No llegamos todas señora presidenta.

  • Palabra de Antígona.

/SARA LOVERA/

Este 8 de marzo las mujeres le dijeron a la presidenta de  la República, Claudia Sheinbaum Pardo, que su slogan es una frase vacía, que “no llegamos todas”, que no hay diálogo, ni  presupuesto, ni combate a la impunidad ni  planes y programas de igualdad y que las dádivas económicas  no resuelven ni empleo, ni pobreza, ni salud, ni educación.

La colectivas este 8M me  recordaron cómo éstas crecieron y se multiplicaron  desde que  como jefa de gobierno las calificó de provocadoras y manipulas por la derecha;  que no da expectativas de libertad y democracia porque cuando se manifiestan encuentran sólo  vallas y policías. La iconoclasia se criminaliza. Que buscadoras y madres del feminicidio esperan hace cinco meses un guiño, una palabra, una acción, algo y son grandes las filas de despedidas del sector público; las adultas mayores tienen que comprar sus medicamentos y miles se sienten inseguras en sus ciudades.

La presidenta  este 8M, el primero que le toca como jefa de Estado fue, seguramente, un fracaso personal, si su propósito era revertir el distanciamiento con las feministas, sus demandas y movilizaciones  que la caracterizó como Jefa de Gobierno y hoy está consciente de enmendar.

Desde agosto de 2019, cuando fue viral la diamantina rosada, simplicidad genial, que echaron a Jesús Orta, jefe de la policía por no actuar ante  la violación de policías contra una joven de 17 años en Azcapotzalco, la hoy presidenta lo vivió  personal y enseguida las calificó como enemigas y  “enviadas por el PRD”.

Meses después,  puso en peligro a la ejecutiva Beatriz Gasca Acevedo, a quien llamó  públicamente infiltrada con intereses aviesos, y dijo que era la   autora de  la ocupación de la CNDH ubicada  en el centro de la ciudad. Un desplegado firmado por cientos de feministas y académicas, le demostró  que era una feminista  que sólo llevó comida a las okupas. La hoy presidenta  nunca le dio una disculpa pública, como se le solicitó.

En 2020  convalidó poner vallas en Palacio Nacional, edificios y monumentos públicos, en bancos y comercios durante las manifestaciones feministas;  se negó rotundamente a dialogar con grupos de mujeres y abogadas de las integrantes del Bloque Negro detenidas y otras feministas que propusieron mesas de análisis para ahondar sobre ese bloque;  durante su campaña presidencial, se negó a recibir propuestas de grupos feministas  para su plan de igualdad, mismo que quedó  en el limbo tras la creación de la Secretaría de las Mujeres, donde no hay cabida para la sociedad civil.

No puedo  tomar  en serio el decálogo de este 8 de marzo porque no hay novedad y esas “acciones” ya están en marcha y son puramente ideológicas o históricas en mayoría.

En estos meses de su  gobierno se desmanteló la Comisión Nacional de Prevención y Erradicación de la Violencia y se nulificó el  Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas, únicos dos mecanismos de prevención de la violencia de género; cuando  anuncia crear  200 centros infantiles, no se compara con  las 9 mil estancias infantiles cerradas hace cinco años.

Su encendida arenga de “ni un feminicidio más, ni un golpe, ni una palabra violenta contra las mujeres” suena a puro discurso  puesto que se mantiene el vaciado del el  presupuesto para la igualdad en 2025. Convalidó antes y después de su candidatura presidencial el recorte de recursos de las comisiones de búsqueda y hoy son las buscadoras quienes localizan a  sus desaparecidos o desaparecidas y hacen ese trabajo.

Del lema  “es tiempo de mujeres”, piensan las colectivas, las madres y las feministas, como se escribió en  carteles, consignas, música y canciones, que vimos y oímos el sábado, es un tiempo imaginario. Veremos