¿Qué onda contigo, Andrés Manuel?

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/ FRANCISCO RODRÍGUEZ /

Hoy voy a tutearte. Nada de señor. Nada de Presidente. Eres simplemente Andrés Manuel.

Te tuteó, además, porque soy 11 meses mayor que tú.

Te tuteó, porque tu investidura no me apantalla.

He criticado a mandatarios más sólidos, en todos sentidos, de lo que puedes ser tú.

Desde Luis Echeverría para acá.

Escasamente alguno de ellos mereció un elogio de mi parte.

En los archivos y hemerotecas están las pruebas.

Te tuteo porque no me siento igual a ti.

Me siento, soy algo mucho más de lo que eres tú.

He mantenido una carrera profesional digna, congruente, en diarios y revistas, radio, televisión y páginas electrónicas durante ya más de 52 años, luego de haber pasado por la UNAM y egresado de la Facultad de Ciencias Políticas donde, por cierto, nunca te vi.

Económicamente sí me ganas, ¡ni hablar!

No sólo eres El rey del cash, como acertadamente compendió Elena Chávez, sino además tus hermanos, tus hijos, tus demás familiares han recibido oscuras “aportaciones” y han traficado su influencia para obtener megamillonarios contratos a través de sus prestanombres.

No es que me queje. Vivo en la justa medianía juarista. Duermo tranquilo. A veces hasta estoy con posibilidades de realizar uno que otro viaje al extranjero.

Por eso te tuteo.

Para reclamarte de frente, de tú a tú, tus cada vez mayores majaderías.

¿Qué mosca te pica?

¿Por qué el enojo, la bilis, los encabronamientos diarios?

Deberías estar feliz, feliz, feliz, como según tú dices, está el pueblo de México.

¿Qué onda contigo, Andrés?

Pues, ¿no que tu candidata presidencial va ganando 898 puntos arriba en las encuestas?

¿No que pasarás a la Historia como el mejor y más fregón Presidente de México?, de acuerdo con tu favorita ya favorecida Claudia Sheinbaum?

Deberías estar contento de ser considerado el presidente más popular del mundo mundial, después del indio Modi, según cuenteas.

Pero no. Tu vesícula produce litros y litros de bilis que luego escupes en tus matinés electorero-embusteras-musicales.

Ya, en serio, ¿qué te pasa?

¿Problemas conyugales?

¿Con el comportamiento de los hijos, particularmente con el menor?

Deja esas broncas fuera del Salón Tesorería, donde mañana tras mañana le mientas la madre a más de medio país.

Es consejo. Nada más.

Debe estar muy frustrado

Y sí. La majadería se ha instalado en Palacio Nacional.

Cada vez tiene más fuerte presencia.

Comenzó con dichos como “fifís”, vocablo del porfirismo que nos divertía a todos.

Se trasladó después al “adversarios”, un término con significancia política y, por lo tanto, más serio.

Y ahora, de plano, esa majadería está investida en acusaciones cargadas de innecesaria rudeza, groseras, rencorosas y hasta de odio en contra de todos aquellos que no están alineados o son sumisos. Nacionales, sí, pero también extranjeros, como periodistas de medios con presencia mundial.

Cierto. López Obrador está punto más que enojado. Está encabronado. Muy encabronado. No medita sus palabras. Habla con el hígado. Le sale espuma biliosa por la boca.

No sólo porque todo le sale mal, muy mal.

Ninguno de sus proyectos ha avanzado, como se comprometió. Algunos no estarán a tiempo. Unos más, cambian de trazo según soplen los vientos. Todos son fracaso tras fracaso. Y en todos se han derrochado, tirado a la basura, miles de millones de nuestros pesos.

Su movimiento político no logra consolidarse en partido y, como sucedía en el PRD que él encabezó, sólo es un desordenado amasijo de tribus en permanente disputa por puestos burocráticos, cargos de elección y, por supuesto, prebendas y recursos del erario.

