*Frente a los discursos que atacan la diplomacia, la cooperación común de los países y la convivencia pacífica, el titular de la ONU y la presidenta de la Asamblea General hicieron una defensa de la institución, a pesar de sus deficiencias, y aseguraron que el mundo sería mucho peor sin la ONU.
23.09.2025.- En dos históricos discursos, el Secretario General António Guterres y la presidenta de la Asamblea General, Annalena Baerbock, ofrecieron este martes dos discursos complementarios que trazaron un crudo diagnóstico de la situación global, pero defendieron con firmeza el multilateralismo como única tabla de salvación frente al colapso.
Desde el emblemático podio de la Asamblea General, ante los líderes de los 193 Estados miembros –incluido el presidente estadounidense Donald Trump–, ambas voces resonaron con un mensaje común: la ONU sigue siendo indispensable en un mundo al borde del abismo.
El diagnóstico compartido: un mundo en llamas
Baerbock abrió su intervención con un realismo conmovedor: “Este 80 aniversario debería haber sido un momento de celebración. Pero este no es un año cualquiera”. Pintó con palabras desgarradoras el costo humano de los conflictos: “Miles de huérfanos en Gaza deambulan entre los escombros comiendo arena y bebiendo agua contaminada. Mujeres de noventa años en Ucrania se esconden de los drones. Los niños de Haití tienen demasiado miedo para ir al colegio”.
Poco antes, Guterres amplificaba este diagnóstico desde el mismo podio: “Hemos entrado en una era de perturbación temeraria y sufrimiento humano implacable“. Con la mirada puesta en los 80 años de la organización, enumeró las crisis simultáneas: “Naciones soberanas invadidas. El hambre, convertida en arma. La verdad, silenciada. Ciudades bombardeadas. Mares crecientes que tragan costas”.
La defensa del multilateralismo
Frente a este panorama, ambos líderes defendieron la Carta de la ONU con argumentos complementarios. Baerbock lanzó una pregunta crucial: “Cuando se ignoran los principios de la Carta, ¿es la ONU la que ha fracasado?”. Y respondió: “No es la Carta la que falla. La Carta solo es tan fuerte como la voluntad de los Estados Miembros de defenderla”.
Guterres fue más contundente aún: “La impunidad es la madre del caos – y ha engendrado los conflictos más atroces de nuestro tiempo”. Planteó una elección fundamental ante la atenta mirada de Trump y otros líderes: “¿Un mundo de poder bruto o un mundo de leyes? ¿Un mundo de sálvese quien pueda o un mundo de naciones unidas?”.
Balance tangible de la ONU
La presidenta de la Asamblea enumeró logros concretos en un ejercicio de defensa de la ONU: “Sin el UNICEF, 26 millones de niños no habrían recibido educación. Sin el Programa Mundial de Alimentos, casi 125 millones de personas habrían carecido de asistencia alimentaria. Sin la Organización Mundial de la Salud, no se habrían suministrado más de mil millones de vacunas”.
El Secretario General, por su parte, esbozó los cinco ejes de acción urgentes: paz basada en el derecho internacional, derechos humanos, justicia climática, tecnología al servicio de la humanidad y fortalecimiento de la ONU. Denunció que “por cada dólar invertido en nuestra labor de paz, el mundo gasta 750 dólares en armas de guerra. Esto no solo es insostenible – es indefendible”.
Un llamado final a la esperanza activa
Los dos discursos convergieron en un mismo mensaje de determinación. Baerbock definió el mandato de esta 80ª sesión: “No se trata de grandes celebraciones. Se trata de encontrar la determinación para no rendirse. Mostrar a los pueblos del mundo que las Naciones Unidas están ahí. Hoy. Mañana. Y durante las próximas ocho décadas”.
Guterres cerró con una emotiva referencia personal que capturó la atención del plenario: “Crecí en la oscuridad de una dictadura, donde el miedo silenciaba voces. El poder real reside en la gente”. Su promesa final resonó en el histórico salón: “Nunca me rendiré. Por la paz, la dignidad, la justicia, la humanidad“.
El mensaje que quedó flotando en el hemiciclo fue claro: pese a las crisis, las divisiones y el escepticismo, la ONU sigue siendo el único foro donde pueden encontrarse soluciones globales. Como resumió Baerbock: “Imaginen lo mucho peor que sería sin las Naciones Unidas“.