Qué cambiará el 2021, ganar como sea.

/Jorge Francisco Cabral Bravo/

Aún faltan los tamales de la Candelaria. Llegaron las vacunas milagro que dice AMLO sucedió. Pero no, se trata de ciencia, de financiamiento y trabajo en equipo. No es invocación y rezos a estampitas. La ciencia también debería aplicarse en la distribución de la vacuna para controlar la pandemia, los contagios, y no a sitios aislados y pobres como prioriza AMLO. Eso no ayuda ni a los pobres. Como tampoco se logra con programas sociales que son dádivas y no recursos para romper círculos de pobreza.

Ayuda a empresas de cualquier tipo, descartadas. Apoyo a empleo, sin opciones. Pero eso si los recursos públicos a proyectos dudosos. PEMEX, CFE, Tren Maya, Santa Lucía, Dos Bocas, no se suspenden. Las prioridades están en lo que AMLO piensa es su trascendencia y no en la salud de los mexicanos. Pendientes en el Congreso las amenazas de desaparecer el outsourcing, en lugar de regular y vigilar. Preocupante la violación a la autonomía del Banxico al obligarlo a comprar dólares en efectivo, con las consecuentes posibilidades de lavar dinero, en un país donde el narco tiene gran presencia.

Así celebramos en Día de Reyes. Época para recordar los valores que llevaron a la adoración del Niño Jesús, que exaltaron el humanismo, la solidaridad y la esperanza en una mejor humanidad. No se adoraba a un rey o a un poderoso, se reconocía la humildad de un guía espiritual que cambiaría el mundo. La alabanza como método de subsistencia frente a las figuras de poder es siempre degradante. Tanto para quien la acepta, como para quien la expresa.

El 2021 con todo y la dificultad de aplicar vacunas será mejor que 2020.

Las exportaciones a EEUU y el resto del mundo serán el ancla para que la economía crezca, aunque solo en algunos sectores. No se rompieron las cadenas productivas y de suministro, lo que fue un esfuerzo muy alabado para empresas y gobierno. No será un alza espectacular pero después de la caída tan dramática del PIB, son buenas noticias.

Es muy probable que vivamos una época de euforia tras la prolongada crisis, que aumente el consumo, que se activen los servicios, que la gente al perder el miedo se reencuentre, que el turismo se recupere. Y habrá otros cambios que llegaron para quedarse, como el uso de oficinas versus el trabajo en casa, los ahorros que conlleva a empresas. Los viajes de trabajo versus el uso de tecnologías para reuniones, foros, encuentros, que bajan costos y permiten la comunicación.

Cambiará la movilidad, desaparecerán empleos como choferes, cajeros. Crecerán las compras en internet y el comercio tradicional perderá parte de su atractivo, aunque permanecerá como show rooms.

Cambia la moda, la ropa de trabajo y elegante se verá restringida y será más casual el vestir. Se buscará comer más sano y natural, con productos locales. En fin, estamos en un nuevo inicio, en nuevos valores, la innovación la creatividad, el desarrollo personal y profesional. Todo se renueva.

Los políticos deben entender esta transformación y abandonar viejas prácticas que se cierran a la participación social, a la crítica y a la propuesta. La sociedad civil deberá aprender a organizarse mejor y exigir el pleno goce de sus derechos humanos. La administración pública deberá establecer nuevos parámetros para el cumplimiento de estas funciones, para organizar estas fuerzas y no para negarlas o suprimirlas, pues sería un gran retroceso a contrasentido de la evaluación mundial.

No habrá cabida a la manipulación y al engaño aún cuando buena parte de la población siga sin acceso a la NTI, a la conectividad. Pero si entienden de su propio bienestar, de la atención a sus carencias y de la imposibilidad y la condena que es sobrevivir de dádivas que no alcanzan a cubrir sus reales necesidades.

Educación y salud, las bases de la reconstrucción están profundamente afectadas, pero permanecen. Y son muchísimos los docentes que forman una nueva generación más crítica y propositiva. Ahí están las feministas, los medio ambientalistas, los periodistas de investigación, los defensores de los derechos humanos. No puede haber retrocesos. Sus voces marcarán rumbo.

