/Testigo Púrpura.com/Por: Marie Juliette Urrutia Leiva/Trokiñ Peyepeyen//
Ni la pantalla ni kilómetros de distancia lograron separar nuestra conversación, desde San Cristóbal de Las Casas (Chiapas, México) hasta la sede del sindicato de trabajadoras de casa particular en Santiago de Chile, donde se encontraba María Cotal Neira, un día domingo por la tarde destinado a tejer puentes de experiencias y proyecciones de la organización de trabajadoras de casa particular, un momento acontecido por la vida laboral-dirigencial de la compañera. Memorias de organización que datan de 1926 hasta el presente y hoy, que se conmemora el día internacional contra la violencia hacia las mujeres, se vuelve urgente problematizar el respeto a los derechos laborales del trabajo doméstico ejercido principalmente por mujeres, la búsqueda permanente por parte de este rubro a la conquista de estos, así como también, preguntarnos por las violencias contra trabajadoras mediante el develamiento de la precarización laboral en contexto de pandemia.
María Cotal, mujer de carácter y voz fuerte proveniente de Coelemu, Región del Ñuble, Chile. Quien en todo momento mantuvo lápiz en mano para destacar de vez en cuando ideas y proyecciones para la Federación de Sindicatos de Trabajadoras de Casa Particular de Chile (FESINTRACAP), organización de la cual es presidenta. El sonido del bolígrafo permeaba nuestra reunión virtual marcado el tiempo de silencio acompañado por su rápida escritura como pulsión imaginativa. Una conversación que nos hizo reflexionar sobre las proyecciones de la organización sindical, el develamiento de las condiciones laborales desiguales que condujo la pandemia, la histórica lucha por la reivindicación de ser llamadas trabajadoras del hogar, la problematización de la frase ‘‘somos como de la familia’’, como también, un llamado a sus empleadoras para que presten atención solidaria a las demandas de trabajadoras de casa particular. Un conversación que lejos de dejar conclusiones, sigue abriendo rutas.
Mujer, madre, hija, nieta, trabajadora del hogar y dirigente social convencida de la justa búsqueda por el reconocimientos de derechos laborales, tantas posiciones que cruzan a una sola persona. Tal vez, podríamos nombrarla en los mismo término que ella se define, una mujer luchadora: ‘‘es difícil hacer un análisis de uno mismo. Soy muy autocrítica, me estudio a mí misma, me corrijo a mí misma. Yo soy una mujer luchadora que le he peleado duro a la vida, me he sobrepuesto a las dificultades y muchos dolores. Yo me considero de esta clase, una mujer guerrera’’. Aunque también se define desde la sensibilidad, siendo enfática en señalar que desarrolló desde muy joven la capacidad de ser sensible con el sufrimiento ajeno.
Nacida en Coelemu, desde donde aprendió mediante la observación el rubro agrícola y forestal desarrollado por su familia, adquirió el aprendizaje del trabajo de la tierra y la organización campesina. Permanece en ella el férreo recuerdo de su abuelo paterno Segundo del Rosario Neira Villegas, campesino militante del Partido Comunista y luchador por la tierra para quien la trabaja durante la Reforma Agraria en Chile. Su nieta, desde la actualidad, mira al pasado y se pregunta por qué su abuelo, siendo que se había desempeñado como dirigente en la lucha por la tierra, se quedó sin un metro de ésta después de la Dictadura Militar. Al destacar su interrogante ella misma busca respuesta: ‘‘Mi abuelo era analfabeto, pero muy inteligente y astuto, participó en la reforma agraria. Yo en esa época no lo entendía, aunque ahora sí lo entiendo […] Yo ahora, como me ha tocado y elegí defender los derechos de mis compañeras, entiendo que uno no lucha por uno, si no que por los demás, eso hacía mi abuelo’’.
Se desempeñó como trabajadora en una empresa forestal donde se sindicalizó en la década de 1980. Cuando la jefatura se enteró de la organización de los y las trabajadoras, despidió a las principales dirigencia donde se encontraba la actual presidenta de FESINTRACAP. Viendo este escenario, Cotal recibe el consejo de una amiga sobre la posibilidad de ir a Santiago a trabajar en casa a lo que ella se cuestiona porque toda su vida había destinado su fuerza laboral fuera de casa, argumentando que las cuestiones domésticos no eran su principal fuerte. Al tiempo, decide aventurarse, como lo destacó en la conversación, a su actual trabajo, vida en el barrio y proyecciones:
¿Por qué y cuando decidió organizarse en un sindicato de trabajadoras de casa particular?
María Cotal Neira: ‘‘Comencé a observar a las trabajadoras del barrio. En las mañanas a mí me gustaba mucho la actividad física, así, a las 6 de la mañana antes de empezar a trabajar, veía a mis compañeras paseando al perro y en la noche salía a darme vuelta con mis compañeras de trabajo de la casa de al lado y todavía estaba con el perro arrastrando. Ahí yo decía: si esta mujer se levanta a las seis de la mañana y son las once de la noche y aún sigue trabajando. Empecé a conversar con ella a preguntarle a qué hora descansaba. Entonces me decía: ‘‘yo normalmente me voy a mi cuarto a las 12 de la noche’’, le preguntaba a qué hora se levantaba y me decía que a las seis de la mañana.
