¡No va a haber Mundial! ¡No va a haber Mundial!

*

/Ana María Salazar /

Así coreaban los maestros: ¡No va a haber Mundial! ¡No va a haber Mundial! Durante las marchas de esta semana, los integrantes de la disidente Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) amenazaron con instalar un plantón nacional si la presidenta Claudia Sheinbaum no responde a sus demandas, que incluyen la abrogación de reformas educativas y de seguridad social (como la reforma del ISSSTE de 2007), así como reclamos por mejores condiciones salariales y pensiones.

No es casualidad que la marcha de los maestros coincidiera con la presentación oficial del Mundial FIFA 2026. “Es un momento no solo para ver el mejor futbol, sino también para mostrarle al mundo lo que somos, lo que es México”, subrayó la presidenta durante el evento en la antigua residencia presidencial de Los Pinos.

La interrogante, a siete meses del acto inaugural, es inevitable: ¿Qué imagen se llevará la comunidad internacional de México? Esta preocupación la entienden perfectamente los maestros de la CNTE, los agricultores enfurecidos por los precios de sus cosechas, poblaciones como Uruapan que se sienten desprotegidas ante el crimen organizado, las Madres Buscadoras que observan con horror cómo el país ha vivido el año con más desapariciones, médicos y pacientes que protestan por la falta de recursos, jueces y magistrados que no han sido compensados como se acordó. Y en este pastel de descontento y enojo social, surge como turrón el movimiento “Generación Z” en México: un colectivo juvenil (jóvenes entre 13 y 28 años) nacido en redes (Discord, Instagram y TikTok) que organiza marchas nacionales para protestar contra la inseguridad, la corrupción y otras injusticias.

El representante de la FIFA en México, Jurgen Mainka, aseguró junto a la presidenta Sheinbaum que en los últimos tres años han trabajado con los diferentes niveles de gobierno: “Estamos muy seguros, muy confiados de que los protocolos y todos los planes que se están implementando para el Mundial darán el marco de seguridad para todos los aficionados, equipos y árbitros en 2026”.

Pero en un evento internacional de esta magnitud, los organizadores se preocupan por posibles atentados terroristas, ataques a funcionarios y VIPs nacionales y extranjeros, disrupciones y hackeos cibernéticos que puedan afectar infraestructuras críticas como la red eléctrica y de internet, además de bloqueos en aeropuertos y carreteras principales. Los protocolos incluyen también la capacidad del país anfitrión para reaccionar ante desastres naturales y antropogénicos.

Analizando los desastres recientes, seguramente habrá cuestionamientos sobre las estructuras y capacidades del gobierno mexicano. La tragedia de la pipa de gas que explotó en la Ciudad de México en septiembre, con al menos 32 muertos, es un ejemplo de las debilidades para reaccionar ante emergencias. La buena noticia es que estas incapacidades podrían resolverse a corto plazo con una adecuada inyección de recursos y capacitación. En cuanto a posibles atentados, también se pueden mitigar con excelente coordinación internacional, inteligencia y recursos. Pero esto requiere confianza en las autoridades mexicanas, justo cuando la relación con Estados Unidos muestra fisuras.

Sin embargo, hay un factor que podría tener un impacto catastrófico en la imagen de México: la violencia ejercida por organizaciones criminales “terroristas” y los brotes de ingobernabilidad que pueden surgir por protestas masivas de sindicatos, organizaciones civiles y movimientos sociales.

Y este problema no lo puede resolver la FIFA. Y parecería que México se le está acabando el tiempo. Por eso no sorprende, ante la realidad de la violencia en el país, 2que surjan rumores que Trump le quisiera quitar la inauguración a México.

El gobierno enfrenta un dilema con el crimen organizado y su capacidad de influir en el Mundial, ya sea mediante violencia o buscando sacar ventaja política del evento. Al no haber resuelto este problema en años anteriores, ahora tendrá que implementar una estrategia de confrontación para mitigar a corto plazo las capacidades de estas organizaciones criminales. Y sí, seguramente incrementará la violencia. ¿Y las protestas sociales? La presidenta sabe bien que protestar antes de un evento internacional no es una estrategia nueva. El ejemplo más dramático fueron las protestas y masacres de estudiantiles semanas antes de las Olimpiadas de 1968.

Todas estas organizaciones saben que tienen siete meses para presionar al gobierno de México; de lo contrario, sus demandas jamás serán escuchadas o atendidas. El incentivo es claro: ejercer disrupción y violencia extrema. Antes de acusar a la oposición, o de querer minimizar la credibilidad de los que protestan, sería un buen momento de escuchar para el gobierno de México. También la presidenta debería de voltear a la izquierda y ver si el sabotaje proviene de fuego amigo.