Por Peggy Drexler #Opinión
(CNN) — Estudio tras estudio confirma que las mujeres traicionan y se critican unas a otras —en el trabajo, en la asociación de padres y maestros, cuando salen a beber unas copas— básicamente aprovechando cada oportunidad que tienen para representar la película “Chicas Pesadas”, mucho después de la secundaria.
Esta “competencia intrasexual” presiona a las mujeres jóvenes a actuar y verse de cierta forma. Amenaza el autoestima y destruye las relaciones. Contra esto precisamente han luchado las feministas.
En el más reciente estudio para sacar a luz la terrible especie que son las mujeres, investigadores de la Universidad McMaster en Ontario, invitaron a parejas de estudiantes a acudir a un laboratorio, con el pretexto de que discutirían las amistades femeninas. Sin embargo, la verdadera prueba vino cuando una tercera mujer que, según los investigadores, tenía una “baja relación cintura-cadera, piel blanca y senos grandes” entró a la habitación en busca de un profesor.
Cuando esta tercera mujer vestía camiseta y vaqueros, provocaba poca atención y ningún comentario negativo por parte de las otras mujeres. Sin embargo, cuando vestía un top escotado bastante ajustado y una minifalda, generaba una reacción muy diferente, categorizada como hostil y agresiva. Las otras mujeres en la habitación la observaban fijamente, intercambiaban miradas o mostraban total enojo.
¿A alguien le sorprende?
Los investigadores sugirieron que las reacciones de las mujeres —las cuales fueron casi unilateralmente negativas— se sumaron a la evidencia de que las mujeres, en especial las adolescentes y las jóvenes, tratan de hacer de menos a otras mujeres que consideran rivales en la búsqueda de atención masculina, para “eliminar a la competencia”. Los resultados también ofrecieron más evidencia, afirmaron los investigadores, respecto a la noción de que mientras más atractiva es una mujer, más probable es que sea blanco del menosprecio.
Creo que no me convence. En un encuentro observado con la mujer vestida con minifalda, una de las participantes en el estudio se comportó verbalmente agresiva, y le preguntó con desprecio, “¿Qué (palabrota) es eso?” Sin embargo, en la mayoría de casos, las estudiantes esperaron hasta que la tercera mujer saliera del salón para reírse o expresar su desprecio. En una ocasión, alguien comentó que los senos de la mujer “estaban a punto de estallar”.
¿Pero es esto algo mal intencionado? ¿O es una simple declaración de hecho?
Este estudio puede confirmar que las mujeres universitarias no siempre son dulces y amables… como si alguien pensara que este es el caso. Y puede confirmar que expresan su opinión, en lugar de quedarse calladas; de otra manera, éste sería un signo positivo de progreso. También puede confirmar que las jóvenes están leyendo demasiadas columnas de “fashion police” (policía de la moda) en los tabloides, donde mujeres famosas constantemente son criticadas por sus elecciones de vestuario.
¿Acaso son las comediantes que participan en tales críticas de moda chicas pesadas misóginas? Tal vez. Sin embargo, también es el caso que simplemente están reaccionando a malas elecciones de vestuario para salir en público y, honestamente, a menudo tienen un buen punto. Es probable que las participantes en este estudio lo tuvieran también.
Las noticias no son buenas cuando se trata de mujeres que se apoyan entre ellas. Pero al exhibir a una mujer —con una baja relación cintura/cadera o de cualquier otra forma— vestida con un atuendo deliberadamente provocativo en un salón de clases (en lugar de, por ejemplo, un bar o club nocturno, donde tal vestimenta pueda no estar fuera de lugar) los investigadores en este estudio estaban creando un entorno que, en el mejor de los casos, sirvió para hacer que las mujeres se enfrentaran unas a otras.
Luego, cuando las estudiantes reaccionaron de manera previsible, los investigadores las condenaron y etiquetaron —las chicas pesadas versus la arpía— reforzando los estereotipos de género en el proceso.
Quizá las participantes en este estudio de hecho son la prueba de que existe una nueva raza de mujeres que odian a otras mujeres. O quizá simplemente estaban reaccionando (como lo haría la mayoría de personas) a una de sus semejantes vestida inapropiadamente para determinada situación.
De hecho, es probable que las estudiantes tuvieran una respuesta similar en la que se quedaran anonadadas ante un joven atractivo, sin camisa, quien entrara al salón para preguntar dónde podría encontrar a su profesora. O tal vez incluso reaccionarían así ante una estudiante que deambulara por los pasillos vestida con un traje de noche y completamente maquillada. ¿Pero eran estos escenarios parte de la prueba? Con el riesgo de sonar maliciosa, por supuesto que no.
Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen exclusivamente a Peggy Drexler.
Nota del editor: Peggy Drexler es autora de “Our Fathers, Ourselves: Daughters, Fathers and the Changing American Family” y “Raising Boys Without Men”. También es profesora auxiliar de psicología en el Weill Cornell Medical College de la Universidad de Cornell y exacadémica sobre género en la Universidad de Stanford. Búscala en Facebook y síguela en Twitter en @drpeggydrexler.