Nuria Tesón: “Balas contra la infancia nos va a remover la memoria y las tripas”

/ Por Andrea Sánchez /

*La periodista colabora con cuatro profesionales en un libro que trata diferentes historias protagonizadas por niños y niñas que viven conflictos

 

Madrid, 03. 01. 23. Nuria Tesón es periodista multimedia independiente y escritora. A lo largo de su carrera ha ofrecido informaciones desde Oriente Medio y el norte de África y actualmente reside en El Cairo. Ha cubierto escenarios muy diversos, pasando por las vidas de inmigrantes en la valla de Melilla a la crisis de los refugiados de Siria, desde Libia hasta Gaza, en prensa, radio y televisión. Es la creadora del colectivo MásTesón junto con el fotógrafo Miguel Ángel Sánchez, con quien publicó el libro El Alma del Mundo (Lunwerg, 2012). Un proyecto que pretende ofrecer otro tipo de periodismo, más pausado y cargado de pensamiento crítico.

El centro de sus informaciones reside en las personas y la defensa de los Derechos Humanos se ha convertido en su hoja de ruta. Hoy hemos podido hablar con ella a través de una pantalla, para charlar sobre las adversidades a las que se tiene que enfrentar una corresponsal en zonas de conflicto. Sumergidas entre las llamadas a la oración y el ruido de la ciudad, Nuria Tesón nos ha hablado de su nuevo libro ’Balas contra la Infancia’ y de su carrera como profesional en el extranjero.

Llevas una década realizando la cobertura informativa de Oriente Medio y el norte de África, has vivido en El Cairo y en Estambul, ¿cómo valorarías tu propia trayectoria como corresponsal en zonas de conflicto? ¿Qué destacarías de aquello que has aprendido a lo largo de estos años durante tu experiencia profesional?

Yo me vine a Egipto en el año 2009, luego estuve entre 2014 y 2017 en Estambul y ahora ya llevo otros cinco años viviendo en Egipto. Ha sido una experiencia que ha marcado el tipo de persona, la mujer y la periodista que soy. Lo he aprendido todo en esta región y he vivido experiencias, tanto en el buen como en el mal sentido, que han sido muy enriquecedoras.

En el centro de mi trabajo siempre están las personas, los Derechos Humanos y los derechos de las mujeres. Una de las cosas más importantes para mí es centrar mis informaciones en cómo afecta a esas personas todo lo que ocurre. He tenido la oportunidad de estar en contacto con muchas personas de las que he aprendido muchas cosas y esto me ha hecho crecer. He presenciado gestos de absoluta generosidad, me he sentido arropada y acogida en regiones de mayoría musulmana, de las cuales tenemos estereotipos muy profundos. En ese sentido, la experiencia con gente sobre las que tenemos suspicacias o contra las que tenemos muchos prejuicios ha sido muy positiva.

En este sentido, es inevitable llevar con nosotras una mochila de experiencias, inseguridades, conocimientos, opiniones… ¿qué haces con ella a la hora de mirar los conflictos? ¿Qué valores predominan en tus informaciones?

Lo que he aprendido a hacer a lo largo de estos años es intentar poner todo en duda. Yo soy una persona muy curiosa y lo que debemos hacer los periodistas es no asumir y dar las cosas por hecho, no debemos tomar las cosas por seguras. El poner en duda todo aquello que de alguna manera has aprendido o traes contigo te ayuda a acercarte a las personas de una forma más humilde, siempre desde la curiosidad y la intención de conocer y de aprender.

Creo que es fundamental que personalicemos. Por ejemplo, ahora en España se está hablando mucho de todo lo que ocurrió en junio en Melilla, cuando muchas personas migrantes y buscadores de asilo, huyendo de guerras, de conflictos, de pobreza, etc., intentaban llegar a Europa. Y hablar de las políticas sin hablar de las personas que hay detrás no sirve de absolutamente nada. Por eso es fundamental para mí poner a la persona y sus derechos en el centro. En muchos casos, estas personas no reciben nuestra empatía y lo que me gustaría conseguir con mi trabajo es servir de altavoz, un vehículo para amplificar estas voces. Porque yo tengo el privilegio de que se me escuche más de lo que se las escucha a ellas.

A pesar de que me pueda enfrentar a situaciones de desventaja por ser mujer, sirvo de amplificador de esas voces. Esa carga que arrastro yo, como mujer periodista, también me afecta al estar empujada a dudar continuamente de mí misma. Porque nuestro trabajo no está tan valorado como el de otros compañeros, tenemos que estar continuamente demostrando lo que valemos.

¿Cómo surgió la idea de poner en marcha “Más Tesón”? Porque engloba diversas actividades: publicaciones, fotografía, cooperación humanitaria internacional, etc. Pero ¿cuál fue la semilla del proyecto?

