Presidenta, de panzazo

Sin tacto.

Por Sergio González Levet

Cuando empecé mi carrera periodística (si le podemos llamar así), el sistema político mexicano, priista de la dictadura perfecta, estaba diseñado de tal manera que el Gobernador en cada Estado designaba directamente, por dedazo, al Presidente del Tribunal Superior de Justicia y a los magistrados de la tremenda corte, perdón, de la suprema corte.
Lo mismo sucedía con los legisladores, que llegaban por la voluntad omnímoda del hombre fuerte en cada entidad federativa, del mismo modo que lo hacía el Presidente de la República con los organismos y las cámaras federales.
Muchos años y muchas luchas tuvieron que pasar para que se fueran decantando los poderes meta-constitucionales de los titulares del Ejecutivo federal y estatales, y así llegamos a la Reforma Política concebida por Jesús Reyes Heroles, que dio un lugar en las cámaras a los partidos de oposición, y tiempo después a la creación de organismos autónomos en áreas decisivas de la democracia, como la electoral, la judicial, la fiscalizadora y la de derechos humanos.
La cruzada democrática fue ganando terreno a base de sacrificios, y de la muerte violenta de muchos paladines de las libertades ciudadanas.
La joven democracia mexicana logró ir ganando espacios y el sistema de gobierno adelantó hacia la equidad, hacia la libertad, hacia la seguridad.
En esta escala de Jacob había, sin embargo, un prietito en el arroz, un pelo en la sopa, un tremendo escollo, que fue la corrupción, que se volvió galopante hasta el límite de que los ciudadanos ya no aguantaron más…
Y votaron por el cambio, en forma tal que le dieron todo el poder de nuevo al Ejecutivo y a su partido.
Por eso ahora, de nueva cuenta el Presidente y sus gobernadores tienen facultades más allá de lo que dice la ley suprema, y están regresando a imponer a los titulares de los otros poderes, y por eso están metiendo con calzador a sus incondicionales en las áreas que habían conseguido ser más o menos autónomas.
Y para muestra un botón jarocho:
Ayer fue electa por mayoría de cinco magistrados obligados contra tres libres de conciencia la licenciada Sofía Martínez Huerta, una persona que tiene en su carrera 25 años en el sistema judicial, pero solamente un mes y medio con el nivel de magistratura, como atinadamente cabeceó el periódico digital Al Calor Político, de Joaquín Rosas Garcés.
Una vez electa y hecha la toma de posesión, la presidenta magistrada fue a saludar de mano a sus iguales y se presentó un espectáculo bochornoso para quienes insisten en que volvamos a las malas costumbres del pasado.
La jurista Yolanda Cecilia Castañeda, justamente indignada, evitó darle la mano a la funcionaria entrante y le dijo con todas sus letras que había llegado por dedazo y sin tener los suficientes méritos, como se hacía antes, cuando los gobiernos eran corruptos.
La licenciada Martínez Huerta, en el afán de empatar la situación, le recordó a la maestra Castañeda que habían egresado al mismo tiempo de la Facultad de Derecho, a lo que ésta -¡qué pena!- le contestó:
—Sí, pero yo salí con magna cum laude, y tú pasaste apenas de panzazo.
“Tiempos en que yo era adolescente… tiempos, ay, tan iguales al presente”.

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