Pegasus: cuando la locura gobierna.

 

/ Francisco Cabral Bravo /
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos.
Nadie escoge dónde nace. Tolstói decía que “todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a él mismo”. Me equivoqué. En algunos años de escribir toqué una fibra sensible. Incluso se sintieron aludidos quienes, pudiendo serlo, son lo menos elitistas que conozco. Saben que pueden hacer más y eso me anima.
En ocasiones la realidad supera la ficción. Hay notas que deben despertar una gran preocupación en la sociedad, porque constatan el nivel de descomposición que se alcanza entre la población.
México cierra el año con un regusto amorgosito y cansado. Cansado de quererse tan poco y cansado de tener tan pocos motivos para quererse más. Amorgosito porque está enojado, pero sobre todo, porque no ha perdido cualquier género de fe sobre la posibilidad de ser y hacerlo mejor. La herida asociada a la rotura de la idea de México supura por doquier.
Andamos como perro sin dueño, huerfanitos todos frente a la ausencia de respuestas plausibles a la pregunta de por qué parafraseando a Heidegger, México en lugar de no México.
El inicio de un nuevo año pudiera ser un buen momento para dejar de esquivar el elefante en medio de la sala y entrarle al meollo del asunto. Sin alguna idea renovada sobre de  qué se trata México y por qué tendría que seguir existiendo, seguimos chapoteando en el ácido del cinismo y yendo a ninguna parte.
Acometer la tarea de re-inventamos resulta vital. Nos va, literalmente la vida colectiva en ello: Convendría entrarle.
Re-imaginar una narrativa identitaria que tenga algún correlato con la realidad y que comporte tracción emocional para tantos y tan distintos pobladores de estas tierras no parece fácil.
No lo parece, dados los vientos globalizadores e hiper-individualistas que recorren el planeta.
No parece fácil, sobre todo, dadas nuestras abismales diferencias y esa mezcla corrosiva de cinismo, desesperanza y enojo que ha venido instalándose entre nosotros como acto reflejo frente a la posibilidad misma de una idea de México distinta a ese amargo horroroso hecho de nudos de violencia y corrupción.
La visión identitaria construida a finales de la Revolución Mexicana que nos dio piso común durante muchas décadas está quebrada. Queda poco o nada de ello. Algo de folklore, algo de colores despintados, héroes maltrechos, poco más. Una narrativa sin resonancia alguna, para pedacería sin brújula o armazón.
Deseo otra cosa para los niños y jóvenes que hoy deambulan en México; otra muy distinta, para todos nosotros. Necesitamos inventar un piso compartido nuevo, un horizonte, que nos dé esperanza y le dé algún sentido vital a esto de existir en común. Tenemos incontables razones para seguir dando tumbos. Sería hora, sin embargo, de diseñar un abrazo para abrazarnos de forma distinta.
Hay mucho material para ese invento necesario.
Falta sólo proponernoslo.
Termina un año que evidenció la incapacidad de los analistas, los políticos, las encuestas, de leer lo que pasa en otras capas de la sociedad. Un año con claroscuros. Tal vez más oscuros, por lo menos en la parte económica, de seguridad y política.
“La política moderna es un campo de batalla de cuatro lados entre el liberalismo, en la parte sensible de la élite, socialismo en el resto de ella, tradicionalismo en el campesinado, y populismo en el proletariado. Así dice Deirdre McCloskey acerca de la política actual, que tiene una falla de origen, magnificada por los medios: La suma-cero es el pensamiento por default.
Que les cuento no es la primera vez que en este espacio subrayamos lo difícil que es negociar con el vecino del norte. Y lo fácil que es, por falta de no entender la política estadounidense, cometer errores básicos. De hecho,  cuando llega Donald Trump a la presidencia hubo un cambio de paradigma tan dramático del comportamiento del inquilino de la Casa Blanca, que para México era mejor evitar, dentro de lo posible, negociar con Estados Unidos. Pero ahora que es presidente Joe Biden, ¿cuál debería ser la estrategia de negociar?.
