener el discurso de que “solo con ellos las cosas estarían mejor”.
El timing de los ajustes revela que Nahle comprendió la naturaleza de esta ofensiva. Cancelar la operación política que, según diversas versiones, estaba utilizando a la UPAV como caja financiera, implica desactivar no solo una estructura económica sino también una maquinaria narrativa que buscaba presentarla como una mandataria debilitada.
En ese sentido, el nombramiento de Torres Velázquez, un perfil técnico y ajeno a las pugnas internas, representa un mensaje de control y recomposición: la educación pública no será botín político de nadie.
La protesta docente como punto de inflexión
La inconformidad de los docentes de la UPAV no fue un incidente menor. Fue un síntoma. Un síntoma de un sistema educativo que no estaba recibiendo claridad ni certidumbre sobre el destino de sus recursos. La presión social fue creciendo hasta obligar a replantear todo el esquema de operación de la institución.
No debe minimizarse el impacto: mientras los maestros protestaban por falta de pagos y por la desaparición de fondos, el discurso opositor intentaba manipular el conflicto para presentarlo como evidencia de incapacidad gubernamental.
Sin embargo, Nahle optó por una respuesta de fondo: intervenir la estructura, aclarar las cuentas y reestablecer la gobernanza institucional. Una decisión que no solo exhibe capacidad de control, sino visión estratégica: cortar de raíz los espacios donde la mezcla de opacidad financiera y ambiciones políticas podía incubar un conflicto mayor.
El papel de David Jiménez: un operador silencioso pero decisivo
Detrás de estas decisiones hay nombres que no siempre aparecen en los titulares, pero cuyas funciones son determinantes. Uno de ellos es David Jiménez, quien ha asumido la tarea de monitorear, documentar e informar a la gobernadora sobre los efectos de la operación política de Huerta y de la red que, según diversas versiones, se había incrustado en sectores de la SEV y de la UPAV.
Jiménez ha sido descrito como un operador institucional disciplinado, capaz de generar diagnósticos puntuales sin caer en protagonismos. Su rol ha sido crucial para exponer los daños administrativos y los riesgos políticos que implicaba mantener a ciertos actores en posiciones estratégicas; riesgos que no solo amenazaban la estabilidad interna del gobierno, sino que alimentaban los discursos de misoginia política que algunos opositores —y pseudo-morenistas— han intentado usar para desacreditar a Nahle.
Contra la infodemia: Estado, firmeza y estrategia
Los ajustes anunciados forman parte de una estrategia más amplia: combatir la infodemia que se ha convertido en arma favorita de los actores que buscan desestabilizar al gobierno estatal. Desde campañas en redes hasta columnas financiadas, el objetivo ha sido desgastar la imagen de la mandataria. Pero la respuesta de Nahle no ha sido reactiva, sino estructural: cerrar los espacios donde la desinformación puede operar apoyándose en vacíos institucionales.
El mensaje es claro: un gobierno fuerte no responde a golpes mediáticos, sino reconstruyendo los cimientos administrativos que otros han intentado usar en su contra.
Un acto de estadista
En el clima político actual, marcado por la estridencia, la desinformación y el oportunismo, los movimientos impulsivos abundan. Lo que no abunda es el gesto de estadista: anticiparse a la crisis, prevenir la fractura, restaurar la institucionalidad y enviar señales de autoridad sin caer en confrontaciones estériles.
Nahle acaba de demostrar que entiende perfectamente esa diferencia.
Su gobierno inicia una nueva etapa: una donde el liderazgo no se mide por el ruido mediático, sino por la capacidad de ordenar, corregir y fortalecer el aparato público frente a amenazas internas y externas.
La reconfiguración de la SEV y de la UPAV es apenas el inicio. Pero es, sin duda, una declaración de rumbo.
Al tiempo.
“X” antes Twitter: @LuisBaqueiro_mx












