*Sin tacto .
/ Por Sergio González Levet /
El hombre es un animal de costumbres y un monito de imitación, total que de ellos descendemos, como piensan los que nunca leyeron a Darwin y su evolución de las especies. Tomamos modelos y conductas de nuestros semejantes y los repetimos constantemente. De esa característica humana es que han surgido las modas y los atavíos parecidos.
Y moda hacemos de todo, hasta (o sobre todo) de la manera en que nos expresamos. De tanto en tanto y de regiones a regiones surgen formas sintácticas o palabras que se vuelven de expresión común y generalizada. Y no se crea que eso de repetir es solamente de las personas con poco entendimiento o con escasa educación, porque se presenta incluso en los círculos intelectuales de más alta refinación (no de gasolina, porque ésa se la dejamos a la especialización fantasma de Dos Bocas, que produce sin producir).
Trataré de explicar con dos ejemplos la reflexión que según yo me salió muy clarita y me temo que alguna lectora osada pueda pensar que es un galimatías.
En algunos conglomerados feministas se ha puesto de moda un verbo que me temo que no está en el diccionario de la RAE ni es aceptada como tal aún por la Real Academia: transversalizar.
Existe, sí, el adjetivo “transversal”, del que interesa para este fin una de las seis acepciones que da el diccionario: “5. adj. Que atañe a distintos ámbitos o disciplinas en lugar de a un problema concreto. Estudio transversal.”
Y por desinencias hay el adverbio “transversalmente”, el sustantivo “transversalidad” y el adjetivo “transversa” o “transverso”.
Pero ese chistoso verbo transversalizar, que utilizan graciosamente sesudas investigadoras y doctos analistas, no tiene un lugar en la lengua castellana, aunque en unas de ésas nos da la sorpresa de que se generalice su uso al grado que se vuelva parte de nuestro idioma, o de algunos de nuestros dialectos.
La otra palabra que está convertida en la sensación de la temporada entre los intelectuales orgánicos -que están en contra de AMLO- y los inorgánicos -que están a su favor- es “narrativa” como sinónimo de “narración”, que acepta la Academia pero que se vuelve chocante porque la dicen todos los que se quieren hacer pasar por muy exquisitos en el hablar, como sucedió hace algunos años con el término “semiótica” que no es más que una forma rara de decir “semiología”.
Escuche usted una mesa de análisis, oiga una de las interminables discusiones sobre el proceso electoral que estamos viviendo, lea alguno de los miles y miles de artículos escritos sobre las candidatas y los candidatos, y le aseguro que cuando menos se lo espere le aparecerá la palabrita en cuestión, dicha o escrita con una suficiencia digna de mejores fines. Que la narrativa para acá, que la narrativa para allá, que la narrativa por acullá, siempre presente para decir algo que el emisor no sabe cómo expresar realmente.
Ahí las tiene usted, “transversalizar” y “narrativa” si quiere caer en la tentación de vestir su habla con el último grito de la moda… lingüística.
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