*CON SINGULAR ALEGRÍA
/ POR GILDA MONTAÑO /
¿También esta pequeña hoguera, debajo de tu vientre, se apagará como una estrella?
Lo conocí hace la enormidad de 54 años. Apenas entraba yo a la FCPyS de la UNAM cuando me adoptó el coordinador de comunicación social de mi carrera, el maestro Henrique González Casanova.
Total, que de sopetón y sin previo aviso, alguna vez me mandó a Rectoría a darle un documento a su hermano el Rector don Pablo, y allí estaba él como secretario particular.
Así conocí al solitario, inteligente, sensato, brillante: Oscar González César. Era un ser amable. Nunca se le ocurrió una pisca de presunción en ninguno de sus trabajos: políticos, educativos, diplomáticos o culturales.
En este espacio que es su tierra; en esta que ha sido su casa, nació Oscar. Allá en Atlacomulco. Un día de sopetón voló a la gran Ciudad de México, y de allí a mil lados: Prepa 1 de San Idelfonso, Derecho a la UNAM, un posgrado en Derecho Comparado en la Universidad de Nueva York; luego volvió a la FCPyS a estudiar su maestría y doctorado en Ciencia Política y Administración Pública.
Solo con vivir en Nueva York y caminarlo; ir diario al Palacio de las Naciones, de donde fue Embajador Alterno de México ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, junto a dos titanes: Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez de Navarrete tuvo suficiente; fue Embajador extraordinario y plenipotenciario de México en Argelia, Túnez y la República Árabe Saharahui Democrática. Fue embajador en posiciones estratégicas, como: desarme, prevención de flujos masivos de refugiados, todo dentro de la ONU.
En este libro que se presentó en el Museo José María Velasco, espléndido lugar, nos convoca a todo un espacio inimaginable. Caminar y conocer. Aprehender y tomar.
Oscar siempre ha abierto su alma a la poesía. Se envuelve con ella y le da el más alto tributo y valor. La toma de la mano y la lleva a todos lados. Camina, se sienta, florece, agoniza; se mantiene quieto, o la estruja por todos lados. Pero allí está ella, puntual y exacta. Por ella, ha trascendido barreras y ha sido libre. Allí está él, con esta espléndida vida no solo caminada, sino también vivida, y este sueño del que jamás va a despertar. Por eso la volvió: inextinguible.
Nos pide que el poeta Félix Suárez y yo presentemos el libro Inextinguible. Comparto una serie de párrafos acertados y que tuvieron tiempo de invadir el alma de su amigo Oscar, de Félix, extraordinario poeta universal. Van:
“Hay en la obra de Oscar González César un par de constantes que marcaron sin duda una de las etapas fundamentales de su producción poética, y sin las cuales no sería posible comprender al poeta de la edad madura: Argelia y Argel, dos presencias que dieron forma visual y emotiva no sólo a la experiencia del joven diplomático, sino que se adentraron hiriendo hondamente la sensibilidad del poeta maduro.
Inextinguible (2024) es un pequeño libro de poemas y obra plástica, compuesto a cuatro manos, integrado por 12 poemas de Oscar González César y una colección de 12 pinturas, denominada “Cosmogonía visual”, del artista plástico Gastón González César, hermano del poeta.
De Inextinguible, Oscar nos aclara, en una breve advertencia, que no se trata de memorias ni de algún registro de su estancia en Argel. Y sin embargo, este libro es sin duda una vuelta de tuerca sobre las presencias de Argel y Argelia, inextinguibles para siempre en la memoria, el corazón y la piel del poeta.
A su manera, en este libro, Oscar González nos hace parte de sus dudas y sus reflexiones, desde una tierra distante, que le lleva a preguntarse por lo incierto del destino, que es “lo otro” y es también “lo propio”, pues siendo exterior a nuestra voluntad, en él se cumplen, inexorablemente, nuestros pasos en la tierra.
Inextinguible, más allá de todo contexto geográfico, espacial, es un libro de preguntas, de interrogantes que el poeta se hace a sí mismo: Job frente al espejo de sus dudas, sus cavilaciones y sus días; frente a un Dios inaprensible, inasible, que lo confirma en su origen divino y en su naturaleza mortal: criatura expulsada del Paraíso, condenada “a las fatigas de la carne”. Sabedor de nada, como el filósofo ateniense, dice el poeta: No conozco la noche y es poco lo que sé del día.
Inextinguible es un libro de asombros, dudas y reflexión, como todo buen libro de poesía por cierto. Es además un pequeño contenedor, un surtidor de imágenes contundentes. Pero es sobre todo un libro de hallazgos y saberes personales, en los que sus lectores nos reconocemos cómplices y semejantes fraternos. Así, hermanados por nuestras dudas, nuestras vacilaciones y nuestra condición mortal, nos descubrimos a ratos en sus certezas y en sus interrogantes”.
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