Más Tesón es un proyecto a largo plazo, es casi un proyecto de vida. Surgió con la idea de dar vida a “La voluntad de existir”, una iniciativa que pone la mirada en grupos de personas que están luchando por sobrevivir. Sobre todo, nace de mi necesidad de hacer otro tipo de periodismo. Una de las cosas que siempre me pesaba y que arrastraba era tener que ir corriendo a todos los sitios. Tener ese contacto tan íntimo con tantas personas en los peores momentos de sus vidas y luego tener que pasar a lo siguiente. Yo quería hacer algo que fuera slow journalism, un periodismo a fuego lento. Y de ahí surgió la idea, de regresar a esos lugares, cuando los medios de comunicación se alejan a otro sitio. Empezó en Egipto, donde pasé tres años haciendo un proyecto con mi compañero Miguel Ángel Sánchez. Quisimos retratar con fotografías y con palabras lo que sucedía antes, durante y después de la revolución. Luego lo hice en Gaza, lo hice en Libia y en otros sitios.

Yo quería hacer algo que fuera slow journalism, un periodismo a fuego lento

También trabajamos con las nuevas narrativas, creo que gran parte de la audiencia está agotada y está sobrecargada de información. Creo que debemos encontrar maneras diferentes de acercar esas informaciones que ya no les motivan. Hacen scroll y pasan al siguiente tweet. Se me ocurrió colaborar con artistas y combinar las herramientas del periodismo. De esta manera, creamos trabajos que son capaces de inspirar y de conectar con las personas de formas diferentes. El tipo de público que acude a estos proyectos puede estar interesado en otra cosa, pero al final acaba enterándose por cómo se vulneran los Derechos Humanos, cómo afectan los conflictos a sus vidas, cómo les afectan las políticas europeas sobre inmigración…

¿Cómo son estas nuevas narrativas que propones?

Cuando hablamos de nuevas narrativas debe haber variedad. Cada persona aprende de formas diferentes, hay gente que jamás podría escucharse un podcast, hay gente que no iría a una exposición, otra que no le gusta leer libros… Y al contrario, hay personas que son más visuales, más lectoras… Hay quien se puede ver un video en TikTok sobre la guerra de Ucrania con cuatro pildoritas y se interesa de lo que está pasando. Es muy poliédrico y creo que es interesante afrontarlo así, desde mil perspectivas distintas.

Balas contra la infancia será el próximo libro que publiques junto con otros cuatro periodistas. En él tratáis conflictos localizados en distintos países, colocando la mirada en la infancia. ¿Por qué decidisteis destacar la figura de los niños y niñas como eje estructural del libro? ¿Cuál es el objetivo que tenéis con esta publicación?

Nació gracias a otro proyecto donde trabajamos cinco mujeres periodistas, se llama “Sin habitación propia”, son historias de mujeres sin hogar en todo el mundo. Decidimos que había que hablar de eso porque las mujeres no aparecen en las estadísticas, están completamente invisibilizadas, son mucho más vulnerables… Los menores en ese sentido están vinculados con las mujeres y en muchas ocasiones se ven como peones, algo que no tiene tanta importancia, se romantiza de alguna manera cierta imagen del niño y la niña en conflictos. Por ello, nos pareció importante que fueran ellos los que contaran y los que nos ayudaran a entender cómo les afectan los conflictos.
Hablamos de guerra e ideas en macro, pero para entenderlas tenemos que acercar el zoom, tenemos que acercarnos a las personas.

Creo que va a haber muchas historias muy especiales, pero sobre todo, creo que nos van a ayudar a darnos cuenta de que constantemente estamos repitiendo los mismos desastres. Se demuestra que los medios de comunicación tienen todavía ese poder catalizador y ese poder de presión, como forma de control. Nuestro objetivo es transformar las cosas, para que no pasen, para que esos niños y niñas no se vean obligados a unirse a grupos paramilitares, para que no se abuse de ellos… Por eso precisamente es por lo que ponemos el foco ahí.

El objetivo de este libro es que te conmueva, que te emocione, que lo conozcas, que te cabrees, que te rías… La idea es que sea un libro que hable sobre infancia, pero que no sea tan duro que no pases del primer capítulo, con estilos narrativos muy diferentes por esas miradas distintas. Para escribirlo esa campaña de crowfounding tiene que salir adelante, sino no habrá libro.

También personalizas, como habías mencionado anteriormente, en casos concretos y se habla de personas.

Sí, es cierto. Es una forma de no hablar del problema en macro. Yo no te quiero hablar en general de ese conflicto, te quiero hablar de Fathi, porque no tenía todavía tres meses cuando a cinco minutos del alto al fuego en una de las operaciones israelíes contra la franja de Gaza, una bomba lo mató y terminó en una caja de cartón metido en una morgue, eso es lo que ocurre cuando hay un conflicto.

Balas contra la Infancia es importante porque nos va a remover la memoria y las tripas

O la historia de una marera, de la que nos va a hablar Patricia Simón, de cómo se ve obligada a unirse a esa mara (Grupo organizado de jóvenes, que se dedica a actividades delictivas y criminales). O la historia también de niños y niñas de la guerra civil en España que se ven obligados a huir de su país y refugiarse en Rusia. Es importante mirar ese paralelismo que existe entre los conflictos que había hace casi 100 años y los que hay ahora, ¿por qué sigue ocurriendo lo mismo? Creo que Balas contra la Infancia es importante porque nos va a remover la memoria y las tripas.