Dándole vuelta a la página, desde la intolerancia antidemocrática de los sesentas, o la mayúscula devaluación del peso frente al dólar al final del sexenio de Luis Echeverría, pasando por la corrupción rampante que caracterizó los periodos de gobierno de López Portillo y Peña Nieto, o la inflación galopante que destrozó el patrimonio de millones de mexicanos al final del sexenio de Miguel de la Madrid, hasta los fenómenos de atroz inseguridad vividos al final de la presidencia de Zedillo y durante las dos administraciones panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, los mexicanos han definido su voto alrededor de un factor recurrente a lo largo de los años: la esperanza.

Este es un año extraordinariamente trascendente para la historia de México. Se resolverá cuál es el camino que irá a seguir, entre el de la compartición del poder y la alternancia, que a lo largo de las dos últimas décadas había venido construyéndose, o el de la reinstalación del poder unipersonal e identificación sexenal de rumbos de desarrollo y crecimiento, parecido a lo que tuvimos hace cuarenta años y que tanto dañó al país.

La gran mayoría d ellos electores que determinará el rumbo que habrá de emprender este gobierno, son nietos, hijos o actores mismos de un fenómeno que la inmensa mayoría de los mexicanos hemos vivido, el del hartazgo. Las estadísticas muestran una aprobación mayoritaria a la gestión que AMLO ha venido desempeñando al frente de la administración pública del país, un resultado que podría ser altamente cuestionado ante la comprobación fehaciente de pésimos resultados en todas las áreas a lo largo de sus dos años de gobierno (economía, salud, educación y seguridad por mencionar algunas) ¿Cómo habrá de decantarse el voto d ellos ciudadanos en el mes de junio en que se lleve a cabo el mayor proceso electoral que México haya tenido en su historia?

La apuesta del gobierno se inclinará seguramente en la prolongación de los discursos que maquillan la realidad y se centran en la descalificación absoluta de cuanto se hizo en el pasado, por un lado, y en la repartición ilegal de los recursos económicos que una hacienda raquítica podrá recaudar después de la pandemia por el otro. ¿Habrá auditorías al gasto público después de la elección?

Quizás esa estrategia incurra en un menosprecio a la capacidad de razonamiento de quienes gozarán del máximo número de votos para definir la contienda electoral.

La organización mediática que provocó el agotamiento del modelo económico que ha llevado al mundo a su estado actual, y a México a la transición que le abrió la puerta a la Cuarta Transformación, contó con marejadas inconmensurables de mensajes instantáneos a través de las redes. Es la información que nutre los sueños, las aspiraciones y las resoluciones de la enorme juventud mexicana, que se suma a la clase económicamente productiva, y que también se convertirá en la nueva demandante de empleo y autonomía. Ellos definirán la elección.

Está entonces en juego la apuesta entre la manipulación de los millones de mexicanos en estado de necesidad, contra la movilización activa de los otros millones de ciudadanos que tienen acceso a la información que se comparte a través de los teléfonos inteligentes.

La izquierda tiene una base de adeptos muy importante en nuestro país, como sucede con todas las naciones que conforman el hemisferio sur de nuestro continente. Hay una pluralidad importante de activistas que no descansarán en el esfuerzo por hacer llegar a los electores el mismo mantra de la corrupción que tan profundamente caló en el 2018.

La repetición de su canto ¿servirá para difuminar los efectos negativos que evidencian la realidad en que la impericia de nuestros gobernantes nos ha situado?

Es ahí en donde la tradición oral podrá volver a jugar el papel que periódicamente ha venido ocupando a lo largo de nuestra historia contemporánea. Seguirán habiendo muchos mexicanos que se identifiquen con gobiernos revolucionarios, y habremos muchos más que condenemos el aprovechamiento indebido del poder para beneficio de unos cuantos.

Sin embargo, ante el hartazgo que provoca un gobierno indolente al sufrimiento que atraviesa el país, inmoral en la manipulación de la verdad y soberbio en el reparto de los beneficios, ante todo, serán más los mexicanos que no aceptarán el olvido.

La elección será el proceso que nos servirá para saber de qué estamos hechos los ciudadanos.

 

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