Frustrado, observa como las dádivas a los pobres o, como antes se decía, “a quienes menos tienen”, cada vez más se convierten en menos votos que favorezcan a sus candidatos.

Su alta popularidad, de acuerdo con las encuestas, tampoco contribuye. Y por tal ha sido que en varios casos se ha tenido que recurrir al auxilio que les brinda la delincuencia organizada.

Su “honestidad valiente” y la “austeridad republicana”, que ya venían desmoronándose con los casos de sus hermanos y demás parientes, de plano colapsó con las revelaciones de la serie “El Clan”, y con las publicaciones en medios internacionales de sus muy posibles ligas con el crimen organizado, al que abraza y no lleva ante las fiscalías.

¿Por eso su creciente majadería?

Una majadería producto de su encabronamiento que ya abarca incluso a quienes le son próximos y no sólo a los “fifís”, a los “adversarios” o a quienes, según Dios le da a entender, formamos parte de la “prensa vendida” que perdió privilegios que le brindaban “los de antes”.

Y de tanto repetir esos epítetos, desgastados, ya perdieron significado.

Reitero que AMLO está encabronado.

Y en política, como en casi todo, el que se encabrona, pierde.

Ya lo verá usted.

Se impondrá el enojo social

AMLO no es el único enojado. Ha contagiado ese rencor y ese odio entre sus seguidores. Las redes sociales están cargadas de insultos y amenazas en contra de los críticos o, según ellos, los “traidores” al cambio.

Pero, además, por si fuera poco, tiene ya mucho tiempo que todo México sufre un disgusto creciente con una clase política ineficaz y deshonesta. Da lo mismo que sus miembros sean del PRI, del PAN, del PRD, de MC y, por supuesto, de Morena. Todos nos han fallado. Todos nos han robado. Y parodiando a don José López Portillo, “nos volverán a robar”.

En 2018, ante los enormes latrocinios, pillajes y asaltos al erario por la tolucopachucracia encabezada por los autoexiliados –y ya absueltos por la 4T– Luis Videgaray y Enrique Peña, así como por el ahora senador Miguel Ángel Osorio, enojada, la ciudadanía votó más “en contra de” que “a favor de”.

En ese contexto de enojo y descontento fue que AMLO obtuvo la victoria en las urnas.

Un voto activo de las clases medias informadas que castigó al establishment, a la elite política e, incluso, a las instituciones.

Pero AMLO decepcionó casi casi al iniciar su periodo presidencial.

Hoy, igual, existe un escenario de insatisfacción generalizada por la ausencia de resultados de las políticas públicas y por la falta de congruencia con los postulados “no robar”, “no mentir”, “no traicionar” y demás bla, bla, bla.

También se crítica el funcionamiento del sistema político y a las instituciones como intermediarias entre los ciudadanos y un Estado incapaz de garantizar derechos y procedimientos.

Estamos inmersos en una etapa convulsa en muchos sentidos con un liderazgo que no funciona.

Atestiguamos el principio del final del sexenio de López Obrador porque en el camino extravió la misión, el propósito y la propuesta de valor, banderas que ondeó durante tres campañas electorales por la Presidencia de la República.

Estamos enojados porque nos traicionó.

Y, todavía peor, porque se traicionó a sí mismo.

Muchos, este escribidor entre otros muchos, votaremos enojados el próximo 2 de junio.

¿Qué onda con eso, Andrés Manuel?

Indicios

 

¡Cuidado con tus vísceras, AMLO! Las emociones que las alteran son la ira, la cólera, la crispación, los enfados, la amargura, los disgustos y el estrés cotidiano. Hay una segunda forma que puede alterar al hígado y a la vesícula biliar como es la alteración del riñón debido al miedo a la ruina o al miedo al fracaso y que repercute secundariamente sobre el hígado y la vesícula biliar provocando que la persona esté en un constante estrés como forma de huir de ese miedo y a la ruina. * * * Y por hoy es todo. Bien sabe usted que reconozco que haya leído hasta aquí. Por eso, y por más, le deseo como siempre que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!

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