Denise Dresser.
Inaceptable. Absolutamente inaceptable que un funcionario gubernamental exija a un ciudadano que “se quede en su esquina” o “se vaya cambiando de país”. Absolutamente inexcusable que Paco Ignacio Taibo II se lo haya sugerido a Héctor Aguilar Camín y a Enrique Krauze. Al margen de cuestionamientos legítimos sobre privilegios y privilegiados, la relación de los intelectuales con el poder, y los frutos editoriales y personales que crecieron bajo el árbol frondoso del Estado, no podemos permitir ese señalamiento ni esa segregación. Debajo del “consejo fraternal” yace un trasfondo oscuro. El del pensamiento único que no busca convencer, sino censurar. El de la Patria empequeñecida donde sólo hay cabida para algunos.
El país de Andrés Manuel es uno que se va contrayendo. En su Patria chica no hay espacio para científicos, médicos, organizaciones de la sociedad civil financiadas desde el extranjero, feministas, académicos, periodistas, defensores del medio ambiente, empresarios de todo tipo, miembros de la clase media que día con día se contrae. He ahí la inexorable lógica de la contradicción, del círculo que se cierra. El gobierno que finalmente iba a ser de y para el pueblo divide, separa, selecciona, cataloga y expulsa a quienes no pueden formar parte de sus filas. Y solo el Presidente conoce la clave del método de clasificación.
Lo cual despierta preguntas que van al corazón de su proyecto de país: ¿cuán moreno se tiene que ser para formar parte del pueblo? ¿Cuál es el Pantone de la mexicanidad? ¿A qué nivel de ingreso o educación es válido arrebatarte el pasaporte y sacarte del país? ¿Después de cuántos artículos críticos corres el riesgo de ser deportado? ¿En qué momento serás difamado en la conferencia mañanera, a partir de información falsa o incompleta o políticamente motivada? ¿Y qué sigue? ¿Campos de concentración para los conservadores? ¿Escuelas de resocialización para las feministas “neoporfiristas” que rayan cuadros de Madero? ¿La expropiación de periódicos como Reforma, que el Presidente considera “pasquines inmundos” porque reportan irregularidades financieras en el cabildo de Macuspana?
Tanto las políticas como las palabras del Presidente incitan a sus seguidores a patrullar las fronteras de una Patria más reducida. Así como al proyecto de Carlos Salinas le sobraban los pobres, a AMLO le sobran los críticos, la oposición, los que piensan distinto y ambicionan un país diferente. La 4T nos está transportando a un lugar donde el anti-semitismo y el anti-intelectualismo y la misoginia y el confesionalismo y la denigración del contrario son actitudes validadas desde el púlpito presidencial. Parado ahí, AMLO saca lo peor de las personas, mientras recita un repertorio reiterativo, limitado a la ofuscación, la mentira, el autoelogio y la amenaza. Todo Presidente es un Cuenta-Cuentos-En-Jefe y la historia del lopezobradorismo es siempre una declaración de guerra.
López Obrador modela y moldea el lenguaje de nuestros tiempos; el del insulto y la descalificación y la deshumanización. Peor aún, está creando millones de mini-AMLOs -brigadistas de la belicosidad- dedicados a extinguir cualquier posibilidad de diálogo, como lo hizo López-Gatell con la propuesta constructiva de seis ex secretarios de Salud. Porque López Obrador no admite oposición; exige rendición. No acepta interlocución; demanda sujeción. Ahora, en plena pandemia, cuando más urge un liderazgo unificador y solidario. Cuando el lopezobradorismo debería estar corrigiendo los daños del calderonismo y el peñanietismo, en lugar de exacerbarlos.
Pero AMLO y la llamada “4T” no serán eternos. Al final de los cuatro años que aún faltan, y cuando los libros de historia consignen esta era de imposición hipnótica, ojalá nos encuentre parados en un lugar insurgente desde donde se alertaban los peligros de la “rasurada patriótica”. Desde donde intentamos proveer un mapa de ruta para sobrevivir las pulsiones antidemocráticas de los nuevos poderosos, como lo hace Masha Gessen en su libro Surviving Autocracy. Desde donde señalábamos la necesidad de una visión política y de país centrada en la dignidad más que en el poder, en la igualdad más que en la popularidad o la rebatinga partidista por la riqueza, en la solidaridad más que en la destrucción del opositor. El México de la libertad amenazada que nunca calló.