*”LINOTIPIA.
/ Peniley Ramírez /
La ivermectina es un medicamento que se utiliza para tratar parásitos en vacas y caballos. En humanos, se receta usualmente para combatir los piojos y como antiparasitario. Desde 2020, miles de personas en México han recibido este medicamento para tratar el Covid-19 por recomendación médica, en el IMSS, o en estados como Guanajuato y Tamaulipas. A pesar de que hubo alertas tempranas sobre su poca efectividad, la Ciudad de México pagó más de 25 millones de pesos por adjudicación directa por cientos de miles de pastillas de ivermectina a empresas de bajo perfil.
En diciembre de 2020, México enfrentaba el peor momento de la pandemia, con los hospitales saturados. Doctores del IMSS y de hospitales de la ciudad recibieron una instrucción: debían entregar a los pacientes no graves unos kits con medicamentos, entre ellos la ivermectina. Cada día, debían llevar registro de kits recibidos y entregados. “Parecía que querían tener algo más sustantivo que agregarle al kit, no solo paracetamol”, me dijo un doctor que recibió la instrucción.
En enero, expertos argentinos y especialistas mexicanos de institutos nacionales, el IMSS y el centro Citibanamex (que operaba como hospital Covid) se reunieron a debatir tratamientos. Varios participantes de la reunión me dijeron que desde el IMSS y el gobierno de la ciudad presionaron para que la ivermectina se usara de forma masiva en pacientes no graves. Los representantes del Instituto Nacional de Nutrición y del centro Citibanamex anunciaron que no la usarían, porque no había evidencia robusta de su efectividad. La someterían a un estudio clínico controlado.
Meses después, más estudios y expertos cuestionaron la ivermectina. El más reciente se publicó esta semana en el New England Journal of Medicine, una de las revistas con más prestigio en medicina en el mundo. Concluye: este medicamento no debe usarse para Covid. Antes de este punto, miles de personas se trataron con ivermectina en sus casas, mientras empeoraban antes de llegar graves al hospital, y un puñado de empresas logró buenos negocios para proveer el medicamento. El gobierno capitalino me respondió que la adjudicación directa fue para garantizar la atención en la emergencia.
La ciudad contrató a la empresa Zerifar por 12 millones para proveer ivermectina (como también reportó Animal Político). Zerifar fue creada en 1998 y tuvo apenas 1.2 millones en contratos en la última década, muestran registros públicos. Después contrataron por más de cinco millones a Productos Ludica, e Itupharma, otras compañías con escasas ventas públicas anteriores. Proveedores más establecidos, como Hi Tec Medical y Farmacenter, ganaron otros 18 millones.
En enero de 2021 contrataron a Atlantis Operadora por 1.7 millones. Atlantis fue creada en diciembre de 2018 y es propiedad de otra empresa, a su vez controlada por otra corporación, establecida en Panamá en 2019. Desde su fundación, los dueños de Atlantis -que no se identifican como especialistas en nada relacionado con medicina en sus registros corporativos- han ganado más de 500 millones de pesos en contratos públicos. El medio Emeequis encontró que uno de los contratos lo ganaron con una filial, cuyo dueño era un joven pasante de medicina.
En mayo de 2021, empleados de la Ciudad de México publicaron un artículo sobre la ivermectina. Decían que lograba “una reducción de la hospitalización”. The Poynter Institute, la institución mundial con más prestigio en verificación de datos, catalogó el artículo como “falso”.
En agosto, la guía clínica para Covid del gobierno de México publicó que la ivermectina no tenía “ningún beneficio con nivel de evidencia adecuado”. Una vocera del gobierno local me confirmó que solo después, en septiembre, la ciudad dejó de usarla.
Si bien este medicamento no empeora a los pacientes con Covid, sí genera una falsa expectativa de curación. Especialistas que han trabajado toda la pandemia con pacientes graves me dijeron que muchos pacientes que llegaban muy delicados al hospital antes se trataron en casa con ivermectina. Falta por entender mejor por qué algunos gobiernos impulsaron con vehemencia su uso, que dejó solo algunos beneficiarios, en un país con un severo déficit de medicamentos necesarios y urgentes.
