No soy rica, sólo irresponsable.

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/ Por Laura Coronado Coronado*/

Circula con gran facilidad en redes una imagen de una gatita adorable diciendo este título. Otra de una Barbie con lentes de intelectual diciendo “de chiquita, cuadro de honor, de adulta puro cuadro de ansiedad”. Pero, no sólo son los memes que detallan cómo nuestra relación más estable y tóxica es con nuestra tarjeta. Tampoco el algoritmo de las tiendas en línea que, exageradamente, nos sugieren algún producto. Mucho menos, las tardes de chicas o las salidas familiares en los centros comerciales. Es la suma de cánones de belleza, un intento de compensación ante el subempleo o precariedad laboral y el reflejo de la educación financiera limitada que recibimos. Definitivamente, las redes sociales no nos ayudan mucho a evitar el consumismo, pero tampoco son el único factor.

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De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre Salud Financiera del Inegi, en México siete de cada 10 personas enfrentan estrés financiero ya sea alto o moderado. Y, tristemente, existe una brecha entre quienes más lo padecen. Las mujeres se encuentran 11.5 puntos porcentuales arriba de los hombres cuando hablamos de este fenómeno. Las jóvenes, especialmente si son madres, y las trabajadoras informales son quienes destacan en las estadísticas ya que, a pesar de que el consumo promedio por venta en línea es parecido con los hombres, la brecha en los salarios aumenta la preocupación en ellas.

El estrés financiero es un concepto reconocido por instituciones como la Organización Mundial de la Salud, la OCDE y el Consumer Financial Protection Bureau de Estados Unidos. Éste último, lo describe como aquel sentimiento de incapacidad para cumplir con nuestras obligaciones económicas o de mantener una estabilidad financiera en el corto y largo plazo. Las consecuencias de vivir así se reflejan tanto física como anímicamente. Por lo que no se quedan sólo en lo anecdótico de un meme.

Cuestiones tan básicas como quedarnos sin dormir pensando en cómo estirar la quincena. Pagar lo mínimo en las tarjetas para no quedar a deber la renta o ansiedad e irritabilidad constantes son cada vez situaciones más cotidianas. El estrés financiero también deriva en dolores de cabeza, fatiga, cambio de rutinas y, especialmente, la sensación de culpa al gastar dinero, incluso en necesidades elementales como comida o salud. Ello claramente puede desembocar en nuestro desempeño laboral o nuestras relaciones personales.

¿Cómo responderíamos al post “dime que eres compradora, sin decirme que eres compradora”? Quizás sólo con hacer la captura de pantalla de nuestro último carrito si en él encontramos artículos de moda, belleza, cuidado personal o electrónicos. Ello nos haría encuadrar perfectamente con 69% de las compras realizadas en México. ¿Son lujos o superficialidades? ¿No debemos gastar en aquello que nos da alegría, aunque no sea necesidad básica? ¿Cuál es el límite? ¿Nuestra capacidad de endeudarnos? ¿Los pequeños ingresos extras?

Dice el refrán millennial que “lo barato sale en terapia”, pero también en nuestros hábitos. Por ejemplo, cerca de 45% de compras online se realizan semanalmente y la media supera las cinco ocasiones al mes. ¿Podríamos reflexionar un poco antes de dar el siguiente clic? Quizás, ello disminuiría el círculo del endeudamiento: decisiones impulsivas, créditos impagables, evasión emocional y pensar que da igual ya que nunca terminaremos de pagar.

Quizás, el primer gran paso es ver que no somos ni ricas ni irresponsables.

 

@soylaucoronado