La otra experiencia es de una caminata nocturna con una compañera que éramos bien yuntas, la Margarita. Una noche cualquier veníamos de estar en un bar, día viernes o sábado, éramos más jóvenes. Nos encontramos a una niña peruana llorando sentada en una cuneta en el barrio. Pensábamos que alguien le había hecho algo o la había dejado tirada. Nos acercamos a ella como mujeres solidarias preguntándole qué le pasaba, a lo que responde: ‘‘es que la señito me acaba de botar’’. A la 1 de la mañana lanzó a esta niña a la calle, a una trabajadora peruana. Margarita, mi amiga y compañera, que trabajaba en la casa de al lado de donde yo trabajaba, tenía un departamentito de servicio, así que ella se la llevó esa noche a dormir para cuidarla. Cómo la íbamos a dejar en la calle. El día lunes la acompañamos a la inspección del trabajo para hacer la denuncia.
Todas esas cosas fueron colmando la intolerancia y la indiferencia. Hay una mujer mayor que a las tantas de la mañana está paseando al perro y a las tantas de la noche saca de nuevo al perro luego de jornadas intensas de trabajo. Por otro lado, hay otra trabajadora lanzada la calle por su empleadora. Esto no puede ser, me decía a mí misma. Todo eso se fue juntando y comenzó a nacer la necesidad de organizar y defender. Una necesidad de buscar justicia por aquellas compañeras que veía en el barrio. Nunca había escuchado al sindicato y en esta búsqueda conocí a Emilia Solís, la escuché en la radio de aquella época, Nuevo Mundo, le llamaban. La escuché un 1° de mayo quien señalaba la importancia de formar parte del sindicato, un llamado a reivindicar la lucha. A través de ella conocí las otras organizaciones y sus historias. Ahí yo me pregunté dónde estuve yo tanto años que nunca escuché hablar de estas organizaciones.
Hasta ahora los sindicatos son de lucha activa y no de sumisión, ni de obediencia. Me empecé a encantar con la historia del sindicato. Donde se necesitaba un bloque, allá aparecía yo. Empecé a conocer los Sintracap de regiones que también resistieron a la dictadura y fueron combativos. Me enamoré de esto. Aunque no todo el mundo se atreve a decirlo públicamente, pero hay momentos en que, agobiada por el trabajo, por asuntos familiares que nunca faltan y a veces que una en las organizaciones se encuentra cierto grado de resistencia por el hecho de que nuestro sector existe mucho el desclase. Es bien alto el porcentaje de desclase, cuando uno plantea ciertos temas a nuestras compañeras que van dirigidos hacia la clase mandante.
Algunas compañeras se ponen en el lugar de sus empleadores o de sus patrones, como dicen ellas. Muchas no empatizan con el dolor y sufrimiento de otras compañeras que a lo mejor no tienen las garantías y beneficios que ellas tienen con sus empleadores. Entonces hay un cierto grado de poca empatía de nuestro sector que a esta altura de mi vida pienso que es por el desclase, perdiendo de vista de dónde somos, a qué vinimos y quién es nuestra gente y a quienes debemos cuidar y proteger. A veces uno está tan cansado de esto que digo ‘‘¡hasta aquí no más!’’. Pero después uno descansa, se tranquiliza y vuelve a la lucha. Yo creo que a muchas dirigentes les debe pasar eso’’.
En contexto de pandemia se visibilizó las reivindicaciones de trabajadoras de casa particular para acceder al Seguro de Cesantía, una demanda histórica desde los diversos sindicatos. ¿Usted cree que esta es una ganancia de parte del movimiento?
María Cotal Neira: ‘‘¿Ganancias?, Es difícil encontrar ganancias cuando hay tanto sufrimiento. Cuando uno sabe a ciencia cierta que las lágrimas fueron de verdad. Es muy difícil nombrar ganancias, el hecho de que el gobierno estuviera dispuesto a presentar un proyecto de ley para ingresarnos a nosotras las trabajadoras al Seguro de Cesantía es una deuda que se tenía con nosotras. Llegó tarde, pero esperamos que haya flexibilidad en nuestro sector, pensando que hay un gran universo de trabajadoras de casa particular que quedaron absolutamente desprotegidas, solas y sin ayuda económica como debería ser en tiempo de pandemia desde el Estado. Es una demanda que está en el petitorio histórico de las organizaciones sindicales de trabajadoras de casa. Además, porque también el convenio 189 de la OIT le exige al Estado chileno igualdad de compensación para nosotras al igual que todos los trabajadores. El Estado sólo está cumpliendo con ese convenio que fue ratificado por el Estado chileno en el 2015.
