*Prosa aprisa .
/ Arturo Reyes Isidoro /
(Anoche, a temprana hora, llegó a la delegación de Bienestar el exdiputado local Juan Javier Gómez Cazarín para sostener una reunión privada con la actual delegada, Daisy LLudmila Martínez Cámara. Con ello, de hecho, inició el relevo, que se espera que se concrete y se haga oficial al iniciar la próxima semana.)
Hace más de medio siglo, como periodista, registro y comento la vida pública política de Veracruz, y cuando uno piensa que ya lo ha visto todo, o casi todo, de pronto aparece un prietito en el arroz.
El senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara (con ese apellido ni para intentar quitarse lo naolinqueño) está convertido en el azote del gobierno cuitlahuista al que, metonímicamente (por aquello del contenido por el continente), acusa de corrupto cuando señala a dos de sus integrantes, sin el menor titubeo.
Nunca antes, que recuerde, un legislador veracruzano había ejercido la crítica persistente y directa contra el gobierno del estado, de su mismo partido, porque no es de ahora, cuando ya se va, que lo está haciendo, y eso le da otro valor a sus señalamientos: que no los hace a toro pasado.
En la época de mayor esplendor del priismo eso no era posible porque no se permitía. Legislador que se salía del huacal, que decidía ejercer su libertad y su derecho a opinar libremente, aunque tuviera la razón porque dijera la verdad, pagaba las consecuencias.
¿Andrés Manuel López Obrador antes, Claudia Sheinbaum Pardo ahora, como jefes políticos del morenismo, perdieron el control sobre los subalternos de su partido y no pueden someter al indisciplinado que agita las aguas internas cuando critica y descalifica al gobierno de sus propias siglas y colores?
Definitivamente, sí lo puede hacer ella ahora, como lo demostró cuando jaló de las orejas al coordinador parlamentario Ricardo Monreal por trasladarse en helicóptero de 85 mil pesos por vuelo doméstico y él tuvo que salir a desdecirse y a ofrecer disculpas, con lo que demostró su disciplina y su oficio político y se puso como ejemplo de subordinación y respeto a la institución y a la persona que la encarna.
¿Qué, pues, con Manuel? ¿Por qué no lo han parado? Pienso que por varias razones. Para empezar, porque no ha cruzado la línea imaginaria límite que causaría daño o desestabilizaría a su partido y a su causa; porque no va contra los principios y valores guinda; porque, qué duda cabe, es un político habilidoso, hasta casi marrullero en el sentido de astuto.
Está en línea con Claudia Sheinbaum
¿Cómo le puede reclamar e intentar pararlo Claudia Sheinbaum cuando lo que critica, señala y reclama va en línea con la causa original que dio vida a su movimiento, que retomó la misma científica en su discurso inaugural como presidenta (no robar, no mentir, no traicionar); cuando lo que está diciendo es que el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez robó recursos públicos, mintió al pueblo que lo eligió y al presidente que confió en él, y traicionó los principios que les dieron origen como partido?
Si alguien conoce como ningún otro morenista su partido por dentro es él, a partir de que fue no solo su fundador sino su dirigente estatal y como tal llevó al morenismo al gobierno del estado; luego entonces, conoce la realidad real, válgase la redundancia, del estado por su cercanía con los veracruzanos, sobre todo con los más necesitados, como operador directo y efectivo de los programas sociales que fue, así, sabe lo que dice.
El viernes pasado, el director general editorial de El Financiero, Enrique Quintana, encabezó su columna Coordenadas con un título que, pienso, para muchos podría parecer exagerado y hasta sombrío: “¿Por qué Morena podría tener sus días contados?” Si bien su enfoque es económico, sus 35 años como testigo y actor de la vida pública de México le dan autoridad para hacer pronósticos en términos generales.
Dijo que al comparar el poder que ha adquirido Morena como resultado de la elección presidencial de este año y sus secuelas, la referencia que viene a la memoria es la del poder que llegó a tener el PRI de los viejos tiempos.
