Norma Meraz
Nada más cierto que hablar de la luna es evocar el romanticismo y éste es un elemento contundente en la política.
El hombre, como animal político que es, aspira siempre a tener poder; sueña con ejercer liderazgo, control, poder sobre su comunidad y otros ámbitos ciudadanos. Es parte de su naturaleza.
Está ensoñación por el poder convierte a los políticos –en muchos casos– en seres hipersensibles respecto de los sentimientos de la sociedad, pues ellos, deben conocer qué quiere y qué no quiere, qué espera y cómo desea el gobernado ser atendido, para luego aplicar sus conocimientos y lograr sus propósitos de manejo.
Así vemos –en México– que el discurso de campaña política es construido a base de promesas de que los problemas se resuelvan y además de que el ascenso al bienestar y la felicidad –con ellos a la cabeza– serán un hecho.
Ofrecen la luna y las estrellas. Los electores les compran esas lunas, esos sueños esas promesas y los llevan al poder.
Una sociedad cansada, burlada, harta del desgobierno de Enrique Peña Nieto, votó en julio de 2018 por un personaje que bien calibra las necesidades y demandas de un México sumido en la corrupción, la violencia, la inseguridad y la impunidad y, garantiza acabar con esas lacras que azotan al país.
Vestido de austeridad y conocedor del territorio nacional, les habla a sus electores en el lenguaje que quieren oír y se deja tocar.
Eso es lo quiere y espera la gente, esa gente agraviada y marginada por el poder.
El vendedor de lunas ofrece seguridad a la población, con la creación de una Guardia Nacional con mando civil –aunque no es así– que acabará con la violencia y la inseguridad. Para desgracia, en este año ha crecido el delito –de todo tipo– a niveles insospechados, esto de acuerdo a cifras oficiales.
Ofrece acabar con la corrupción, sólo con su llegada y su buen deseo; ofrece perdón a los atracadores del poder del sexenio peñista, empezando por el mismísimo expresidente.
Se compromete a transparentar el gasto público; a llevar a cabo una verdadera reforma educativa; a cumplir y hacer cumplir la Constitución de la República y todo lo que eso encierra.
Su propósito de obra pública se centra en convertir la base militar de Santa Lucía en un aeropuerto comercial internacional que sustituya al de Texcoco que canceló; en la construcción del Tren Maya y a construir la Refinería de Dos Bocas, en Tabasco, su tierra natal.
Para transparentar el gasto del gobierno concentra en la Secretaria de Hacienda y Crédito Público todas las adquisiciones, desde lápices y medicinas hasta pipas para transporte de gasolinas que, por cierto, fueron compradas al vapor en Estados Unidos, sin previo concurso.
Se privilegian las adquisiciones directas y, en el caso de los medicamentos de cura para el cáncer en niños, sólo se compraron –en Francia– para abastecer durante un mes.
La reforma educativa aprobada por el Congreso se ubica más en el ámbito político que en el verdadero contenido de la educación, más en el negociar espacios con los sindicatos, aunque en ciertos casos como el del líder de la CNTE en Chiapas, haya negociado con el Presidente López Obrador a espaldas de sus agremiados. Y la calidad de la educación para las generaciones de hoy, ¿cuándo?
El Presidente asignó a Pemex la construcción de la Refinería en Tabasco, aun cuando el mundo reclama no producir más energías fósiles, además de que Pemex tiene más de 40 años de no construir refinerías.
Así, también, el Presidente asignó la construcción del nuevo aeropuerto de Santa Lucía a la Secretaria de la Defensa Nacional y, con el propósito de que los amparos promovidos contra la obra por no cumplir aún con varios requisitos, como el estudio de impacto ambiental y otros, fueran zanjados.
Al cabo de estos nueve meses, se han venido desmantelando diferentes organismos autónomos que en buena medida hacían labor de observación y medición de la actuación del unidimensional del gobierno.
No se debería dinamitar todo lo hecho con anterioridad pues algo bueno también se ha hecho.
En el ámbito político nacional se encienden focos rojos.
Los partidos Acción Nacional y Morena discuten en la arena la desaparición de poderes en Tamaulipas, Guanajuato y Veracruz.
Esta es una decisión política pura, utilizable como distractor del verdadero problema de la inseguridad y la violencia provocando en gran medida por el crimen organizado y es este problema, tarea del gobierno federal.
Hoy en México se siente la concentración del poder en alto grado, lo que posibilita un debilitamiento de la democracia!
¡Qué pena!
¡La venta de lunas es sin duda un buen negocio para la política!
¡Digamos la Verdad!