Pobre México.

CON SINGULAR ALEGRÍA

POR GILDA MONTAÑO

El Padre Nuestro en Arameo es la oración más bella que conozco. Es la oración por excelencia de los católicos, cristianos y cristianos ortodoxos que fue dicha por Jesús de Nazareth, cuando sus alumnos le preguntaron… pero ¿cómo nos comunicamos por el padre celestial? Entonces, Jesús les dijo: Tienen que orar así:

Padre-Madre, Respiración de la Vida ¡Fuente del sonido, Acción sin palabras, ¡Creador del Cosmos! Haz brillar tu luz dentro de nosotros, entre nosotros y fuera de nosotros, para que podamos hacerla útil. Ayúdanos a seguir nuestro camino, respirando tan sólo el sentimiento que emana de Ti. Nuestro Yo, en el mismo paso, pueda estar con el Tuyo, para que caminemos como Reyes y Reinas con todas las otras criaturas. Que tu deseo y el nuestro, sean uno sólo, en toda la Luz, así como en todas las formas, en toda existencia individual, así como en todas las comunidades. Haznos sentir el alma de la Tierra dentro de nosotros, pues, de esta forma, sentiremos la sabiduría que existe en todo. No permitas que la superficialidad y la apariencia de las cosas del mundo nos engañen, y nos libere de todo aquello que impide nuestro crecimiento. No nos dejes caer en el olvido de que Tú eres el poder y la gloria del mundo, la canción que se renueva de tiempo en tiempo y que todo lo embellece. Que Tu amor esté sólo donde crecen nuestras acciones. ¡Qué así sea!

Y todo esto, se nos olvida. Se nos olvidan los valores, las virtudes, las buenas obras y las buenas costumbres. Se nos olvidan los códigos del deber ser, que están escritos en la Constitución. De plano, me pregunto: si se le olvidó a una mujer que ocupa el más importante cargo que se le pueda dar a un abogado, dentro de la escala de valores de la justicia mexicana, ¿qué nos queda para creer? Absolutamente nada.

Si con un cinismo feroz no solo no renuncia, sino que sigue dando palos de ciego de cabo a rabo, y se escuda en su marido, que es el principal constructor de este sexenio, bueno… entonces ¿qué les queda a quienes deben ser juzgados, en México? Que amoralidad. Que perversidad y además en qué lío metió a toda una universidad que en noviembre cambia de Rector, y que por ningún motivo puede, debe, tener un altercado con los encapuchados que le van a mandar si osa… si se atreve… se mueve un centímetro, para descalificar a esta mujer de cuyo nombre yo no quiero acordarme. Esa: la que se volvió famosa por plagio. Y que tiene un título de la mejor institución académica de América Latina.

Lo mejor que me pudo haber ocurrido en la vida, fue estudiar en la UNAM. Aprender varios años, siendo su ayudante, de don Henrique González Casanova, cuyo hermano era el Rector. Hacer una carrera, con todo y una creatura recién nacida y terminarla. Hacer una tesis, que me dirigió la doctora incapaz de permitirme que yo hiciera un fraude, la doctora Guillermina Bahena, y que tenía que estar más que perfecta, a mi corta edad, porque si no, que ni se me ocurriera atreverme a osar recibirme. Y al final, obtener mi grado, mi Título profesional, y por la SEP, mi Cédula Profesional. Yo me siento muy muy orgullosa de haber estudiado en la UNAM, pero…

Pero me da una inmensa rabia que una disque ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Mexicana, haya sido pescada y exhibida, porque copió exactamente la Tesis de un estudiante serio, que estaba en Ciudad Universitaria, en la Facultad de Derecho, un par de años antes. Como para demandarla, una y mil veces.

Dice el presidente que muchos pudieron haber hecho eso del plagio, y no se les ha castigado, pero… la diferencia es que esta pobre mujer sin escrúpulos, es ministra de la Corte. Qué vergüenza ha de tener. Porque en el fondo de su conciencia, nunca de los nuncas, –lo sabe, lo siente–, se podrá parecer a Olga Sánchez Cordero, con diez compacto, medalla Gabino Barreda, que fue también ministra. O a las demás ministras como Norma Lucía Piña Hernández, hoy felizmente presidenta de la Corte. Pobre UNAM. Pobre México. ¿Qué hacer?

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