PARTIDOS SIN PARTIDARIOS

Primera de Tres Partes

Por Francisco Berlín Valenzuela*

Durante una de mis clases de Ciencia Política, allá por la década de los ochenta del siglo pasado, pregunté a un brillante alumno, al estarse analizando los sistemas de partidos políticos, cuál era su percepción de estas instituciones en México. Se me quedó mirando, desconcertado por la pregunta, recogió su pensamiento y me contestó diciendo: “Maestro, para mi, estas organizaciones tienen una existencia artificial, porque estrictamente hablando no son reales, ya que son un entelequia, creadas por el poder presidencial, para dar la impresión a la sociedad de que vivimos en un régimen democrático. Esto es así, porque hay en nuestro país un sistema de partido dominante que controla la política, a pesar de la apariencia multipartidista que se pretende proyectar”.
No dejo de sorprenderme ésta respuesta, por las coincidencias que mantenía con su postura. La agudeza de su afirmación me hizo recordar las ideas expresadas sobre la naturaleza de estas formaciones, cuyo interés académico me había conducido a la elaboración de un “Ensayo Sociológico-Jurídico sobre los Partidos Políticos de México”, presentado como tesis para obtener el título de Abogado en la Facultad de Derecho de la UNAM, que quedó registrado como el primer trabajo acerca del tema, en el año de 1965.

Noción conceptual de los partidos políticos

En principio se sostiene que éstas organizaciones son una realidad sociológica, consideradas por el autor espñol Jorge Xifra Heras, como formaciones sociales integradas por un vínculo sociológico y un fin político. El primer elemento lo constituyen los intereses semejantes y la afinidad de ideas de todos los que forman parte del mismo. Por lo que atañe al segundo elemento, lo forma el fin político, que esencialmente radica en la organización que así mismo se da para la conquist del poder y ejercer el control del gobierno, con el objeto de poder en práctica la realización de su programa y su doctrina.

Una vez conquistado el poder, los dirigentes de los partidos -dice el sociólogo alemán Max Weber-, pretenden obtener prebendas y privilegios, Merced a l influencia que ejerce dentro de las comunidades políticas, apoyados en la aplicación de los programas con fines materiales o ideales.

Tratando de conceptualizar lo que son los partidos políticos, advertimos que existen varios criterios en la Ciencia Política, la Sociología Política y la Teoría del Estado, así como en otras disciplinas afines, que derivan de los particulares lineamientos de los enfoques filosóficos-jurídicos de las diversas corrientes ideológicas existentes en la sociedad.

Simplificando la cuestión, acudimos al teórico inglés Edmund Burke, para quien un partido es “una reunión de hombres, que aúnan sus esfuerzos para ponerlos al servicio del interés nacional, sobre la base de un principio al que todos se adhieren”. Complementamos est definición con lo expresado por el sociológo sudamericano Alfredo Poviña, para quien “un partido es un agrupamiento permanente y organizada de ciudadanos , que mediante la conquista legal del poder público, se propone realizar en la dirección del Estado un determinado programa politico-social”.

En la mayor parte de los países se observa una separación en el campo de la teoría y la realidad política, en donde se han venido manifestando síntomas de una patología social, que acaba produciendo frustraciones y desencanto en la ciudadanía. Cada vez es más frecuente que los miembros y partidarios de los partidos y organizaciones afines han dejado de creer en el discurso de sus líderes,
que guían sus acciones políticas de acuerdo a un pragmatismo exagerado, haciendo a un lado los principios y programas que adoptaron para su trabajo ideológico.
Esta divorcio entre militantes y dirigentes, da lugar a duros cuestionamientos en la sociedad civil, que hace patente su desacuerdo con la burocracia partidista, que realiza su trabajo político, al margen de sus militantes, a quien sólo se les hace saber sus decisiones, sin importarles su aprobación, Seguro de que cuentan con su adhesión, en ocasiones forzada, por agrupamientos colectivos, todo lo cual provoca indiferencia a los postulados programáticos e ideológicos, en los que han dejado de creer.
Los partidos en México
Tal situación, si bien se presenta en muchos partidos de otros países, es aplicable también en México, en donde se observa que la participación política es conducida hacia otras formas alternativas, en las que los ciudadanos pretenden intervenir más directamente, buscando ser tomados en cuenta.
Esto hace suponer, que las formas de democracia participativa, se irán fortaleciendo en los próximos años.

