Noboa hizo lo correcto: Sacrificó formas y priorizó el fondo .

*La Política me da risa .

/ Por Yazmin Alessandrini /

* López Obrador quiso chamaquear al Presidente del Ecuador y el joven salió respondón

* En este sexenio México sólo ha ido de ridículo en ridículo en sus relaciones internacionales

* Un delincuente jamás debe ser considerado un perseguido político; el asilo no es para los pillos

EL QUE SE SUBE, SE PASEA.- A un delincuente no se le puede ni se le debe obsequiar la etiqueta de “perseguido político”. ¡Punto! Así que dejemos de desgarrarnos las vestiduras por el bochornoso episodio diplomático que protagonizaron México y Ecuador durante el fin de semana pasado cuando la policía ecuatoriana irrumpió en la embajada mexicana en Quito para recapturar al pillo (sí, ¡es un pillo!) Jorge David Glas Espinel, quien durante su periodo como vicepresidente ecuatoriano, de 2013 a 2018, se embolsó, por medio de diversas corruptelas que cometió, poco más de 68 millones de dólares. Sí, efectivamente el presidente del Ecuador, Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín, se pasó por el arco del triunfo todos los protocolos diplomáticos internacionales habidos y por haber al ordenar la detención de Glas Espinel para reingresarlo a prisión. Bajo ninguna circunstancia se puede aplaudir ni justificar el proceder del mandatario emanado del partido Acción Democrática Nacional, porque las reglas de convivencia internacional son muy claras. De hecho, la irrupción de la fuerza pública en la embajada azteca en Quito equivale a una invasión al territorio nacional. Eso es algo grave. Gravísimo. Sin embargo, y aquí me voy a recargar en la expertísima opinión de mi estimado colega, el periodista y embajador Agustín Gutiérrez Canet, quien desde que se enteró de que este delincuente (Glas Espinel) se refugió desde diciembre pasado en nuestra embajada en suelo ecuatoriano, con la aprobación del Presidente López Obrador y la canciller Alicia Bárcena, pronosticó que la cosa iba a terminar mal… muy mal.

CULPA COMPARTIDA.- Aquí y allá la principal interrogante que todavía muchos nos hacemos es la siguiente: ¿Hizo bien o hizo mal Noboa Azín por haber enviado a su fuerza pública a sacar a Glas Espinel, a como diera lugar, de la sede diplomática mexicana en Quito? Si nos apegamos a las formas, a los protocolos, al concepto de lo que consideramos “bien hecho”, definitivamente este joven mandatario cometió una verdadera atrocidad. Pero si nos apegamos al fondo, su decisión (muy de tripas, por cierto) fue la correcta, porque sirvió a los intereses de la justicia de su país y también a los intereses de los ciudadanos ecuatorianos. No podemos sustraernos al incontrovertible hecho de que un Presidente, de cualquier nación, y eso incluye a López Obrador y a Noboa Azín, es un empleado de sus ciudadanos y es a ellos a quienes en una primera instancia les debe rendir cuentas y en un país que aspira a regirse bajo el Estado de Derecho lo primero que deben hacer sus funcionarios es apegarse al imperio de la ley. Por lo tanto, las imágenes que le han dado la la vuelta al mundo, con la policía ecuatoriana maltratando a nuestros valientes diplomáticos mexicanos, representan per se una vergüenza monumental… una vergüenza de la misma magnitud como lo es el hecho de que México le abra las puertas de sus embajadas y consulados a delincuentes bolivianos, peruanos y ecuatorianos a los que les pone la alfombra roja y les hace caravana como si fueran mártires de la democracia.

¡De pena ajena!
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