Periodismo decapitado en México

ANABEL HERNÁNDEZ.

CONTRACORRIENTE/DW

¿Cuántos periodistas más se requiere que sean amenazados, torturados y decapitados en México para que la comunidad internacional se solidarice de manera contundente con esta masacre a la libertad de expresión?

¿Por cuánto tiempo más los periodistas debemos contar a nuestros compañeros muertos hasta terminar interiorizando que ese es nuestro destino? ¿Lo es?

¿Cuántas generaciones de jóvenes comprometidos y apasionados que están estudiando en las universidades deben renunciar a su sueño de ser periodista?

¿Por cuánto tiempo los periodistas mexicanos seguiremos permitiendo que esto suceda?

México es el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo y la crítica al poder a través de los medios de comunicación tradicionales y alternativos. Este ha sido un tema recurrente de las colaboraciones que he publicado en DW desde que inicié mi participación. Pero hoy es distinto. La fotografía que ha dado la vuelta al mundo de una motocicleta abandonada sobre una solitaria vía del tren en Tezonapa, Veracruz y la silueta del cuerpo decapitado del reportero Julio Valdivia debe ser un punto de inflexión. La gota que derrama el vaso. Un homicidio que, a diferencia de los demás, cause que no se pueda más voltear la mirada hacia otra parte.

Valdivia, de 44 años de edad, trabajaba en el periódico local El Mundo de Córdova, donde ganaba solo mil pesos a la semana, el equivalente actual de 46 dólares, reportaron sus compañeros de redacción a medios de comunicación de México. Ese era el pago a causa de la crisis del coronavirus para él y sus compañeros, quienes día a día deben trabajar en la región más mortífera, del país más mortífero para los reporteros.

En ese estado y en esa zona en particular no solo operan varios grupos de la delincuencia organizada, sino, además, las autoridades son altamente corruptas. Ambos son peligrosos. Es por eso que en los últimos diez años, en Veracruz han asesinado a más periodistas que en otras partes de México. Para empeorar las circunstancias, Valdivia cubría noticias policiacas. Era vulnerable entre los vulnerables.

Su cuerpo fue encontrado con signos de tortura y decapitado. Los peritos señalan que quienes lo mataron intentaron simular una muerte accidental causada por el paso del tren, pero en la autopsia se descubrió que había sido asesinado. Sus restos fueron descubiertos el 9 de septiembre, un día después del Día Internacional del Periodista. Un macabro modo de recordarnos el costo de informar en México.

Nueve periodistas asesinados en México en lo que va de 2020

Poner un número sobre el féretro de Julio Valdivia también es macabro, pero es un hecho. Es el noveno periodista o comunicador asesinado en México en 2020: Fidel Ávila en enero, en Michoacán. María Elena Ferral Martínez el 30 de marzo, en Veracruz. Víctor Fernando Álvarez Chávez, decapitado en abril en Guerrero. Jorge Armenta Ávalos asesinado a cuchilladas en el mes de mayo en Sonora, en donde también fue asesinado José Castillo Osuna en el mes de junio.

En agosto fueron ejecutados 3 colegas: Eduardo Ochoa en Michoacán. Pablo Morrugares en Iguala, testigo de la terrible noche en que desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Y Juan Nelcio Espinoza murió en Coahuila a causa de lesiones, luego de haber sido detenido por una autoridad. El noveno ha sido Julio Valdivia.

¿Cómo llegamos hasta aquí? Les diré como. En un perverso juego de indiferencia e impunidad por parte de las autoridades de México: Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial; por parte de la sociedad, por parte de los medios de comunicación y por parte de los propios periodistas y comunicadores. Así como la escasa solidaridad internacional de países e instituciones que podrían hacer más para proteger el derecho de la ciudadanía de estar informada de forma veraz y oportuna. Podrían hacer más, y de manera más focalizada y estratégica.

Sin importar los cambios de presidente, e incluso de partido político en los últimos 20 años, junto con la mal llamada “guerra contra el narcotráfico” se desató una guerra contra la libertad de expresión e información.

Con el estigma de que México es el país con más periodistas asesinados han surgido diversas organizaciones civiles mexicanas encabezadas por grupos de periodistas que afirman proteger al gremio. Diversas organizaciones no gubernamentales internacionales prestigiosas han entregado fondos para apoyar a esas organizaciones, pero, en realidad, dichas organizaciones mexicanas no han sido capaces de proteger al gremio, sino que han antepuesto su interés personal al interés colectivo. Yo personalmente he sido testigo de episodios vergonzosos que se relacionan con el hecho de que, incluso en esas organizaciones de periodistas, piensan que hay periodistas de primera y de segunda, y menosprecian y descalifican a quienes no son de su clan o no piensan como ellos.

