Carlos Loret de Mola
El presidente López Obrador no habló de feminicidios en su conferencia mañanera del lunes. No lo hizo aun cuando la conversación en las benditas redes sociales todo el fin de semana fue el caso de Jessica González Villaseñor, maestra de 21 años de edad, cuyo cadáver apareció en Morelia tras cinco días sin saber de ella.
En Saltillo, Coahuila, encontraron el cuerpo de Alondra Elizabeth Gallegos, de 20 años, tras varios días desaparecida. Estaba en una bolsa de plástico dentro de un tambo de ropa.
En Tepic, Nayarit, el domingo por la tarde, Michelle Aylín, una niña de tan sólo 3 años murió tras ser víctima de abuso.
En Tequisquiapan, Querétaro, hubo manifestaciones el fin de semana para exigir justicia por la muerte de Noemí, ocurrida el viernes.
Mientras todo esto sucedió el fin de semana, el presidente no habló de feminicidios en la mañanera del lunes.
SACIAMORBOS
1.- Lo entrevisté la semana pasada. Fue estrujante su relato. Me dijo que el presidente no lo fue a visitar. Me dio la impresión de que ni siquiera le llamó por teléfono. El entrevistado claramente quiso ser respetuoso del primer mandatario, no quiso entrar a detalle ni contestó directamente, pero me dio esa impresión: que el presidente no fue capaz de un gesto mínimo de empatía ni con alguien que se juega la vida por un gobierno de su partido.
2.- Primero estuvo en contra de las pruebas de Covid-19. Luego estuvo en contra de los cubrebocas. Y ahora prepárense para la nueva temporada: ¡está también en contra de la vacuna! En varias reuniones a puerta cerrada, el rockstar se ha mostrado displicente, minimizando la importancia de que pronto se vaya a tener una vacuna contra el coronavirus. Desliza por aquí y por allá que los experimentos se están haciendo muy rápido, que se pueden saltar protocolos de seguridad; vamos, que no cree que las primeras vacunas vayan a ser buenas contra el virus. Esto, desde luego, lo ha puesto de nuevo en choque con quien ha dedicado buena parte de su agenda a conseguir arreglos con farmacéuticas y países que están en vías de producción del antídoto.
3.- ¿Qué hacemos con los ricos?, se preguntó el otro día el presidente López Obrador, aludiendo a que su gobierno es austero y enfocado en los pobres. Él mismo no ha podido contestarse qué hacer con los ricos de su equipo. Varios de ellos son millonarios y exhiben su riqueza sin complejos. Hacen bien: si tienen la conciencia tranquila y todo su dinero tiene procedencia legal, no tendrían nada que temer. El problema es la estigmatización que hace el presidente: López Obrador sospecha que detrás de cada empresario exitoso hay un delincuente en potencia. Pues bueno, recién se dejó ver con una chamarra Brunello Cucinelli —valuada en 45 mil pesos— el gobernador de Baja California, el morenista Jaime Bonilla, gran amigo del presidente. La paradoja se repite una y otra vez.