*Palabra de Mujer.
/ Billie J Parker /
Revictimizar a la presidenta no es crítica política, es violencia de género. Minimizar o desvirtuar con sus teorías conspiracionistas el acoso que sufrió Claudia Sheinbaum, compararla con celebridades y burlarse de su reacción no solo perpetúa estereotipos machistas, sino que revela una profunda incomprensión del derecho de las mujeres a vivir sin agresiones, incluso -y sobre todo- cuando ocupan el cargo más alto del Estado.
Columnistas se solazan en sus versiones machistas y tratan de justificarse con que es una crítica legítima al gobierno. Lo contrario, es un ejemplo claro de revictimización mediática, de esa violencia simbólica que se disfraza de sátira política para justificar el acoso sexual y ridiculizar la dignidad de una mujer que, por primera vez en la historia de México, ocupa la presidencia. No lo soportan.
Ni que decir de los comentarios en los chats de los integrantes de clubes que denostan mujeres desde que amanece hasta que anochece, que con sonra se ríen de uno de los delitos estructurales que conforman los feminicidios.
Siguen construyendo una sociedad violenta para ellas ¿Tendrán hijas, nietas, madres o esposas? No tienen idea de lo que propician y parece mentira que la madurez no los ilumine; la mayoria son de la tercera edad. Los jóvenes son mucho más conscientes de las implicaciones de sus palabras.
Si algo deja esta andanada de burlas a un acto reprobable es que se exhiben solitos y demuestran el nivel de violencia que ocultan contra las mujeres, niñas y adolescentes.
Claudia Sheinbaum fue víctima de una agresión en vía pública. Un hombre la tocó sin su consentimiento mientras caminaba por el Centro Histórico. Lo que siguió fue una cadena de reacciones que, lejos de condenar el acto, lo minimizaron, lo burlaron, lo usaron como distractor político para sus fines machistas y justificar sus insultos y misoginia.
En ese proceso, se le exigió que reaccionara “como cualquier mujer agraviada”. Que cacheteara, que se ofendiera, que hiciera espectáculo. Como si el dolor, la indignación o la dignidad tuvieran que validarse con gestos teatrales para ser creíbles.
Compararla con Paris Hilton o las Kardashian, insinuar que fue “paseada” como una mascota, y acusarla de “autovictimizarse” por hablar del acoso que sufrió, no es solo misógino. Es profundamente ignorante del contexto y la dimensión de la violencia que viven las mujeres en México.
Si esto le ocurre a la presidenta, ¿qué pasa con las jóvenes, con las trabajadoras, con las estudiantes que no tienen escoltas ni cámaras alrededor, ni viven en grandes urbes como CDMX.
El enfoque de género exige entender que el acoso no se mide por la reacción de la víctima, sino por el acto mismo. Mienten al señalar que fue un montaje. Ella no se prestaría a eso a costa de su dignidad como algunas mujeres y hombres patriarcales afirman.
No entienden que la revictimización ocurre cuando se culpa, se ridiculiza o se deslegitima a quien denuncia. Que la dignidad femenina no es un tema menor ni un distractor, sino una deuda histórica en un país donde cada día se registran miles de agresiones contra mujeres y muchas acaban en la morgue, gracias al desprecio de estos sujetos en sus letras, en su machista narrativa, en su burla para sentirse hombrecitos.
Y sí, el asesinato de Carlos Manzo merece atención, justicia y memoria. Pero usar ese crimen para invalidar la denuncia de acoso a Sheinbaum es una forma de competencia entre violencias que solo beneficia a los agresores.
No hay que elegir entre hablar de impunidad o hablar de acoso, es un dilema falso. Ambos son síntomas de un sistema que desprecia la vida, la dignidad y la verdad.
Los machistas no entienden que no entienden. No entienden que el cuerpo de una mujer no es territorio público.
No entienden que la crítica política no necesita burlarse del dolor. No entienden que la dignidad no se negocia. Y no entienden que, al revictimizar a la presidenta, están revictimizando a todas. Dan pena.
