“Quiero que todas las mujeres que han sido violadas digan: la señora Pelicot lo hizo, yo también puedo”: Gisèle Pelicot.
/ Adriana Sarur/
En los últimos días de 2024, un juicio estremeció al mundo, o al menos debió de hacerlo. Se trata de la lucha de Gisèle Pelicot, de 72 años, quien es madre, esposa, abuela, mujer que fue violada por su marido (ahora ex esposo) durante más de una década, Dominique, a quien se le señalaba como “un buen hombre”, cercano a sus tres hijos (dos hombres y una mujer), complaciente con sus nietos, es decir, el vecino de la casa de al lado.
Sin embargo, Dominique, este monstruo con doble vida, utilizó durante años drogas y somníferos que molía para ponérselos en comidas y bebidas a su esposa para después violarla cuando ella estaba totalmente inconsciente. No conforme con esto, inició un grupo en la web para invitar a otros a su domicilio para que hicieran lo mismo con Gisèle, su esposa: violarla en su propia cama, grabar videos y fotografías para difundirlas en la red. Actos completamente desalmados y llenos de vileza, propios de un ser humano despreciable y asqueroso.
Tan solo unos días después del juicio que a Dominique Pelicot y a otros 50 individuos pusiera tras las rejas, un reportaje liderado por Isabel Beer e Isabel Ströh, saca a la luz una red criminal activa con más de 70 mil miembros en el canal de mensajería instantánea, Telegram, donde comparten información explícita de cómo drogar a mujeres -sus propias parejas, hermanas, amigas y hasta sus madres-, para prostituirlas y violarlas, hacer videos y fotografías para divulgar en este canal; contenido detallado de lugares en lugares para adquirir estos somníferos camuflados de productos de cuidado personal que causan pérdida de conciencia y lagunas en la memoria de las víctimas; discusiones en salas privadas acerca de los videos en vivo mostrando a las mujeres totalmente desvanecidas siendo penetradas por diversos objetos y por el propio violador.
Esta investigación de las valientes periodistas alemanas deja al descubierto el modus operandi “al estilo” de Dominique Pelicot y a miles de hombres -de todas las edades, estratos sociales y diferentes nacionalidades- que lo replican alrededor del mundo. Asimismo, la condena a Pelicot es una muestra de lo que las autoridades deben de hacer ante estas actividades criminales y despiadadas en contra de todas las mujeres del planeta. Es necesario que esta investigación llegue al mayor número de juristas, tribunales, medios de comunicación y a las mismas autoridades que regulan este canal de mensajería para desmantelar esta red perversa y que haya consecuencias para los miles de involucrados.
Así, no debemos olvidarnos de la fortaleza de Gisèle Pelicot quien, a pesar de todas las consecuencias para su vida y la vida de su familia, decidió dejar de lado todas las voces que le dijeron que “no se expusiera a la vergüenza” y se atrevió a mostrar su cara, su nombre y su valentía solo para ayudar a más mujeres que viven esta terrible realidad. La señora Pelicot no solo es un ejemplo, sino que se ha convertido en una hoja de ruta de lucha para las mujeres e incluso para el feminismo entero. Tenemos que cambiar la perspectiva y, en sus palabras, debemos hacer “que la vergüenza cambie de bando”.