Intentos fracasados de organizar colectivos de periodistas
En México no existe una organización colectiva nacional de periodistas. No hemos sido capaces de organizarnos. Cada intento ha fracasado. Lo he visto, he asistido al nacimiento y muerte instantánea de diversos intentos. Mientras tanto los recursos financieros llegan, pero no causan efecto porque llegan a propósitos de grupo, no de colectividad.

No podría hablar con este hartazgo si yo misma no hubiera hecho un esfuerzo. Si expongo esto, no es con afán de tener ningún crédito en particular, sino para exponer de lo que he sido testigo. A fines de 2013 propuse y persuadí a la organización no gubernamental de Holanda Free Press Unlimited -a quienes conocí en una conferencia en Jordania- que patrocinaran un campo de entrenamiento masivo para periodistas de todo México, principalmente de los estados donde había mas violencia y hoyos negros de silencio. Era el primero de ese tamaño y objetivo en México. Yo nunca he pertenecido a ninguna organización de periodistas, porque he conocido su ADN, pero aun así pensé que había algunas organizaciones que podrían ayudar a organizar el evento y a manejar los recursos de Free Press. Como prueba de lo que señalo, de este sentido de proteger intereses personales y no del gremio, una de estas organizaciones mexicanas incluso quiso hacerse pasar como quien había tenido la iniciativa del evento, cuando ni siquiera sabían cómo había nacido. Al final del campo de entrenamient,o llevado a cabo en un hotel de la Ciudad de México, los más de 150 periodistas de todo el país que participaron querían establecer, crear una organización, un colectivo que tuviera espíritu nacional. Esa organización que quiso apropiarse de la iniciativa fue la misma que se negó a que se creara una organización nacional con el argumento de que cada periodista debe resolver sus problemas. Eso fue lo que dijeron.

Los periodistas también tendrán que rendir cuentas
Después, buscando una nueva forma de combatir la violencia contra los periodistas, en 2015 fui la impulsora anónima con Free Press Unilimited de la iniciativa Mexicoleaks. Los persuadí de que la iniciativa que habían comenzado en Nigeria podían llevarla a México y podría ser un parteaguas en la historia del periodismo, y para contrarrestar la violencia contra los periodistas. Se trataba de crear en México la misma plataforma que habían hecho en Nigeria, a través de la cual los ciudadanos podían filtrar de manera segura información sensible a los medios de comunicación para que estos a su vez hicieran investigaciones colectivas. Como trabajaba de manera independiente como freelance recomendé a Free Press algunos medios para que los convocara a participar en la plataforma. La ONG holandesa convocó a otros más que le parecieron adecuados. La idea es que el riesgo de publicar una noticia sensible no recaería en un solo periodista o en un solo medio, sino sería repartido. Los medios de comunicación de provincia, habitualmente más frágiles, tendrían el respaldo de los grandes medios nacionales. Todos publicando la misma rigurosa historia al mismo tiempo. La idea era que los que querían censurar la información o reprimir la libertad de expresión no tenían solo que disparar contra un periodista, sino tendrían que acabar con el bloque. Pero el bloque se debilitó por sí mismo. La iniciativa duró poco tiempo, hasta diluirse.

Independientemente del cinismo y apatía de las autoridades de México y de la distancia de la comunidad internacional. Independientemente de la homicida indiferencia e irresponsabilidad de muchos de los directores y propietarios de los medios de comunicación tradicionales. Los periodistas mexicanos como gremio tenemos una corresponsabilidad. Mientras los propios periodistas mexicanos no nos pongamos de acuerdo en cómo protegernos y como proteger a nuestros colegas dejando a un lado intereses mezquinos de grupo. Mientras no nos organicemos sobre cómo hacer mejor periodismo, con mejores prácticas y de manera más segura. Mientras no nos hagamos fuertes uniéndonos en lo fundamental, nosotros mismos estamos contribuyendo con nuestra corta visión y egoísmo a que el periodismo en México sea decapitado, dejando a la sociedad a merced de las mentiras y opacidad del poder y todos sus rostros.

El deber de los periodistas es llamar al poder a rendir cuentas. Pero la historia también nos llamará a rendir cuentas. Algún día alguien nos preguntará que hicimos en estos tiempos negros.

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