Aunque hay un aspecto también que me gusta resaltar, decir las cosas como son, hay un número no menor de compañeras que desconocen este sistema y le tienen miedo. Se nos ha acusado de que incluso nosotras negociamos con el gobierno. Cómo es posible que nos agredan de esta forma. Es tremendamente doloroso porque no alcanzas a visualizar esa garantía y beneficio. Cuando nos encontramos con estas compañeras que no están organizadas para entender cómo funciona un sistema, que nosotras por nuestra experiencia, creemos que es una garantía. Insisto que el acceso al Seguro de Cesantía es una demanda histórica de nuestro sector.
Nosotras somos dirigentes y trabajadoras activas, no vivimos del sindicalismo. A nosotras no se nos da ningún aporte, ni siquiera para el transporte público. Todos esos gastos lo hacemos nosotras. En tiempo de pandemia donde estuvimos confinadas en nuestros trabajos, se imaginará el estrés que pasamos para reunirnos con asesores, estudiar y leer para tener argumentos y poder enfrentarnos a las autoridades, y a la misma vez, desempeñando roles de cuidado, cocina e higiene en nuestros puesto laborales. Por eso nos duele cuando nuestras compañeras no son empáticas con nosotras sin darse cuenta de que somos tan trabajadoras como ellas, que dependemos del salario que recibimos en nuestros puestos laborales. Además de cumplir con nuestro trabajo, asumimos la posibilidad de defender y representar sus intereses. A uno esto la desanima. Esto no nos había tocado vivir, pero como somos personas guerreras ya estamos visualizando otras herramientas para seguir avanzando en nuestros derechos. Seguiremos cargando nuestros fusiles para otra batalla. La pena y decepción se supera porque no todas piensan igual. Siempre habrá una compañera que necesitará que nosotras procuremos y representemos sus intereses sobre las mejores condiciones laborales’’.
Cuando comenzó la pandemia vi preocupada a mi madre, una mujer que trabajó gran parte de su vida prestando servicio doméstico, hasta hace tres año que jubiló y en estos meses reflexionaba que, si ella hubiese estado trabajando en época de pandemia, ésta la habría pasado encerrada en el trabajo. ¿Qué piensa usted de esto?
María Cotal Neira: ‘‘Eso fue lo que nos tocó, estuvimos cinco meses encerradas en las casas donde prestábamos servicio porque no teníamos opciones. No podíamos decir: ‘‘sabe empleadora, en esta pandemia me voy al sur a pasarlo con mi familia’’, ella me habría dicho: perfecto. Pero de qué comemos, cómo vivimos. Ningún trabajador tuvo opciones. Imagínese estas mujeres jefas de hogar que fueron desvinculadas sin tener ingresos. Esta pandemia sirvió para desnudar el verdadero rostro de la elite chilena donde nosotras nos convertíamos en el peligro por vivir en la población y nos decían: ‘‘Juanita, no venga más a trabajar’’. Así se olvidaron de la Juanita, ningún llamado telefónico para saber si esta mujer tuvo un vaso de leche.
La frase ‘‘somos como de la familia’’ es un cliché. Nosotras vendemos un servicio y ellos lo compran. Eso hay que mentalizarlo. Espero que esto nos sirva. A nuestras compañeras que se sienten parte de la familia, con esto hayan aprendido y que empaticen con las que quedó en evidencia que no son parte de la familia. Esta es una lección para nuestro sector. Esto va a acelerar los procesos que venimos dando.
Nosotras queremos que este trabajo sea reconocido como una profesión, así como en países desarrollados. Si Chile se cree tan desarrollado como parte de la OCDE, entonces nosotras queremos que se nos reconozca en un plazo no tan largo y terminar con el todo servicio que se ha prestado para esclavizar y explotar a las trabajadoras, queremos profesionalizar a nuestro sector y que las trabajadoras desempeñen un rol específico dentro de los hogares. Vamos a comenzar con el primer paso de la certificación, ojalá en todo Chile. Comenzaremos en la Región Metropolitana con trescientos cupos de las organizaciones bajo un plan Piloto de Chile Valora para que tengan reconocimiento’’.
¿Con que palabras desearía terminar esta conversación?
María Cotal Neira: ‘‘A mí me encantaría que nos pudiéramos articular sindicatos desde Arica a Punta Arenas donde hay trabajadoras de casa. Para nosotras sería un sueño articularnos todas, sería maravilloso al sector y formación de redes de apoyo, información y capacitación. Para integrar el sindicato sólo se necesita ser trabajadora de casa y ganas de luchar. No se exige credo político ni religioso, ni color de piel. Somos una organización republicana, laica y pluralista.
Además, quisiera enviarles un mensaje a las mujeres feministas. Siempre tengo mis problemillas con ellas. Un mensaje a ser solidarias con este sector porque también somos mujeres y somos nosotras las trabajadoras quienes nos quedamos en sus casas, mientras ellas salen al mundo a desarrollarse. Que nos miren y sean solidarias con nosotras. Tenemos que realizar una mesa tripartita donde estén los empleadores. Necesitamos de la ayuda feminista para que solidarice con nosotras porque también somos mujeres y muchas precarizadas’’.