Por: Zaira Rosas
La creación del mundo inició como un todo, recordándonos que, pese a la distancia, la diferencia de culturas e ideologías siempre estaremos conectados. El 2020 comenzó alertándonos de cuán importante es tener presente esa conexión, porque nada ocurre en un extremo del planeta sin afectar en el otro polo.
Veo en las noticias dolor y crisis en otros países, busco datos a profundidad de lo ocurrido en Cuba y me topo con perspectivas limitadas que se enfocan en dividir a la población en dos puntos, quienes están a favor del régimen y quienes se oponen. Sin embargo, en medio de todo está la inconformidad, el anhelo de libertad de un sistema que les brinde una mejor calidad de vida.
Entender lo que ocurre en otras naciones es elemental, es pilar de supervivencia porque aunque su cultura y forma de vida disten mucho de la nuestra, nos habla de requerimientos humanos y nos brinda lecciones que tenemos que atesorar. Los sucesos de Cuba tienen mucho en común con la historia de Colombia, Venezuela y Chile. Quizás incluso también con Palestina.
En otras naciones vemos un descontento creciente con los gobiernos, cuyo origen está en la desigualdad, la opresión y la represión. Hay reflejos de personas siendo detenidas por hacer uso de la libertad de expresión, gobiernos totalitarios queriendo controlar todo y logrando que la inconformidad se incremente.
Los cortes constantes de electricidad y las restricciones de internet dificultan informar al exterior qué es lo que realmente ocurre. No obstante, hay mayores intereses en juego. Las teorías de la conspiración dirán que incluso tanto conflicto en medio de los países más vulnerables se debe a que quienes tienen mayores recursos buscan tener el control.
E incluso esas teorías nos remontan a la falta de empatía y entendimiento. En África existe una filosofía sumamente profunda que ha surgido de años de dolor, de ser uno de los puntos más lacerados y afectados, donde se han librado conflictos bélicos, explotación y quizás es el punto geográfico más olvidado del mundo. En medio de todo el dolor surge una regla ética sudafricana enfocada en la lealtad de las personas y las relaciones entre éstas: Ubuntu.
Este concepto hace referencia a la humanidad hacia otras personas. Pensar en la conexión entre todos, que el bien común, es el bien propio. Partiendo de esto deberíamos comenzar a comprender desde la experiencia que lo ocurrido en otras naciones sigue afectándonos. De nada sirve ignorar el entorno, porque cuando lo hacemos los daños se expanden. Así sucedió con un padecimiento de salud que considerábamos ajeno y por el cual incluso llegamos a discriminar a quienes lo padecían, conforme el tiempo pasó entendimos que requeríamos de los demás. Que sin solidaridad y apoyo constante era imposible librar esta batalla.
También el escritor y periodista Ryszard Kapuściński nos dejó en su obra “El encuentro con el otro” claves para entender la diversidad humana. A partir de múltiples relatos nos permite entender que el otro es el reflejo del yo, la vía para conocerme a mí mismo. Con ello les invito a ser más empáticos ante el dolor de los demás, a extender una mano de ayuda para evitar mayores daños en nuestra vida y sobre todo a brindar lo mejor de nosotros. Comencemos con un entorno cercano, procurando un ambiente más igualitario y en equilibrio para que el desbalance no se nos revierta. Nuestra historia está en pleno tintero, aún podemos darle un mejor final.