Qué bueno que son honestos.

Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

¡Qué bueno que llegó la Cuarta Transformación y se acabaron los dispendios de las celebraciones navideñas para los burócratas, que se pagaban con los recursos del erario, con los impuestos del pueblo bueno y honrado!
Qué bueno que este año los empleados de las oficinas de gobierno de los tres niveles ya no van a gozar de su fiesta findeañera gratis, en la que recibían regalos y bonificaciones adicionales al aguinaldo.
Qué bien que, encima de que les bajaron el sueldo y les quitaron compensaciones, las y los oficinistas ahora tendrán que poner de su bolsillo si quieren su fiestecita de la chamba, que ahora sí será modesta, como despedida para irse de vacaciones.
Antes, por ejemplo, en las instituciones educativas públicas se destinaba un jugoso presupuesto para celebrar a los maestros, a los administrativos y a los directivos. Les traían espectáculos musicales de primer nivel, se rifaban electrodomésticos y computadoras, y corrían las viandas y las bebidas en esa única ocasión en que todos eran ricos y felices y agasajados.
Pero ahora ya no. Ahora los trabajadores gubernamentales tendrán que conformarse con la honrada medianía de un aguinaldo rasurado al máximo, de la ausencia de los otrora jugosos bonos especiales, de unos pocos días de asueto, porque hay que hacer guardias y redoblar los horarios, no sea que la gente vaya a pensar que no trabajan lo suficiente.
Por eso el Gobernador no se va de vacaciones, y se va a quedar a hacer lo mismo que hace todos los días, que mucha gente piensa que es nada.
Ah, y nada de mandar de regalo arcones munificentes que hacían la felicidad de los hogares de los periodistas, de las casas grandes y chicas de los funcionarios, de los satisfechos domicilios de los amigos del poder.
¡Todo eso se acabó!
Ahora estamos en la austeridá, que es tan austera que se enuncia sin la “d” final, para ahorrarse una letra.
La Cuarta Transformación ha transformarizado todo, lo que quiere decir que lo ha empobrecido al grado que muchos de los que votaron por el cambio ahora piden que un buen destransformadorizador venga y destransformarice las cosas para que le vaya bien otra vez a los empleados de a pie, a los que no robaron nada nunca porque no tenían acceso a los dineros que se llevaban sus jefes a mansalva; sólo los veían pasar del erario al bolsillo culpable de los corruptos, ésos que con sus excesos obligaron al pueblo a votar en masa por López Obrador, cansados los ciudadanos de tanta felonía, de tanta abundancia inmerecida.
Hoy trabajar en gobierno es ser sufrido, exprimido, víctima de la sospecha, amenazado con el despido; es ya no tener siquiera la fiesta de diciembre en la que gozaban de su minuto de gloria las reinas por un día y los reyes de la alegría.
Eso se acabó. Ya no hay dispendio, y ese dinero ahorrado que se gastaba en las celebraciones insulsas para los empleados que se habían sobado el lomo durante todo un año y toda su vida, ahora se ocupa mejor en… en… pues quién sabe en qué, pero en algo se debe ocupar, para eso son honestos…
¿O no?

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