¡Qué pequeña felicidad!

TIERRA DE BABEL

Jorge Arturo Rodríguez

“No, ni desesperado ni desesperanzado, pero sí sin lograr avizorar un próximo futuro claro, fenómeno que es, por otra parte, uno de los signos de nuestro tiempo”. (Max Aub).

Me da tristeza la felicidad, más cuando la traen por encargo, y mucho, pero mucho más cuando se pretende medirla. ¡Válgame Dios! El asunto se complica cuando, quienes accionan los mecanismos para evaluar y computar, viene de arriba, del gobierno que, quiérase o no, imprime una dosis o dos de interés político y aplacamiento pa’ que la vida siga igual, mejor o dizque mucho mejor, puesto que la implementación, dicen, de sus programas van dando resultado. Otra vez, ¡válgame Dios! Espero no me pregunten a mí, me encierren en sus estadísticas de unos cuantos mexicanos, porque la vida está en otra parte. Ya quisiera ver que chingaos les contesta la gente de las sierras, indígenas y grupos vulnerables. Otra cosa es el bienestar; no confundamos y caigamos en términos que, al menos para mí, me resultan presuntuosos por no saber, ni siquiera eso, definir las palabras y delimitar los significados por el simple hecho de cambiar, nomás por cambiar, términos y ahí se va. Sé que hay estadísticas a nivel mundial sobre el nivel de felicidad de cada país, pero que no vengan ahora con eso de felicidad en tiempos de pandemia y menos en momentos donde estamos hasta las cachas.

Lo dijo Amlo y el coordinador de Comunicación Social de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas. En entrevista a El Heraldo de México, Ramírez Cuevas dijo, palabras más, palabras menos, da igual, que “desde la Secretaría del Bienestar, el gobierno federal consolida -a través de una comisión interdisciplinaria- la medición de la prosperidad y la felicidad, con el objetivo de que el PIB no sea el único indicador económico”.

A pregunta expresa a Jesús Ramírez Cuevas: “¿Por qué es importante medir el bienestar?”, contestó: “Porque el crecimiento económico es sólo un análisis cuantitativo sobre el volumen de la economía, es decir, la cuantificación de lo producido y de las ganancias que se obtienen. A partir de la pandemia ya hay una reflexión de esto en el mundo. Hay economistas, premios Nobel, instancias de la ONU como la Cepal, que ya plantean la necesidad de que, para ser más asertivos y tener mejores políticas públicas, hay que medir indicadores económicos que no sólo integren el crecimiento. Se trata de indicadores del desarrollo humano, de acceso a la capacidad de consumo, medio ambiente, inclusión social… todo esto forma parte del bienestar y son el conjunto de factores que se tomarían en cuenta, entre otros.”

Ojo, no es lo mismo felicidad que bienestar. Del bienestar lo vengo oyendo desde que tengo memoria; de felicidad también, pero me queda más claro lo primero. De la felicidad, tengo mis dudas.

En wikipedia.org (mejor que la RAES), leo: “La felicidad es una emoción que se produce en un ser vivo cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Algunos psicólogos han tratado de caracterizar el grado de felicidad mediante diversos tests, y han llegado a definir la felicidad como una medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen un alto grado de felicidad muestran generalmente un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas. Al contrario que las personas que no sienten ningún grado de felicidad que muestran un enfoque del medio negativo, sintiéndose frustradas con el desarrollo de su vida.”

Entendámonos. Bienestar=felicidad, dicen. Pero mejor un servidor se excluye. Me quedo con que la felicidad es un estado de ánimo subjetivo, y como tal, pos allá cada quien. Max Aub escribió que, si Dios existe, ