/ Clara Scherer /
Un grupo de estudiantes de antropología quiere entender el efecto que ha tenido la ley de la paridad en uno de los municipios más pobres del país. Ese, nombrado Yucuná, Cerro oscuro. Municipio regido por Usos y Costumbres, Sistema Normativo Interno. Una promesa: la construcción de una presa con recursos del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. No hay agua y nadie habla ya de esa promesa. Y sí, desde la llegada del equipo, la desesperanza los acompaña.
Hablar con las mujeres, tarea difícil. La doble o triple jornada, siempre acompañadas por niñas y niños. Las mayores cuidan nietas, nietos y animalitos (gallinas, pollos). Muchas sólo hablan mixteco. La mayoría tuvo su primer embarazo a los 12 o 13 años, una lleva 16 embarazos. Ninguna pasó de la telesecundaria; ya había bebés. No tienen interés en ir a reuniones.
Sobre participación política informan que todo se decide en asambleas comunitarias y no siempre hay acuerdos. Las mujeres pueden participar, pero ellas prefieren quedarse en sus casas a cuidar hijas e hijos, a preparar comida, arreglar cosas. Sólo van cuando el marido no puede asistir. Muchas han migrado desde muy chicas a la Ciudad de México o a Puebla, a vender en las calles, cuando no alcanza para comida. Pero van y vienen, se quedan en las ciudades sólo por temporadas.
Participan en comités de salud, de agua, del comedor. En el de educación sólo participan hombres. Y en el cabildo, hay sólo dos mujeres: una, regidora de salud y, la otra, encargada de la instancia de la mujer/DIF. Son solteras y muy criticadas por la comunidad. No son bien vistas, aunque la encargada de la instancia de la mujer es muy activa.
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¿Paridad en todo? Cuentan que ahora hasta parir cuesta y cuesta mucho. Hay que ir hasta la ciudad de Huajuapan, al hospital regional. Según, dicen, la camioneta cobra entre 300 y 400 pesos y el parto, en hospital privado o público, sale mucho más caro. Nadie gana tanto. Caminar es una forma de ahorrar, pero ha ocurrido que “las mujeres no aguantan y el bebé nace en el camino o a la entrada del hospital”.
¿Y las parteras empíricas, mujeres que conocían esas añejas costumbres de apoyarse entre mujeres en esos momentos tan difíciles? Dicen que ahora tienen vedado atender partos, ya no valen los registros que hacían de las y los niños recién nacidos. El programa IMSS-Bienestar ha prohibido tajantemente que ellas hagan lo que saben hacer. “No existe claridad en cuanto al proceso del certificado y el trámite para obtenerlo. Muchas parteras no saben por qué les niegan el certificado ni tampoco por qué el registro civil de sus municipios ya no acepta las hojas de alumbramiento que, hasta hace unos años, ellas daban”.
Así se termina con un valioso recurso comunitario y trágicamente complican más la vida de las mujeres.
Por lo mismo, ya no hay chicas que aprendan de sus abuelas a atender partos y las mujeres quedan muy vulnerables ante las instituciones, donde casi nunca son atendidas con calidad y dignidad. Algunas, conscientes de la enorme necesidad de contar con las parteras, han creado diversas estrategias. Una, el Centro de Iniciación a la Partería en la Tradición de Nueve Lunas, en la ciudad de Oaxaca. A pesar de sus esfuerzos, enfrentaron obstáculos como el que las parteras expertas no pueden enseñar a las jóvenes por carecer de certificados académicos. Aura Gallegos, investigadora: “¿Cómo vamos a retribuir para que los partos vuelvan a las comunidades? Ésa es una de nuestras tareas y se nos atraviesa la historia de clases sociales y de colonialidad del poder”. El centro ya cerró sus puertas.
¿Qué hacer para que las mujeres de Santos Reyes Yucuná tengan acceso a sus derechos? Si hasta parir es un cúmulo de injusticias, ¿dónde queda la “paridad en todo”? Están a la vera de un Cerro muy Oscuro. Y Rosario, al fin libre.