* Yo soy Montaña.
/ Por Edith Herrera/ Fotos: Oscar Rodríguez Vallotton /
Foto: Abuelo en el fogón
Durante el mes de julio el gobierno federal anunció en su mañanera la celebración de “México Tenochtitlan, Siete Siglos de Legado de Grandeza”, en coordinación con la jefatura de gobierno de la CDMX, una programación a bombo y platillo con una cartelera de actividades en la capital del país. La maroma se monta sobre la historia de los mexicas, un pueblo, “una civilización“, que ya ha sido suficientemente explotada culturalmente para construir la idea de “México como nación”.
Lo curioso es que vivimos un tiempo paradójico, donde se enaltece al “pasado” indígena, nuestro origen, sin que se considere al presente de nuestros pueblos. Somos 68 los pueblos indígenas que seguimos habitando el país en la actualidad y que hemos resistido a las múltiples guerras que han llevado a nuestros territorios durante más de 500 años.
Los pueblos del presente somos los que enfrentamos problemáticas graves, como la criminalización por defender nuestros territorios, el racismo porque no todos hablamos el español, o las amenazas latentes. Estamos siendo despojados de nuestros territorios por grupos criminales, o porque empresarios decidieron que nuestra tierra era “demasiada buena como para no mercantilizarla”.

Desafortunadamente, los pueblos vivos del ahora no les gustamos del todo, porque levantamos la voz por la violencia, el despojo y el desplazamiento en nuestros territorios.
La preferencia va hacia los “indígenas” que viven en un pasado lejano y explotable, que no pueden hablar ni responder por ellos mismos. Y para los que estamos vivos en este presente les gustamos “cuando nos callamos”, “cuando nos disfrazamos” para encarnar este pasado mítico.
Simplemente nos quieren los gobernantes cuando nos pueden visitar para realizar unos eventos donde se busca montar un acto político para obtener nuestros votos. Estas escenas de teatro se repiten a lo largo y ancho del país y en todos los años. Las protagonizan políticos y gobernantes que instrumentalizan nuestra cultura, se legitiman con saludos en los idiomas nativos y vuelven lo más pronto posible a sus palacios dentro de unos helicópteros lanzados a toda velocidad. En realidad, nos tienen miedo. Porque en nuestros territorios la muerte está presente a plena luz del día, la precarización de la vida huele a dolor, a muerte, a desaparecidos, a despojos y violencias que no les gusta.
Pero si de teatralización hablamos, tenemos que señalar, también, el uso indiscriminado de la vestimenta tradicional de los pueblos. Tal es el caso del huipil y de las guayaberas. Estos elementos simbólicos han sido utilizados históricamente por funcionarios y funcionarias de todos los niveles. Es una especie de disfraz que se usa dentro de un escenario que bien parece un circo, para lucir y pasear los “mejores atuendos”. Son los más coloridos y son folcloristas en exageración, porque a eso reducen lo que somos los pueblos. Esta es la caricatura que tienen de nosotros. No les alcanza para más. Si no, pueden visitar la “Guelaguetza oficial”, tremendo espectáculo en Oaxaca, donde los pueblos quedan al margen.

Recientemente, el huipil empieza a formar parte de la imagen visual de los gobiernos. Sus diseños son hechos a modo y medida para vestir a funcionarias como Evelyn Salgado, gobernadora de Guerrero, y Layda Sansores, gobernadora de Campeche, Clara Brugada, jefa de gobierno de la Ciudad de México, y la propia presidenta Claudia Sheinbaum. Aunque hoy en día ha tomado un nuevo giro, este uso indiscriminado de la vestimenta tradicional de los pueblos entre funcionarias viene desde tiempo atrás; PRI, PAN, PRD, PT, MORENA da igual, todos la utilizan con fines políticos. El pasado indígena es para ellos como un botín, del cual van extrayendo tal o tal otro elemento que les permite lucrar.
Dentro de los atuendos del teatro político, los huipiles representan una herramienta de lujo, casi mágica, que “te hace ver cercano al pueblo”. Por esta razón, se ha vuelto el “atuendo actual” de las gobernantes, presidentas, diputadas o cualquier funcionaria. Pero hay una delgada línea sobre la cual caminan las funcionarias y funcionarios cuando se visten con ropa de los pueblos: se extiende entre esta cercanía que pretenden simular, y la pura burla folklorizada. Considero que casi siempre caminan hasta caerse del lado de la burla, lamentablemente. Y es claro que sus huipiles, gabanes o guayaberas no los hacen ni tantito más cercanos a las realidades que vivimos. Eso lo tenemos más que claro.
La Gran Burla se hace más evidente cuando viajan a un pueblo que padece un clima de violencia desmedida, empobrecimiento, cacicazgos, feminicidios, impunidad, como lo son los municipios de Metlatónoc y Cochoapa el Grande, en la Montaña de Guerrero. Mismo lugar en donde la gobernadora Evelyn Salgado y Rocío Bárcena, subsecretaria de gobernación, fueron a dar una representación del teatro político más actual. Su helicóptero las llevó por estos rumbos para encabezar una obra titulada “Tianguis del Bienestar”.

