*
/ Yamiri Rodríguez Madrid /
Un segundo brote de violencia en el Penal de Tuxpan debería prender las alertas en el sistema penitenciario veracruzano. Los penales son sumamente complejos y mantenerlos en paz requiere habilidad y estrategia.
Hace apenas unos días, un motín en esa cárcel del norte del estado dejó un saldo de 8 muertos y 11 heridos, varios de ellos extranjeros. La semana pasada, el director del Penal de la Toma, en Amatlán de los Reyes, fue asesinado; y apenas este domingo trascendió que la movilización policiaca en el penal de Tuxpan fue porque supuestamente lanzaron tres granadas, aunque solo una explotó sin generar daños.
En el Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2024, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la calificación estatal fue de 6.31. En este se evaluaron las condiciones en las que operan los ceresos de Chincontepec, Huayacocotla, Jalacingo, Ozuluama, Pánuco, Poza Rica y Tantoyuca, aunque claro, no son las únicas cárceles de Veracruz.
Pero veamos esta muestra: La capacidad del penal de Chicontepec, es de 52 hombres, pero su población es de 96. Huayacocotla opera en su máxima capacidad, con 51. La población en Jalacingo debería ser de 134 reos, pero son 208 -14 de ellas, mujeres-; en Pánuco, la capacidad es de 67, aunque tiene 131 internos; en Tantoyuca debería ser de 145 y son 173; y en Poza Rica hay espacio para 256 personas, pero tienen 420. En contraste, en Ozuluama, su capacidad es de 87 y su población es de 81.
También de esta muestra, el cereso mejor evaluado fue el de Jalacingo, al que le otorgaron una calificación de 7.10; en contraparte, Pánuco tuvo 6.02 por deficiencias en los servicios de salud; hacinamiento; insuficiencia de vías para la remisión de quejas de probables violaciones a los derechos humanos; sobrepoblación; deficientes condiciones materiales e higiene de instalaciones para alojar a las personas privadas de la libertad; inexistencia o deficientes condiciones materiales e higiene de la cocina y/o comedores; insuficiencia o inexistencia de instalaciones necesarias para el funcionamiento del centro; además de deficiencias en el procedimiento para la imposición de las sanciones disciplinarias, falta de normatividad que rige al centro (reglamentos, manuales, lineamientos y disposiciones aplicables); su difusión y actualización y la insuficiencia de personal de seguridad y custodia.
Desafortunadamente, lo que sucede en Pánuco no es exclusivo de ese penal, ni tampoco es una situación reciente. Mención aparte merece el CEFERESO 5 Oriente, ubicado en Villa Aldama y que está bien evaluado en el país, con una calificación de 8.15. Su capacidad es de 3,078 hombres y solo tiene una población de 1,630. Lo que llama la atención es que ha destacado, entre múltiples puntos, por la capacitación del personal penitenciario, la inexistencia de actividades ilícitas o cobros por extorsión y/o sobornos, además de la atención a personas con discapacidad, de la comunidad LGBTTTI, a personas que viven con VIH/SIDA y sus programas para la prevención de adicciones y de desintoxicación voluntaria.
Los males están detectados; los diagnósticos son públicos; aplicar la medicina es lo complejo, pero alguien finalmente tendrá que hacerlo.
@YamiriRodriguez