Por Rosario Robles se conmocionan.

**Sobremesa.

/ Lourdes Mendoza /

Llorando y eufórica me decía, “¡vino Zaldívar, el presidente de la SCJN y me dieron la palabra! Este señor Alpízar me dejó hablar y por primera vez me sentí escuchada, tras ocho años ocho meses que llevo en prisión. Sé que no puede hacer gestos, pero les vi, les sentí la empatía”. Así estaba Claudia Sánchez Mayorga, el chivo expiatorio del Solid Gold, a quien, como a Alejandra Cuevas, le inventaron sus delitos. Con decirles que la acusaron de delincuencia organizada y sólo ella está en la cárcel.

A continuación, les compartiré la crónica de cómo Claudia vivió la visita de Zaldívar…

Los preparativos

“Increíblemente, el 9 de mayo la directora María del Carmen Serafín y la comandante Angélica Flores, encargada de seguridad de Santa Martha, ordenaron lo que nunca habían hecho, darle una manita de gato, obvio, para que el ministro se llevara una buena impresión del penal”.

“A las internas se nos informó que no todas podríamos ir al auditorio, pues somos mil 400 y no había lugar para todas. Sentimos un hoyo en el estómago, pues todas queríamos exponer nuestros casos. Sin embargo, el ánimo y la esperanza no decayeron. Todas rezábamos al santo que más devoción le tenemos”.

“El martes 10 a las 12 am nos sacaron de nuestra estancia y nos bajaron al comedor del dormitorio; la comandante nos informó que éramos las elegidas y que a las 8 am en punto deberíamos estar en el comedor. Luego nos regresaron a las celdas”.

“Los arreglos se los aventaron entre lunes y martes y para el miércoles que llegó el ministro y su comitiva todo estaba bastante decente”.

“A las 11 am ingresó el ministro presidente Arturo Zaldívar acompañado de su esposa, de Carlos Alpízar, de la Judicatura, de una magistrada y sus más cercanos colaboradores, a quienes las custodias y su seguridad les hicieron una valla”.

“Con gran euforia y agradecimiento les aplaudimos. Acto seguido, Carlos Alpízar comenzó diciendo que esta reunión es y será un parteaguas para el sistema penintenciario mexicano, que Zaldívar siempre ha sido progénero y muy amable le dio la palabra primero a las madres que tenían a sus hijos dentro del reclusorio, de quienes escucharon:

“Ministro, le pido una oportunidad de un beneficio, llevo 17 años y me faltan por purgar cinco. Dejé tres hijos en la calle y estoy abandonada”.

“Ministro, llevo 17 años, estoy por homicidio, ya que mi esposo me golpeaba y me defendí. Le pido un beneficio para poderme ir”.

“Ministro, deme una oportunidad, un beneficio, ya que tengo a mi hijo aquí conmigo y no quiero dejarlo solo, porque lo tengo que entregar, pues va a cumplir los tres años”.

“Posteriormente, les dio la palabra a las personas que se encontraban en silla de ruedas”.

“Ministro, ayúdeme, tengo una enfermedad crónico-degenerativa y no me dan el medicamento que necesito”.

“Al terminar ellas, las demás levantábamos la mano para que nos dieran el micro, y como no estuvieron ni la directora ni el subse encargado de estos temas, nos sentimos libres y seguras de poder hablar. Y al ver nuestra desesperación por querer hablar y que el tiempo no iba dar, Zaldívar tomó el micro y nos dijo: ‘No se preocupen, aunque no hablen todas me llevaré un formato en el cual estarán los de todas ustedes y sus preocupaciones”.

¡Me visibilizaron!
Otra vez con gran euforia me cuenta: “me dieron la voz, fui como la sexta, ¿te imaginas? Y que me arranco, pues sabía que no tenía mucho tiempo. Aunque estaba temblando, logré controlarme y le dije: soy Claudia Ivonne Sánchez Mayorga, ministro, he sufrido un sinfín de violaciones al debido proceso. Le suplico que por favor lean mi causa penal, que no copien y peguen la resolución de mi sentencia sin haberla estudiado antes. Les pido que me juzguen conforme a derecho, pues soy la única detenida del caso Solid Gold, siendo que yo trabajaba para un grupo de judíos que hasta el día de hoy nunca detuvieron. Le solicito también se me haga justicia por la tortura que sufrí en las cárceles federales, una de ellas para hombres, pues el órgano desconcentrado está escondiendo información relevante sobre mi caso. De hecho, ya la Fiscalía de Asuntos Internos está revisando el tema. Señor, yo no vengo confesa. Me hicieron el protocolo de Estambul, la tortura que he recibido desde mi detención hasta el día de hoy. Sin prueba alguna me quieren sentenciar”. Claudia comienza a llorar y sólo podía decirme, “se me abrió un rayo de luz”.

Ya más repuesta, prosiguió…

“Uno de los testimonios que más nos conmocionó y conmovió fue el de una señora de medida cautelar, temblaba y no podía ni articular bien las palabras, pero le decía, ‘por favor, ayúdeme, por favor, por favor, yo no lo hice, lo hizo él. Yo no cometí el secuestro, fue él, yo no sabía’. Lo decía de una manera que te desgarraba. Su expresión de angustia e impotencia es indescriptible, y seguía, ‘yo no lo hice, lo hizo mi esposo’”.

“Rosario Robles habló de la prisión preventiva oficiosa, que era demasiado, que ella se daba cuenta que las cárceles están llenas de personas porque les dan la medida cautelar más fuerte, que es la prisión preventiva, sin investigar si eres culpable o inocente, que no respetan en ningún momento el principio de inocencia”.

“Así transcurrió el tiempo hasta llegar a las 13:30 pm, aproximadamente se le dio la palabra a 30 personas privadas de la libertad (sentenciadas, procesadas y cautelares). Fue tan fuerte que toda la comitiva de Zaldívar en algún momento lloró o los ojos se les llenaron de lágrimas”.

“A las 13:30 en punto, Alpízar le cedió el micrófono al ministro presidente”.

“Zaldívar tomó el micrófono, se levantó de su silla y comenzó a decirnos que no solamente se necesita estar sentado en una oficina, sino presentarse en los lugares donde la gente realmente necesita ser escuchada, que todo lo que escuchó lo sensibilizó de tal manera que él no podía permitir que las cosas siguieran de esa manera, mencionó que él no nos prometía nada, pero que en el tiempo que le quedaba como ministro iba a hacer un cambio para el bien de México, que este México no podía seguir estando sin que se respetaran los derechos humanos de las personas”.

“Además –otra vez muy emocionada, con gritos me decía– se comprometió a revisar mi caso, que lo revisaría antes del 26 de mayo, pues en esa fecha me deben dictar sentencia”.

“Todas le aplaudimos y si hubiéramos podido, lo hubiéramos abrazado y agarrado a besos, pero le gritamos miles de veces: “Gracias, señor ministro, por haber venido y habernos escuchado”.

Ojo, esta reunión se llevó a cabo gracias a la resistencia civil pacífica de Rosario Robles. Así pues, aunque la regenta Sheinbaum se la quiso colgar, ni vela en este entierro tuvo, ¡eh!