No Todos Somos Loret

[ Sabina Berman ]

El presidente exhibió documentos del SAT que mostraron que el periodista Loret de Mola gana 35 millones de pesos al año. Y al hacerlo utilizó su poder de forma excesiva.

Días antes Loret había exhibido fotografías de la casa gris donde el hijo del presidente vive en Houston —siempre dando a entender que exhibía un acto de corrupción, pero sin jamás probarlo, haciendo gala de un periodismo descuidado.

Y el amable lector de estas líneas se preguntará con impaciencia si lo que lee se encamina a golpear al presidente o a Loret. ¿De qué lado estás?, preguntará, como Dios le preguntó a San Pedro en su escapada de Roma: ¿Quo Vadis, hijo mío?

Una pregunta que tiene sentido solo si el lector acepta dos cosas. Que solo hay dos bandos en México. Los pro Amlo y los anti Amlo. Y que sus propios intereses de ciudadano se representan bien en la lucha de esos bandos.

Se trata de una simplificación que le conviene por supuesto a los dos bandos. Los empodera y glorifica, les gana adeptos incondicionales y salva a cada cual de una mirada objetiva.

Se trata también de una simplificación que no le conviene al ciudadano: borra sus intereses de la conversación pública y aún de su propia conciencia y lo coloca como un mero espectador de una guerra en la cima.

Un campesino viendo relámpagos en la lejana punta de un volcán.

De inmediato la Derecha mexicana se activó en Tweeter para inflar el suceso. “Un acto jamás visto”. “Hoy se cruzó una línea terrible”. “Este es un acto fundacional”. Y el increíble “TodosSomosLoret”.

No, aún si uno acepta que el presidente cometió un error de desproporción, es ridículo afirmar que Todos Somos Loret. ¿Quiénes son esos “todos”?

Los ciudadanos no lo somos. No podemos sentirnos representados por un periodista que tiene una deuda con la ciudadanía de décadas. Un periodista de elite que ejerció un periodismo acotado por los intereses de Televisa, que no solo incluyó la censura y el veto a personas, sino en su momento de mayor poder, inventó ficciones, en coordinación con las presidencias del momento.

Inolvidable la ficción de la toma de la policía de García Luna de un sitio “secuestradores” y la tortura, esa sí sin comillas, una tortura de verdad transmitida en tiempo real, de Cárdenas Palomino a Israel Vallarta. Como la telenovela ominosa de Frida Sofía, la niña oculta en los escombros, que Loret narró durante horas, para que de pronto Carmen Aristegui nos revelara que la tal niña nunca existió.

Y tampoco Loret nos representa a todos los periodistas. Los que hemos perdido espacios por sublevarnos ante la dictadura de los dueños económicos de la prensa, nos sentimos insultados de la insinuación. Y los que han arriesgado la vida —o la arriesgan— en las zonas del silencio del país, deben estar ofuscados. Qué vil comparar su trabajo heroico con un trabajo hecho en traje y corbata, pagado con millones de pesos y bajo la protección de grupos políticos. En este caso, el Grupo Tabasco: el exgobernador Roberto Madrazo que lo comanda, ha confirmado de propia voz a la prensa que son sus herederos quienes financian a Loret.

Termino:

Qué bueno que ahora Loret trabaje por primera vez fuera del círculo del Poder y qué bueno que publique posibles actos de corrupción, aunque insisto: sus reportajes no se detienen en trasladar lo probable a lo cierto, que es donde el buen periodismo se esfuerza y se dilata. Qué malo que el presidente se pleitee con él, en lugar de ordenar una averiguación completa sobre la posible corrupción de su hijo, que es lo que le corresponde hacer como funcionario.

Y qué tontería de la Derecha que infle lo ocurrido hasta volverlo épico. Si esto es el “acto fundacional” de algo, no se adivina de qué. ¿Acá empieza la nueva democracia mexicana? Pues que la Derecha nos presente a los ciudadanos un proyecto de ese futuro promisorio. Por lo pronto, esto es solo un petardo de luz en su largo deambular por la noche oscura, sin proyecto, sin mapa y sin rumbo.