**Miscelánea, salud y política .
/ Judith Álamo López /
“No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”: Refrán popular
Dicen las encuestadoras, al menos la Mitofsky y Parametría, que a la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador no le afectan la violencia, la inseguridad, la inflación, la pandemia, etcétera, debido a que el comunicador nato y emotivo que ocupa la jefatura del Ejecutivo, es hábil para esgrimir una narrativa en la que se deslinda de cualquier responsabilidad inherente a su cargo, deriva la culpa de la problemática al pasado y aprovecha para polarizar la opinión y señalar algún sujeto opositor para hacerlo objeto de la repulsa social.
Los promedios de percepción o aceptación ciudadana que publicaron en agosto varias encuestadoras refieren una aceptación de entre 60 y 70 puntos de la figura presidencial y estos resultados disminuyen hasta 40 puntos cuando se trata de preguntarle a la ciudadanía la opinión sobre el trabajo del mandatario en materia de seguridad, corrupción y economía.
Como sea, especialistas como Rodrigo Castro Cornejo, en la revista Nexos, asegura que sí es alta, pero los promedios son similares a los que a estas fechas obtuvieron en sus administraciones Vicente Fox y Felipe Calderón, quizá levemente abajo (alrededor de 10 puntos).
Además de sus habilidades narrativas, Roy Campos, director de Mitofsky, considera que la alta aprobación de AMLO se cimenta en que más de la mitad de la población (70 millones de personas) son gobernados por Morena y partidos aliados (Verde y del Trabajo) y cuentan ya con 22 gobiernos estatales, eso sumado a que lleva la batuta en la fijación de la agenda pública y es quien queda como beneficiario de los programas sociales, son factores a su favor poderosísimos.
Por su parte, Francisco Abundis, director de Parametría, destaca que sin duda ha aumentado la percepción de violencia, pero es destacable la pericia con que el jefe del Ejecutivo se sacude cualquier responsabilidad en la inseguridad o en cualquier tema álgido (como las muertes en la pandemia), él burla acusaciones y sólo queda como árbitro.
Esta estrategia de ocupar el espacio público le ha salido muy bien para mantener altos grados de popularidad, tanto así que quiere ocupar ya los sábados para dar conferencia mañanera de seguridad pública. Cuando no aparece, su popularidad declina. Alguien debiera medir si cuando su popularidad desciende la moral pública crece.
La mañanera es realmente un performance de cómo se ejerce el poder presidencial, aunque muchas veces llame a risa el desparpajo o menosprecio con que se dirige el show, como el hecho de nombrar “corcholatas” a sus posibles sucesores. Lo peor es que a la hora de juzgar estas acciones nos encontramos que son lo que parecen: humilla a los miembros de su gabinete por ser capaces de querer sucederlo y se solaza con la oposición –política, económica o social– que osa criticarlo.
El líder de opinión no sólo gobierna desde las conferencias mañaneras de Palacio Nacional, desde ese templete, también dirige la Comunicación Social gubernamental con un discurso de odio, rodeado de colaboradores sumisos y una mayoría de reporteros afines o disciplinados, que se alinean a su directriz.
López Obrador usa el discurso de odio sin reparo alguno, “es un delito que cometen quienes públicamente fomentan, promueven o incitan directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte de este o una persona determinada por razón de su pertenencia a aquel, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias…”. (Diccionario Panhispánico de Español Jurídico)
Así, fluye diariamente la información del jefe del gobierno federal al pueblo: sesgada, cargada de emocionalidad, calificativos, denostaciones que se reproducen junto con sus gestos característicos, mediante la difusión diaria de las conferencias mañaneras a través de los medios de comunicación del Estado, y usando recursos públicos para pagar la propaganda gubernamental, con el mayor gasto en las televisoras Televisa y TV Azteca y el diario oficial, La Jornada (Artículo 19 y Fundar).
Interesantes las observaciones de dos importantes encuestadores quienes subrayan las destrezas comunicacionales del mandatario, éstas sumadas al perfil de un líder autoritario, que no respeta la justicia ni a las leyes, tampoco es proclive a decir la verdad, lo convierten realmente en muy peligroso para el país, con la agravante de que por su investidura dispone a su arbitrio de los recursos públicos presupuestales, de las autoridades hacendarias y tributarias, de las dependencias y entidades públicas, incluidas Fuerzas Armadas, Fiscalías, Policías, un Congreso 50% afín y una Suprema Corte de Justicia de la Nación subordinada.
En el estilo unipersonal de gobernar de AMLO, el líder carismático que aplasta todo disenso y desconoce voces ajenas, hay indicios de querer llevar a cabo proyectos aviesos en contra de nuestra democracia, de eternizarse en el poder con el respaldo de los militares, a través de interpósitas personas (corcholatas) que no figuran por luz propia, debido a que sólo les está permitido brillar si el jefe los encandila.
Sin embargo, este caparazón no es infranqueable, la opinión pública, pese a las mediciones encuestables, debe mantenerse alerta: primero surgieron los afanes de militarizar la seguridad pública, pasando la Guardia Nacional a depender de la Defensa Nacional, esta amenaza no cesa aun cuando surgen indicios vehementes de que la ola de violencia reciente que sacudió a cuatro estados del país, con asesinatos, quemas de Oxxos y automóviles, podrían ser parte de una estrategia para generar terror social y luego darle solución, con la Guardia-Militar.
El riesgo es que, si el gobierno deja crecer sin contención alguna el poder de la delincuencia organizada en el territorio nacional, con el absurdo de que es mejor un grupo delincuencial dominante en cada región que la lucha incesante entre bandas, como alguna vez lo afirmó el jefe del Ejecutivo, quizá ya no se pueda retornar al control gubernamental y crezcan aún más las víctimas en un México sangriento sin ley. La autoridad debe garantizar la seguridad pública.
Los partidos de oposición PAN, PRD y PRI tienen la responsabilidad de hacer contrapeso al gobierno de López Obrador. Pero la política sucia avanza. Aunque, hoy Morena dio a conocer que se le realizará juicio de procedencia fast track a Alejandro Moreno, Alito, para ya sin la diputación que hoy posee, poder acusarlo de enriquecimiento ilícito. Por esa razón, quizá, es que no acudió el presidente del PRI a la reunión de la Alianza Va por México, en la que Marko Cortes y Jesús Zambrano del PAN y del PRD, designaron sus candidatos al gobierno del Estado de México, Omar Ortega y Enrique Vargas, respectivamente.