/ Adriana Sarur /
Se suele decir que -origen es destino-. En el ámbito sociológico remite a la nula movilidad social, sin embargo con la lente política esta frase se vuelve un loop interminable, esto lo vemos tanto en el Presidente actual, como en el partido que creó como vehículo para llevarle al poder.
Esto se observa de mejor manera cuando ponemos atención en el accionar de Morena y las similitudes que tiene con el PRI de la década de los 70 (o más antaña si se quiere) al presentarse en elecciones, los manejos en la jornada electoral, las formas en que son elegidas sus candidaturas y, por supuesto, en su manera de gobernar.
Una muestra por demás tangible es la conformación de la representación en el Poder Judicial (que hoy tanto desdeñan) y en el Poder Legislativo con disolver la división de poderes y, por ende, lograr la mayor concentración de poder en una sola figura, el (la) titular del Ejecutivo, recordándonos al partido hegemónico de mediados de siglo XX.
Respecto a la reforma del Judicial, no se intenta modificar la reforma de 1994, sino volver a los tiempos de antes de la reforma de 1935 donde la subordinación era el proceso habitual, pero ese tema se abordará más adelante.
Lo que atañe a este artículo es el manejo del Poder Legislativo desde la entrada al poder de Morena en 2018 y, que de facto, han maniatado los frenos y contrapesos al Ejecutivo que, desde San Lázaro, deberían hacerse.
Es importante recordar que el Legislativo no sólo se encarga de aprobar el presupuesto, nombramientos y la hechura de leyes, sino también como equilibrio del poder y de representación ciudadana, las y los diputados deben de ser la autoridad electa con mayor cercanía, con lo cual, las reformas a la Constitución en la materia realizadas en 1966, 1977 y 1986 referentes a las y los legisladores de representación proporcional importan dado el contexto mexicano.
Estas leyes consistieron en la creación de una balanza más equitativa en la Cámara, responden a la representación ciudadana que decidió no votar por el partido que se alza con el triunfo, es decir, significa que las minorías también estarán representadas. Sin embargo, la sobrerrepresentación que ha ejercido Morena y aliados en 2018 (16.2%), supera lo dictado en la Constitución, en su artículo 54 que permite hasta el 8 por ciento (en 2021 fue del 7.8 %). Esta práctica permanece y la próxima legislatura la coalición Sigamos Haciendo Historia podría llegar al 19 por ciento más de curules que las correspondientes al mandato popular.
Así, esta alianza partidista obtendrá el 73 por ciento de la Cámara de Diputados cuando, en conjunto, recibieron el 54 % de la votación. En consecuencia, (sumado a los votos nulos) la oposición obtuvo 41.9 del porcentaje de votación pero solo ocupará el 27 por ciento de las curules y su participación será meramente de observadores, pues SHH cuenta con mayoría calificada, casi las dos terceras partes del Senado y los congresos locales suficientes (donde también existen casos de sobrerrepresentación) para no necesitar nada de las y los legisladores de oposición. Sin lugar a dudas nos encontramos en un retorno a los orígenes autoritarios en el país y, lo que resta es seguir defendiendo a la democracia desde la ciudadanía.