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Otra excandidata exterminada
Policías, como carne de cañón
La Guerra Cristera (1926-1929) representa un capítulo oscuro en la historia de México, marcado por la intensa persecución de la Iglesia Católica y sus representantes. Este conflicto no solo se limitó a enfrentamientos armados, sino que también implicó una violenta represión contra los valores y creencias fundamentales de una gran parte de la población mexicana. La cifra de sacerdotes católicos asesinados, que oscila entre 58 y 300 según los historiadores, refleja la magnitud de la violencia y el terror que se desató en este periodo.
En tiempos recientes el “clericidio” no ha cesado. Con Ernesto Zedillo fueron tres los sacerdotes asesinados. Durante el sexenio de Vicente Fox, las víctimas de la violencia contra religiosos fueron cuatro. La cifra ascendió a 17 con Felipe Calderón. ¡Y de 26 en los seis años de Enrique Peña!
Con el cambio a la 4T no cesaron los asesinatos a sacerdotes. Hubo diez. Y ahora con el incipiente de Claudia Sheinbaum ya van dos. El más reciente ha sido el de Bertoldo Pantaleón, en Guerrero.
El asesinato de sacerdotes en México constituye un fenómeno alarmante que no solo afecta al ámbito religioso, sino que también tiene repercusiones profundas en el tejido social y en la seguridad del país.
Estos atentados, motivados a menudo por la delincuencia organizada, reflejan una crisis de valores y un debilitamiento de las instituciones que deberían garantizar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos.
Tenía razón don José López Portillo cuando vaticinaba que México corría el riesgo de convertirse en un país de cínicos… y de asesinos.
En primer lugar, es esencial reconocer que los sacerdotes desempeñan un papel crucial como “estabilizadores sociales”. En comunidades golpeadas por la violencia y la pobreza, ellos son muchas veces los únicos referentes de esperanza y guía moral.
Al estar en contacto directo con las problemáticas que enfrenta la población, estos líderes espirituales ofrecen no solo consuelo, sino también apoyo y orientación en momentos críticos.
Su asesinato no solo elimina una voz de paz, sino que también siembra el miedo y la desconfianza en las comunidades, lo que conduce a un aislamiento social y a un incremento en la desesperanza.
Además, esta situación plantea serias preguntas sobre la seguridad en México. Si aquellos que buscan ayudar y proteger a la comunidad son blanco de la violencia, ¿qué protección tienen entonces los ciudadanos comunes? Esto genera un clima de impunidad y desconfianza hacia las fuerzas del orden, quienes parecen incapaces de brindar la seguridad necesaria para proteger a quienes desempeñan un papel vital en la cohesión social. La falta de respuestas efectivas ante estos crímenes solo perpetúa un ciclo de violencia y desesperanza.
El asesinato de sacerdotes tiene implicaciones significativas para la fe y la práctica religiosa en el país. La violencia contra estos líderes puede llevar a la deserción de fieles y a una crisis de liderazgo en las comunidades religiosas. La experiencia de muchos sacerdotes, que han optado por permanecer en sus comunidades a pesar del peligro, debería ser vista como un llamado a la acción. Es vital que la sociedad, el gobierno y la comunidad religiosa se unan para defender el derecho a la vida y la libertad de culto, protegiendo así no solo a los sacerdotes, sino a todos los ciudadanos.
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Y esos asesinatos que, según la señora Sheinbaum y el policía Omar García van en descenso como presumen cada 15 días en las “mentiñeras”, en realidad siguen presentándose en todos los ámbitos de la vida nacional.
Quienes se desenvuelven en el ámbito político, al igual que en el religioso, son constantes blancos de la delincuencia.
Este lunes, apenas, otra excandidata a una alcaldía, Yanga, en Veracruz, fue acribillada.
La veracruzana Jessica Flor Luna Aguilera se sumó a la larga lista de víctimas que inició en 2023 (570 atentados, algunos mortales) y prosiguió en 2024 (661) más los ocho que se han registrado ya en 2025, de acuerdo con la recopilación elaborada por Animal Político, Data Cívica y México Evalúa.
Guerrero lidera la lista de estados con más ataques, 10.9% ocurrieron ahí. En la lista siguen Veracruz, Guanajuato y Oaxaca Estos cuatro estados representan el 36.8% de todas las víctimas registradas.
Las estadísticas de la 4T son desmentidas a diario por la realidad. Lamentablemente.
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Y en Ciudad de México, lo insólito: ¡Policías demandando seguridad y protección!
Marcharon este lunes acusando a sus mandos de haberlos enviado a la guerra sin fusil, cuando las (mal) llamadas autoridades de lo que dicen es el gobierno de la capital de la República estaban perfectamente enteradas del grueso número de integrantes del “bloque negro” y de la violencia con la que actuarían.
Además denunciaron falta de preparación policiaca entre sus jefes a quienes también acusan de partidizar en favor de Morena la planeación y diseño de los elementos en manifestaciones similares.
¡Gran marco para la ceremonia en la que la oscura Clara Brugada rendirá su primer informe ¿de gobierno?
@AndySKBrown1
* Pseudónimo bajo el que se redactan informaciones aportadas por los colaboradores y lectores del portal Índice Político.