Abrevio todo el contenido de su columna: “A veces, sobre todo desde el poder, pero también fuera de éste, se pierde de vista que hasta el régimen que parece más estable, configurado para durar décadas, o incluso siglos, trae consigo las semillas de su destrucción”. Explica, argumenta.
Aquí dejo el link: https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/enrique-quintana/2024/11/22/por-que-morena-podria-tener-sus-dias-contados/
Sabe que Cuitláhuac falló y que no pueden confiarse
Volviendo a Manuel Huerta, parece ser que es el único, o de los pocos, que ve más allá, que sabe que no pueden confiarse y que no pueden fallar, como ya lo empezó a hacer el gobierno cuitlahuista con su nepotismo, su amiguismo, su deshonestidad, sus mentiras, su impunidad, su persecución contra los opositores políticos, su corrupción, que lo apartó de los principios con los que llegaron al poder y que los convirtió no en iguales sino en peores que los priistas a los que tanto criticaron.
Por ese conocimiento que tiene de la realidad –eso pienso– sabe muy bien que los veracruzanos (y los mexicanos en general) le dieron la espalda al PRI y luego al PAN por los vicios y malas prácticas con las que gobernaron, de las que ya estaban cansados, hartos, como ver que el modesto vecino que había llegado al gobierno salía millonario, con propiedades hasta en el extranjero, con ranchos y todos los privilegios a los que muy pocos pueden aspirar.
“La gente sabe”, declaró el senador y afirmó, contundente, que los titulares de las dependencias se robaron el dinero que era para obras. Claro que la gente sabe, y lo saben en el propio gobierno y en las propias contralorías internas y general, que varios, muchos funcionarios, hoy tienen más propiedades que los priistas de aquellos tiempos (por cierto, señor gobernador, qué de la casa por el rumbo de El Lencero) y que se van con gordas cuentas bancarias.
La crítica pero también la autocrítica de los hombres del poder y en el poder es saludable para la democracia, y el electorado la ve bien porque de alguna forma recoge su voz, que de otra forma no se escucha.
Lo obstaculizaron y combatieron; se desquita ahora
Pero también, eso creo, Manuel aprovecha la circunstancia de que tiene fuero ahora en la Cámara alta del Congreso de la Unión para desquitarse del gobierno que le puso obstáculos y lo combatió, y que incluso si por ellos hubiera sido lo hubieran eliminado como candidato a cualquier cargo, como se vio cuando con encuestas amañadas lo dejaron fuera (así como a Sergio Gutiérrez Luna, Citlalli Navarro y Mónica Robles) de la contienda interna por la gubernatura, y en México no es indio el que no se venga.
Puede ser también que el senador esté ayudando a la nueva gobernadora Rocío Nahle a marcarle las piedras que estorban y que hay que quitar del camino, a limpiar el terreno para que lo encuentre lo mejor desbrozado a efecto de que pueda empezar cuanto antes su tarea; a recordarle que los que ya se van, con su actuación, han puesto en riesgo la causa que los mueve (los dos convergen en López Obrador) y que ellos deben enderezar el rumbo.
De paso, al fin político, el exdelegado de Bienestar siembra para su propia cosecha sucesoria en 2030, asume la defensa de los intereses de los veracruzanos, potenciales votantes, marca distancia de los malos morenistas llegados al poder y se pone a salvo de críticas, reclamos y reproches, y se fortalece y fortalece a sus simpatizantes que aspiran a alguna presidencia municipal en junio próximo.
¿Qué le sabe a Sergio Rodríguez y a Elio Hernández?
¿Qué sabe, qué tanto les sabe a Sergio Rodríguez Cortés, procurador del Medio Ambiente, y a Elio Hernández Gutiérrez, secretario de Infraestructura y Obras Públicas, cuando los señaló en forma directa y los puso como ejemplo de los que hay que revisar “donde quedó la bolita”?
La crítica, esta vez, no ha salido de la prensa crítica independiente ni de ningún legislador de la oposición, sino de alguien de casa. El viernes, cuando comparezca el gobernador ante el pleno del Congreso local, tiene la obligación ética y moral de dar respuesta a su correligionario de partido y, con él, de paso a los veracruzanos.