Las funcionarias llegaron generando muchas expectativas, al sonido de tremendos anuncios. La gente de los pueblos tuvo que viajar varias horas desde sus comunidades, para asistir a una función que iba a durar entre una hora o incluso menos. Desde su escenario montado en la calle principal de Cochoapa, las funcionarias entregaron una cantidad de bolsas de “bienestar”. Contenían un par de chanclas, unos trajes de baño para las mujeres, juguetes y unas gorras, y claro en algunos casos despensas que no pueden faltar en todo acto. El objetivo del “Tianguis del Bienestar” supuestamente es “devolverle al pueblo lo robado” podemos dudar de su efecto a largo plazo. Y después de armar tremenda maroma, estos objetos distan muchísimo de lo que en realidad se ocupa en una zona marginada de montaña. Empezando por escuchar a la gente que acudió con sus solicitudes de escuelas, caminos, hospitales , justicia para sus asesinados; es decir exigir demandas históricas en la región.
Así como llegaron, al poco rato, por arte de magia, lograron alejarse de dicha realidad que tenían frente a sus ojos. Lograron no escuchar las quejas, exigencias y demandas de la gente, a pesar de sus protestas. Instauraron un clima de ceguera completa e instantánea. Pero también tapando sus oídos, al dirigirse en español a un población mayoritariamente monolingüe en tu’ún savi: en el caso de Cochoapa el grande, la persona que hizo la traducción del tu’ún savi al español, traducía unas pocas palabras e inmediatamente decía a las personas que asistieron a ver el acto – “aplaudan, aplaudan” – a lo largo del discurso de las funcionarias solo se escucharon aplausos.
Pero esto sí: no se permitió el paso a vecinos de las comunidades que se manifestaron ante la visita de las funcionarias, para exigir que se cumpla con sus demandas. Al contrario, fueron ignorados y maltratados por los escoltas de la gobernadora, personas de la tercera edad y mujeres también allí se encontraban.
Los funcionarios y las funcionarias que pasan por esos pueblos, en los últimos años, lugares asediados por los grupos criminales día y noche, estos políticos y políticas deberían de tener el mínimo respeto. Van por un par de horas, sin escuchar a las autoridades comunitarias, sus problemáticas, sus preocupaciones y amenazas que enfrentan cotidianamente. Tal como sucedió horas después del paso de la visita de la gobernadora, en una comunidad cercana a la cabecera municipal de Cochoapa el grande: una familia fue acribillada a la altura de Loma Canoa, con un saldo de 3 muertos, incluyendo una menor de edad. La presencia de la guardia nacional o de los demás cuerpos policiales presentes durante el evento no cambiaron nada a esta realidad. Días después de estos teatros y maromas políticas, el día 27 de julio fue asesinado a balazos el comisario municipal Ignacio Nava Cervantes, a manos de un comando armado.

Peor: estas situaciones que amenazan a los pueblos no caben dentro del discurso de los políticos, que busca un optimismo a toda costa. Realmente. Cueste lo que cueste, no las quieren escuchar. No forman parte de su obra de teatro. Son excluidas. Solo caben en ella las cientos de promesas que habitan sus discursos. Los nuevos hospitales, las carreteras infinitas, las escuelas de tres pisos que nunca llegan, las promesas de un “futuro resplandeciente”. Mientras que las realidades cotidianas, las desapariciones, las ejecuciones, la violencia que impera en la región: éstas son molestas a sus oídos y no hay lugar para ellas.
Pero la obra de teatro siempre se desvanece. Una vez que termina, todo vuelve a la realidad. Y nos quedamos con la desigualdad, precarizaciones, violencias, asesinatos y muertes que se viven en los territorios de nuestros pueblos. Estos mismos que utilizan como escenarios para las varias funciones de este gran circo llamado “primero los pobres”. En Guerrero, se ha vuelto una práctica cotidiana en los últimos años.
No se diga también de Claudia Sheinbaum, que visitó el estado, para hablar del programa “Salud casa por casa”, este mes de julio. Durante esta otra obra de teatro la presidenta de México y la gobernadora Evelyn Salgado, ambas portaban tremendos huipiles. En el caso de la presidenta, lo paradójico es que la prenda que la vestía confeccionada a su talla y medida provenía de telares hechos por mujeres ñuu savi de la montaña de Guerrero. De esta misma región de la Montaña, donde están siendo asesinadas, violadas, torturadas, desaparecidas y azotadas fuertemente por la violencia criminal que está avasallando los territorios de Metlatónoc y Cochoapa este último año.
Vivimos en un momento carente de garantías de seguridad, de ese “bienestar” que tanto pregonan en la 4t. Vivimos un tiempo carente de respeto a nuestros pueblos indígenas. Se está folklorizando nuestra vida, están folklorizando nuestro territorio, nuestro ser ñuu savi, nahua, rarámuri o de cualquiera de las 68 naciones que seguimos habitando el territorio del ahora llamado México. Seleccionan solo lo que les es útil y no visibiliza problemáticas.

