/Eduardo Sadot/
El nombramiento en la Comisión Nacional de Derechos Humanos forzoso y a rajatabla, junto con la desaparición de los Organismos Constitucionales Autónomos (OCAs), es pésimo mensaje del Estado frente a los abusos del poder y la defensa de los derechos de los gobernados. Provocará alianzas, manifestaciones sociales e inconformidades hasta crear una Comisión de Derechos Humanos paralela que si sirva y se reconozca internacionalmente, frente a caprichos y ocurrencias, ni siquiera de este gobierno, sino “del otro” que no acaba de irse, ni deja instalarse al que llega, “como una luna en dos fases, que nunca mata el creciente, porque no quiere el menguante”. Democracia enmascarada e inexistente, sustituida por Oclocracia – de la que habla Polibio – el gobierno de las masas, de las turbas, de las cloacas, impulsivas, estultas y sin razón. Oclocracia que gobernó a Francia, en la época del terror – cuando asesinaron a 20 mil franceses y en un día hasta mil quinientos, acusados por la turba – donde los asambleístas o diputados, estuvieron amenazados por la “corte de los milagros” compuesta por rateritos disfrazados de miserables e inválidos, mancos, cojos, tuertos y ciegos escondiendo el brazo o la pierna para pedir limosna o delinquir, esas turbas dirigidas y azuzadas por el resentido agitador “seudo periodista” Marat, y el tímido y obediente Robespierre, el incorruptible, curiosa coincidencia. Hay que leer historia de la Francia revolucionaria y la Alemania hitleriana, para entender lo que sucede en México, obvio que los oclócratas ni lo saben, ni lo leerán. Hay palabras muy semejantes que en la historia llegarán a ser sinónimos, Marat-Norroña; Yunez-Dayan, Barreda-Sabino Herrera-Saucedo, evocarán a Bruto, Judas y lucifer, según la clasificación en la Divina Comedia de Dante Alighieri, que no hay que confundir con Dante Delgado.
La de México ya no es democracia, es oclocracia, gobierno de la turba, de las cloacas, cuya voluntad fue maniobrada, manipulada por vivales.
Los organismos autónomos tuvieron su origen en las secretarías, dependientes del presidente, pero los ciudadanos exigieron y, el gobierno comprendió, que el autoritarismo era insostenible y dio paso a la creación de organismos autónomos ajenos e independientes del poder, porque así se garantizaba la defensa de los particulares.
La separación de poderes – que no división – junto con la creación de todos los OCAs, colocaron a México en una ruta de justicia y repudio a la subordinación y servilismo de los funcionarios y políticos, a una presidencia monolítica y autoritaria que logramos superar y, es eso a lo que se pretende regresar. Desaparecer los organismos autónomos: que el INEGI haga estadísticas a modo para que digan que vamos bien en economía; que el INAI lo absorba la secretaría de la función pública, que dependa del poder ejecutivo, para controlar la información del gobierno y ocultar eventuales actos de corrupción, para sostener el discurso de “no somos iguales”; Comisión Nacional de Competencia Económica (COFECE) para manipular la economía. O absorber a la UNAM para adoctrinamiento, pretextando “democratizarla” cuando debiera adoptarse el modelo de la Junta de Gobierno y crear a la “Junta de Notables” mexicanas y mexicanos mayores de 75 años, cuya única tarea sin percibir sueldo, sea nombrar a ministros de la Corte, titulares de OCAs y comandantes de las Fuerzas Armadas.
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