Escrito por Cecilia Lavalle .
Si me dijeran: pide un deseo, preferiría un rabo de nube –escribió el cantautor Silvio Rodríguez-. Pero, puesta a elegir, yo preferiría la nube entera.
Nube que traiga sombra a personas migrantes. Nube que anuncia tregua donde azota la violencia. Nube que refresque las desesperanzas.
No quiero una nube densa. Sino de esas que dejan ver la luz. De esas que pueden abrazar a las madres buscadoras. De esas que pueden alegrar el día.
El cantautor siguió pidiendo: Un torbellino en el suelo y una gran ira que sube. Pero yo me escapo del torbellino y de la ira.
Prefiero el viento fresco. Viento que anuncia lluvia como una promesa de amor. Viento que recuerda el mar y su arrullo. Viento que llega con las amistades que nos quieren porque sí y que no importa cuánto tiempo pase antes de vernos, siempre parece que retomamos la conversación donde la dejamos la última vez.
Y en vez de ira prefiero alegría. Esa que defiende el poeta Benedetti: “Defender la alegría como una trinchera. Defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas”.
Un barredor de tristezas, también pidió Silvio. Y de ese quiero yo también. Uno que se lleve el nudo en la garganta, el dolor en el pecho, el mar en mis ojos cuando extraño a mi hijo Alejandro. ¿Algún día dejaré de llorar su muerte?
Un barredor de tristezas que se lleve el dolor de todas las personas que han perdido a un ser que aman. Uno de esos que barren la tristeza, pero dejan intacto el amor y los buenos recuerdos.
Silvio también pidió un aguacero en venganza. Y yo en venganza no quiero nada.
Quiero el aguacero que lava las plantas y riega las flores. Quiero el aguacero que aplaca el desierto y llena las presas. Quiero el aguacero que me acompaña con un libro y un café o con un chocolate campechano y pan dulce.
… que cuando escampe parezca nuestra esperanza, escribió Silvio. Y puedo suscribir. Aunque mi esperanza se parece más a un día soleado de primavera con flores en botón a punto de despertar y un ligero viento del invierno que comienza a despedirse.
Mi esperanza se parece más a la sonrisa de mi hija que ilumina el espacio y el corazón. Se parece a la alegría de verla cumplir sus sueños con tenacidad de caminante. Se parece a las miradas que su esposo y ella se regalan. Se parece a los abrazos que se regalan ella y sus amigas.
Mi esperanza también se parece a las muchas mujeres y hombres de mi país, que quieren la nube, aunque sea un rabo, que en medio del torbellino piensan en las muchas formas de construir un mejor presente, y que dejan la ira a un lado para encontrar sosiego y puntos en común para construir paz.
Pero sólo dije un deseo, me diría la musa que le dictó a Silvio la canción Rabo de nube.
Deseo, entonces, que seamos capaces de defender la alegría, al estilo Benedetti: como un principio, como una bandera, como un destino, como una certeza y como un derecho.
Feliz Navidad queridas lectoras y lectores. Deseo que nos reencontremos en 2025 con nuestra alegría renovada.
Cimac Noticias