¿Peor tantito?

/ María Elena Esparza Guevara /

Una buena y una mala de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021: más mujeres sufren violencia y más la denuncian. México es el hogar de la paradójica ausencia de mejora en agresiones de género y el espacio privado desde donde más se levanta la voz desde hace cinco años.

Hoy, hablamos de que 35 millones 400 mil mujeres mexicanas mayores de 15 años han sufrido, al menos, una situación de violencia a lo largo de su vida. Para dar una idea, equivalen a casi tres veces la población completa de Bélgica: de ese tamaño es el número de mujeres víctimas en nuestro país.

El dato, que pesa y duele, fue presentado esta semana por el INEGI dentro de su evaluación de la incidencia de los cinco tipos de violencia reconocidos en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia: psicológica, física, patrimonial, económica y sexual. La edición anterior era de 2016.

La mala noticia es que, en este tiempo, la prevalencia del fenómeno en general pasó de 66.1 por ciento a 70.1 por ciento; un aumento de cuatro puntos porcentuales en el cual, sin duda, influyó el confinamiento por la pandemia de Covid-19, que a nivel global disparó los registros de violencia familiar. En España, por ejemplo, tan solo en el primer mes de quedarse en casa el Ministerio de Igualdad registró un aumento de 47.3 por ciento en las llamadas de emergencia por este delito.

La violencia psicológica ocupa el primer lugar de prevalencia a nivel nacional; 51.6 por ciento de las mujeres encuestadas se reconocieron como víctimas a lo largo de su vida y 29.4 por ciento en los últimos doce meses. Le sigue la sexual, en ambos casos, con 49.7 y 23.3 por ciento, respectivamente. Es indispensable leer estos indicadores desde la claridad de que no hay una violencia menos mala que otras.

Recordemos que la violencia contra las mujeres es un fenómeno estructural y progresivo. El riesgo feminicida empieza en agresiones aparentemente sutiles como burlas hirientes o la ley del hielo; por eso, es tan importante atender desde las primeras manifestaciones en cualquiera de los cinco ámbitos de ocurrencia que considera la ENDIREH, que son pareja, escolar, laboral, comunitario y familiar.

Y de ahí, la buena: actualmente más mujeres están dispuestas a pedir ayuda a una autoridad y denunciar. En 2016, el porcentaje de quienes elegían no hacerlo en violencia física o sexual -los grados menos sutiles del Violentómetro- en el ámbito de pareja era de 87.4, mientras que el dato de 2021 se ubica en 85.7.

Podría parecer poco el avance si consideramos que todavía son absoluta minoría quienes sí piden ayuda y denuncian, pero es resultado de un proceso, lento, de visibilización y desnormalización del problema. Contribuyen factores como los activismos feministas y la insistencia de medios como Grupo Reforma frente a la agenda de género, al tiempo que desde la autoridad se han hecho algunos esfuerzos por estimular la confianza en el proceso de castigo a los agresores sin revictimización. Esto, con niveles muy heterogéneos según la entidad que se decida analizar; del Jalisco donde Luz Raquel supuestamente se autoquemó a la Ciudad de México donde la nueva Fiscal de Feminicidios, Brenda Bazán, condujo el caso Mariana Lima Buendía cuya sentencia en la Suprema Corte transformó para siempre los protocolos de investigación de ese delito.

Vendrán muchos análisis y foros para discutir los resultados de este ejercicio estadístico; vale la pena reconocer que en esta edición desagrega por primera vez intersecciones de vulnerabilidad como la discapacidad y el origen indígena.

Estamos mejor o peor… solo por tantito. El horizonte está en la Agenda 2030 de la ONU y el mundo está lejos de acercarse a la erradicación de cualquier forma de violencia contra niñas y mujeres.

* La autora es Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres de la Universidad de Oxford. Consejera Honoraria del Consejo Ciudadano CDMX.