* En contextos de violencia, las mujeres siguen siendo blanco de agresiones que buscan castigar, humillar y silenciar.
09.09.2025 VepalKatmandú, Nepal — La crisis política que sacude a Nepal alcanzó este martes un punto de quiebre trágico y profundamente alarmante. Rajyalaxmi Chitrakar, esposa del ex primer ministro Jhalanath Khanal, murió tras sufrir quemaduras graves cuando manifestantes incendiaron su vivienda con ella dentro. El ataque, perpetrado en el barrio de Dallu, se enmarca en una jornada de violencia sistemática contra figuras políticas y sus familias, en medio de una revuelta encabezada por el movimiento juvenil autodenominado “Generación Z”.
Chitrakar fue trasladada en estado crítico al Hospital de Quemados de Kirtipur, donde falleció durante el tratamiento. Su muerte se suma a las de tres manifestantes en el Hospital Civil y otras dos personas en un tiroteo en Kalimati, elevando el saldo total de víctimas mortales a 25 desde el inicio de las protestas.
**Violencia estructural y ataques dirigidos: mujeres en la línea de fuego**
La violencia no ha sido aleatoria. Residencias privadas de líderes políticos fueron blanco de ataques, incluyendo la del recién dimitido primer ministro K. P. Sharma Oli y la del ex primer ministro Sher Bahadur Deuba. En este último caso, su esposa, Arzu Rana Deuba —actual ministra de Exteriores— también fue agredida, en un episodio captado en imágenes que circulan ampliamente en redes sociales.
Estos hechos evidencian una dimensión de género en la violencia política: las mujeres vinculadas a figuras públicas están siendo atacadas no por sus cargos, sino por su cercanía a estructuras de poder. Esta lógica de castigo colectivo refuerza patrones patriarcales que instrumentalizan los cuerpos de las mujeres como territorio de venganza política.
Instituciones bajo fuego: Parlamento, Presidencia y medios de comunicación
La revuelta se extendió a edificios oficiales, incluyendo el Parlamento, la Oficina de la Presidencia y el Tribunal Supremo. También se reportaron ataques a medios de comunicación, como el complejo de Kantipur, el grupo de prensa más importante del país. La quema de estos espacios representa no solo una crisis de gobernabilidad, sino un intento de silenciar voces y borrar símbolos institucionales.
El detonante: censura digital y hartazgo generacional
Las protestas fueron detonadas por la decisión del gobierno de bloquear el acceso a 26 plataformas digitales, entre ellas Facebook, Instagram y TikTok. Jóvenes nepalíes interpretaron esta medida como un ataque directo a la libertad de expresión, en un contexto marcado por el desempleo, la corrupción y el nepotismo. La etiqueta #nepobabies, que denuncia los privilegios de hijos e hijas de políticos, se volvió viral días antes del estallido.
Llamados a la paz en medio del caos
El Ejército de Nepal emitió un comunicado apelando a la calma y al diálogo político para evitar más pérdidas humanas y materiales. El alcalde de Katmandú, Balendra Shah, se sumó al llamado, instando a la población a ejercer moderación. Sin embargo, la renuncia del primer ministro Oli y varios de sus ministros no ha logrado contener la indignación social ni frenar la espiral de violencia.
La muerte de Rajyalaxmi Chitrakar no es solo una tragedia personal: es un síntoma de una crisis que desborda lo político y se instala en lo humano. En contextos de violencia, las mujeres siguen siendo blanco de agresiones que buscan castigar, humillar y silenciar. La respuesta institucional debe ser firme, pero también profundamente transformadora.