Es común apreciar, que en nuestro país, los ciudadanos se están cuestionando si la vida política debe seguir siendo encauzada por los partidos, haciendo surgir, movimientos y asociaciones al margen de ellos, al no sentir que estén cumpliendo adecuadamente con sus funciones, por lo que deciden participar en los procesos electorales con candidatos independientes, convencidos que de esta manera tendrán mejores representantes para ejercer las funciones públicas.

Es así, que tal situación se ha venido haciendo más patente en los últimos años, convirtiéndose en un serio problema al interior de los partidos políticos, provocando agudas crisis por la desbandada de sus miembros, que sufren de evidentes imposiciones en la asignación de candidaturas, dejárseles tan sólo el triste papel de convalidar con su voto las selecciones de candidatos que fueron hechas en los altos círculos del poder de sus organizaciones.

Al mirar en retrospectiva la situación de los partidos en nuestro país, no se puede ignorar que la situación mencionada ha sido evidente, porque en casi todos ellos, sus miembros y partidarios no eligen a los candidatos, ya que sólo se les reserva el papel de votarlos en las urnas,
después de haber esperado que sus dirigentes anunciaran sus candidaturas. En algunas de estas organizaciones, si acaso se les da la oportunidad de que acudan a asambleas convocadas ex profeso para que se “elijan” a quienes van a representar a los partidos en los procesos electorales, publicitando estas simulaciones como expresión de verdaderos actos democráticos.
Los partidos tradicionales en México PAN, PRI Y PRD, han tenido que pagar un alto costo por su persistencia en realizar su actividad política electoral en forma autocrática al interior, pues han llevado a los cargos de representación popular a personas improvisadas en las tareas de gobierno, sin ninguna o escasa preparación, respaldados solamente en las conveniencias que les reportan a sus dirigentes o a los altos funcionarios del poder gubernamental, el contar con ellos en el interior de las cámaras del congreso, al momento de las votaciones de las leyes a modo que proponen.

Frente a este panorama, existe
preocupación en los electores por la actuación y comportamiento de los dirigentes de los partidos, en los je han dejado de creer, manteniéndose alejados de ellos, absteniéndose de una participación activa como militantes. Tal vez por esta razón, muchos estudiosos del tema, se preguntan si estas organizaciones siguen siendo necesarias y convenientes para la existencia de una verdadera de democracia o si, su presencia en las sociedades modernas, siguen siendo más perjudicial que ventajosa, al estarse produciendo efectos no deseados como son el haberse convertido como elementos del abstencionismo y la politización del país.

Las respuestas a estas cuestiones entrañan uno de los problemas torales de la estasiología,
que es la parte de la sociología que estudia a los partidos políticos en su estructura, organización, aspectos doctrinarios e ideológicos, influencia social y práctica política.
Acerca de tales interrogantes, es posible argumentar en favor o en contra de ellas, de cuerdo a las posiciones doctrinarias que se adopten. Así, para los partidarios de la corriente del liberalismo, los partidos son considerados como imprescindibles y convenientes, para la existencia de un sistema democrático, al constituir puentes o canales a través de los cuáles se conducen las grandes inquietudes, necesidades y preocupaciones de la ciudadanía.

En cambio, para otros autores, seguidores de las corrientes socialistas, aún aceptando que tales organizaciones políticas son un mal necesario, no debe ignorarse las diversas patologías y calamidades que conllevan, al ser desnaturalizados en su esencia y desvirtuada la verdadera función que se les ha asignado como intermediarios de la sociedad civil y los gobiernos.

No olvidemos, las cerradas y severas críticas de dos destacados tratadistas de los partidos: Moisei Ostrogorsky y Robert Michels en sus libros clásicos, publicados a principios del siglo pasado, al atribuirles muchos de los males que padecen, señalándoles las fuertes tendencias oligárquicas que se producen en su interior y en su organización, en los que destacaron la ausencia de democracia y la existencia de liderazgos autocráticos en su cúpulas directivas, que no se han podido evitar en el transcurso del tiempo, al grado de sostenerse que parecen ser consustanciales a estas formaciones políticas. Esto quiere decir, que son buenos para proclamar la democracia al exterior, pero malos para practicarla a su interior.

Atendiendo a las anteriores consideraciones, se comprende por que la militancia de los partidos, acaba dándose cuenta que no representan nada serio para sus dirigentes, que en las asambleas los ensalzan y fuera de ellas los ignoran, pues generalmente dirigen a los partidos con las puertas cerradas, que sólo permanente abiertas para recibir las directrices que se les hace llegar desde los altos círculos del poder político gubernamental.