En primer lugar, evitar cometer errores de principiantes. Negociar eficazmente con el presidente de Estados Unidos requiere experiencia, análisis histórico y sobre todo preparación. A diferencia de la administración Trump, el mismo Biden y su equipo tienen décadas de experiencia en la política exterior de su país alrededor del mundo.
Y estos funcionarios conocen a México y no son improvisados. A diferencia de la administración, que improvisaban a diario, la visión de Biden y su equipo es a largo plazo  y doctrinario
.
Creen en el liderazgo fundamental que debe de jugar Estados Unidos ante las crisis globales, Por eso, tiene que evitar a toda costa tener un vecino desordenado y no dispuesto a soportar demasiado desorden por parte del vecino sur,
Otro aspecto es que en la mesa de negociación no solo está el Ejecutivo federal, también están negociando los intereses de los estados, los legisladores federales y hasta la misma rama ejecutiva. Una de las reglas universales de la relación bilateral es buscar evitar tener conflictos con otra rama del poder, en este caso los legisladores demócratas y republicanos.
Y recuerde: “Cuando Dios borra es que va a escribir algo”.
En otro orden de ideas la Cámara de Diputados federal ha caído al más bajo nivel de la deliberación política. No es foro de debate de las ideas para legislar a favor de la nación. Cierto es que durante años el PRI gozó de hegemonía y se impuso con su mayoría al legislar diversos temas incluido el PEF y la Miscelánea Fiscal. Las razones no eran para respaldar un proyecto o tres de Ejecutivo eran tomadas debido al manejo macroeconómico, los tratados internacionales y el crecimiento de inversiones y empleo.
Tras el populismo de Luis Echeverría, escuela donde observó López Obrador , y el sexenio de la administración de la abundancia por el descubrimiento de Cantarell, con López Portillo, la economía y la política se estancaron. Frente a la crisis el sistema respondió con una salida democrática, ampliar la participación de los partidos opositores en el Congreso de la Unión.
El debate ganó espacios, las demandas se analizaron y poco a poco hicieron cambios para perfeccionar instituciones. Las propuestas de la oposición para crear el IFE después del INE. La decisión de crear tribunales electorales autónomos, hasta llegar al TEPJF como parte del Poder Judicial. La nueva credencialización y el padrón electoral.
La participación ciudadana en las casillas para llevar adelante la votación, el financiamiento público a los partidos políticos para evitar uso de recursos ilícitos, la transparencia y la rendición de cuentas, las cuotas de género hasta llegar a la paridad.
Las modificaciones al PEF, a los topes de endeudamiento público, todas propuestas de la oposición y las organizaciones de la sociedad civil fueron avanzando en un proceso ininterrumpido de reformas políticas hasta llegar a la alternancia, por la vía pacífica e institucional.
Tras años de críticas y de los problemas de los diferentes gobiernos, el pueblo decidió darle a AMLO la oportunidad de un cambio.
No hay ya debate en la Cámara de Diputados, solo descalificaciones. Se sigue el modelo de polarizar, de no escuchar, de no asumir compromisos.
Ni aún con la calificación del presidente Carlos Salinas, en un Colegio Electoral agresivo y complejo, la mayoría rehuyó el debate.
La comparecencia del consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, en la Cámara de Diputados fue tan grotesca que nunca imaginamos cómo brillaría el talento frente al linchamiento. No se atendieron razones, ni se aceptó que la Cámara autorizó los salarios del INE, por juicio en proceso. Ni la legalidad, imparcialidad y equidad con la que se conduce.  ni un argumento, sólo villanías. Y un recorte mortal.
S i la reforma eléctrica se mantiene como está, con monopolio de la CFE, del manejo de litio, con violaciones contra inversionistas, con determinación de la composición del mercado, con prohibiciones a las energías limpias, con mayores costos a usuarios golpeando la competitividad del país, violando tratados internacionales y con riesgos de demandas impagables, es imposible aceptarla. Hoy la reforma eléctrica está en el centro de un debate. Y será serio, no de descalificaciones.
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