Francisco Cabral Bravo
Lo dijimos en este espacio y volvemos a insistir en el tema, desde hace algún tiempo, el debate público en México no ha logrado crear un espacio común de entretenimiento entre el gobierno y sectores de la sociedad que critican sus decisiones. Se ha culpado a la polarización ideológica de cancelar los espacios de diálogo, pero esa es una explicación en todo caso parcial a lo que ocurre. Siempre ha existido cierta polarización ideológica, y previsiblemente, ésta se vuelve más profunda en tanto nos acercamos a los extremos, como lo ha dicho Alejandro Moreno, quién ha encontrado que “entre más hacia los extremos (ideológicos) se ubican los entrevistados (en sus encuestas) más polarización política perciben. Y entre más moderada es su postura, menos polarización ven”.
El anónimo autor detrás de State Star Codex, un popular blog sobre ciencia, medicina, filosofía y política propone una forma de diseccionar este conflicto político utilizando dos teorías que pueden ayudar entender el por qué se han cancelado los espacios de diálogo en algunas democracias estas son la “teoría del error y la teoría del conflicto”.
Las teorías del conflicto ven a la política como una guerra sin cuartel.
La democracia mexicana, con todos sus defectos, permitía mantener espacios de diálogo a pesar de las diferencias ideológicas, y con algunas limitaciones, había hasta hace poco una discusión abierta y productiva, que tenía como principales escenarios Congreso, y los medios de comunicación. Hoy estamos frente a un conflicto político que va más allá de las ideologías y opiniones, y que está más bien impreso en una confrontación de dos sistemas de creencias que materialmente ha cancelado los mecanismos democráticos para alcanzar acuerdos.
El término gobernanza va más allá de la gobernabilidad. No sólo se refiere a la aceptación de un sistema político y sus autoridades. Implica una participación de las comunidades en el diseño de las políticas públicas para su beneficio. Se debe contar con la disposición de las autoridades de escuchar y de incorporar los elementos que pueden ayudar a mejorar las medidas en beneficio de todos.
Lo contrario es el centralismo, el autoritarismo, que considera que el gobierno tiene la verdad, sea o no correcto, en aras de un control político y económico, muchas veces fallidos.
En México desgraciadamente hay oídos sordos a las organizaciones de la sociedad.
Con ayudas sociales y obras monumentales y poco rentables, hoy surge de nuevo el afán monopólico de política y economía.
Los monopolios son siempre nefastos. Controlan el mercado, los precios y las tarifas.
México desarrollo dos monopolios: el petróleo y la electricidad.
En su momento eran muy rentables y aportaban buena parte de los ingresos federales. Los servicios, malos y caros. A la fecha una queja contra CFE no procede casi nunca. Pagas o te quedas sin servicio.
Las tecnologías han evolucionado a gran velocidad. Se abrieron los mercados y surgió la Globalización. El internet rompió barreras de tiempo y espacio. Los países se especializaron para competir a nivel mundial en sus áreas de oportunidad. Hoy México es un exportador de productos agropecuarios. Es líder en la venta de vehículos y empezó a mejorar la competividad de su economía a través de infraestructura y mejores precios y servicios a los consumidores. El caso más exitoso fué en telecomunicaciones.
Avanzó el combate a la pobreza. No se rompió el paternalismo a través de la participación comunitaria, aunque en los lineamientos sea un requisito. Empiezan los rechazos a obras o servicios nuevos por parte de la población. A veces proyecto se cancelan, a veces se imponen.
Depende de la capacidad de organización de la sociedad, de la agenda mediática y de gobierno.
Hoy hay proyectos que amenazan la economía y la política. No se consideran las opiniones de expertos ni de sociedad civil. Ya pasó con las refinerías. El petróleo mexicano es muy pesado y para refinar debe mezclarse con otros más ligeros, lo que encarece el proceso y entorpece el abasto. De ahí la necesidad de importar, que aún prevalece y que impulsa nuevas inversiones públicas poco rentables que han afectado a Pemex y su calificación.
Se regresó al subsidio de gasolina, para evitar inflación.
La iniciativa preferente, que ya implica un no acuerdo presentación, busca frenar la inversión privada en energías limpias. Un retroceso que nos costará cerca de un 17% de aumento en tarifas de CFE, pone en riesgo el suministro, y viola contratos de inversiones, conforme Tratados Internacionales. A ver qué tan caro resulta el litigio por favorecer a CFE como monopólica.
AMLO dice que no hay piso parejo porque las empresas privadas producen a menores costos energías limpias, le quita mercado a CFE, y le venden caro. Lo cual es una falsedad.
En México y en el mundo son más baratas las energías limpias, menos contaminantes y aumenta aceleradamente su producción. Aquí metemos reversa al desarrollo, a la competividad porque empresas requieren de insumos baratos, buenos, confiables y de certeza jurídica. Los apagones afectan a familias, pero sobre todo empresas, algunas, en forma definitiva, para su producción.
Y así se ve el panorama futuro.
El Congreso debe decidir, pero como es una reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, Morena y sus aliados cuentan con los votos para probarla, aun cuando se vengan amparos y controversias internacionales. Si bien el PVEM ha expresado algunas críticas, su voto seguramente lo otorgará al bloque.
La otra iniciativa para regular las redes sociales y sus contenidos, resulta paradójica con el clima de libertades que impera hoy en el mundo entero. Las plataformas son sólo vehículos de una nueva forma de participación social que debe ser escuchada, aún con sus excesos.
No importa que haya más pobres. No importa que aumente el costo de la energía eléctrica. No importa que seamos competitivos por prácticas monopólicas. No interesa la gobernanza, ni la gente, sólo el control político y económico de la actual administración.