Solo vemos desfilar personajes que están teatralizando el uso el huipil, ridiculizando nuestras formas de vivir, nuestras prácticas tradicionales. Realizan disque ritualidades en cada uno de los eventos donde van. Presentan “planes de justicia” que no tienen nada que ver con la noción de justicia de los pueblos. Son actos de simulación.
Simulan el reconocimiento y el acercamiento a los pueblos indígenas con reformas que en ningún momento fueron consultadas en los territorios de estos mismos pueblos. Siguen diseñando políticas desde sus escritorios confortables, asentados en grandes ciudades, donde piensan que saben más que nosotros mismos, lo que es mejor para los pueblos. Son estos actos proselitistas, racistas, neoindigenistas y neocoloniales que, en realidad, son ridículos.
Si no fuera así, porqué la propia presidenta Claudia Sheinbaum ha cancelado durante este año, y en dos ocasiones, la visita al corazón de la montaña, Tlapa de Comonfort, para inaugurar el famoso hospital de especialidad que prometió López Obrador en su sexenio. Resulta que hay un fuerte descontento entre la población, que la espera para señalar la falta de atención médica, el racismo institucional en el sector salud, y una burla total a los pueblos, en querer dar “atole con el dedo” como se dice popularmente.
Estos gobernantes, sean del partido y del gobierno que sean, siguen sin tener una memoria viva. Para ellos no existe el presente indígena, que les da miedo y les molesta, solo existe el pasado. Este pasado de la “grandeza cultural”.

No tienen palabra, no tienen respeto por los pueblos, mucho menos tienen la mínima idea de cuál es la lucha real que hay en los territorios por sobrevivir ante el exterminio de los grupos criminales, por los conflictos agrarios, por todas las amenazas de proyectos extractivos que atraviesan nuestros territorios. A pesar del clima de violencia que vivimos en los pueblos desde el sur hasta el norte del país, las familias están siendo forzadas a asistir a este tipo de eventos, donde el circo, maroma y teatro se vuelve sumamente cínico.
Los indígenas de carne y hueso, los que estamos vivos, somos los que seguimos pisando esta tierra que no lograron exterminarnos todavía, y somos como “un clavo en el zapato” para un gobierno que reivindica hoy más que nunca “lo indígena colorido y armonioso”. Al mismo tiempo, siguen con una actitud sorda y muda ante las amenazas que enfrentamos en nuestros territorios, como esas historias no venden entonces no importan.
En este año se ha hablado de la grandeza de la cultura mexicana. Desde los centros del poder mestizo, se enaltecen los templos apropiados por la cultura nacionalista. En un gran popurrí se van mezclando elementos culturales disparejos que todos encasillan en lo que el gobierno llama “lo mexicano”, una construcción que ha sido y sigue siendo una invención neocolonial, neoindigenista.
En todo este discurso de unificación nacionalista ¿En dónde entran los pueblos indígenas del presente dentro de esta “grandeza cultural” que repetidamente menciona el gobierno federal? con tanto circo, maroma y teatro que están montando.

Edith Herrera
Mujer ñuu savi (gente lluvia) originaria de la Montaña alta de Guerrero. En los últimos 15
años ha trabajado en diversos procesos organizativos locales así como en colectivos de
mujeres y juventudes para la promoción de los derechos de los pueblos indígenas y la
construcción de la autonomía de la vida, a partir de saberes y conocimientos milenarios en
torno a la salud, al territorio y alimentación tradicional. Actualmente es coordinadora del Espacio Cultural Educativo “TIKOSÓ”.
Una Respuesta a “¿Hacia dónde van nuestras luchas y resistencias?”