¿Cómo fue la selección de los y las profesionales que participan en este proyecto?

Todos son grandísimos profesionales y lo fundamental para escogerlos fue la diversidad de miradas. Por ejemplo, Hibai Arbide es abogado de formación, pero lleva muchos años en Grecia, ha cubierto mucho las fronteras y los movimientos de refugiados. Por ello, posee una mirada diferente a la de Lula, por ejemplo, que es una mujer que ha vivido y ha trabajado en montones de países, conoce la realidad de las mujeres en Latino América, una mirada increíblemente feminista. Además, vive en España, desde donde tiene la oportunidad de conocer de primera mano las situaciones de la gente que se marchó y cómo se están implementando las políticas de acogida.

Ofrecer en conjunto una visión más amplia, de ojo de pez

Esa mirada feminista también la tiene Patricia Simón, que ha estado en todas partes, tiene un background muy centrado en los Derechos Humanos. Fernando García Arévalo es fotoperiodista y posee una mirada mucho más visual. Lleva 30 años cubriendo conflictos, como la frontera sur de Europa y no digo de España, es importante subrayar esto. En definitiva, fue importante escoger a gente que estuviese sobre el terreno y conociera aquello de lo que hablaba, que tuviera experiencia y que fuera capaz de proporcionar una mirada diferente. Para así ofrecer en conjunto una visión más amplia, de ojo de pez.

Respecto a tu trabajo. ¿Cómo ha sido conocer estas historias de niños y niñas en Gaza? ¿Cuál ha sido la perspectiva que has adoptado a la hora analizar sus situaciones y posteriormente describirlas?

Yo no tengo hijos, pero tengo sobrinas. Una de ellas tiene cinco años y tiene mucha curiosidad por el mundo. Muchas veces, cuando la miro veo ese privilegio de tener una casa, una familia que la quiere, una estabilidad… Y para mi Gaza fue como un aldabonazo, fue darme cuenta de cómo los conflictos afectan a la infancia. Porque es un sitio tan pequeño del que la gente no puede escapar que se ve todo muy concentrado, por eso elegí Gaza para el libro. Había pensado hablar de niños soldados reclutados por el Estado Islámico en Siria, pero vi que en Gaza se concentraban todos los males: el abuso, la violencia, el deterioro de la salud mental, el generar un caldo de cultivo para la radicalización… Escribo sobre varios niños y niñas que me marcaron por distintas razones.

Conocí a dos hermanos que eran huérfanos y que no hablaban, habían perdido el habla después de uno de los ataques. Además, fueron retraumatizados con las bombas de sonido que replican el ruido real de este tipo de armamento y suenan a cualquier hora del día o de la noche. De hecho, cuando volví a España, cada vez que oía un petardo realmente notaba que había algo que me perturbaba. Y eso es lo que les pasa a las niñas y niños de ahí.

Los niños y niñas están siendo los conejillos de indias, en los que se están probando distintos tipos de armamento y de guerra psicológica

Hablé mucho de salud mental con las organizaciones que trabajan allí y me di cuenta de que los niños y niñas están siendo los conejillos de indias, en los que se están probando distintos tipos de armamento y de guerra psicológica. A pesar de eso, vi en ellos una capacidad de resiliencia y pensaba: si es que los niños y las niñas siguen siendo críos.

Detrás de este trabajo hay un conocer, sentir, quizá empatizar con las historias que cuentas. ¿Qué reflexiones, tanto profesionales como emocionales, traen consigo la vuelta a Zamora, lugar donde naciste? ¿En cierto modo, dejas atrás estos relatos para fijar la mirada en el próximo, o te llevas algo contigo?

Somos más conscientes de ciertas cosas y cuando vuelves no puedes evitar ser un poco pepito grillo. Por ejemplo, el otro día mi sobrina me dijo que iba a pintar una figura de color carne y yo le respondí que la carne tiene muchos colores. Otro día, siguiendo con mi sobrina, que la adoro por si no queda claro a lo largo de la entrevista, me dijo que me había visto por la tele y me iba a dar una pegatina morada porque lo había hecho muy bien. Me hizo mucha ilusión darme cuenta de que mi trabajo también puede servir para cambiar la forma en la que niñas como mi sobrina ven el mundo y ven lo que ellas pueden llegar a hacer. Recuerdo ser una niña en Zamora a la que le decían: no, tú no puedes ser periodista. Y yo me preguntaba: ¿por qué a mí siempre me tienen que decir que no?

Es verdad que hago un montón de sacrificios, que todos los que decidimos marcharnos los sentimos y entre ellos está el alejarse de la gente a la que queremos. Pero si que sirve para algo, porque seguimos abriendo puertas. El hecho de que mujeres, a las que yo he admirado, nos hayan permitido ver que nosotras también podemos, es algo muy positivo. Sinceramente yo nunca me había planteado que podía ser una de esas mujeres que inspiran a otras y esto es algo que me llevo conmigo.

Foto: archivo AmecoPress, cedida por Nuria Tesón.

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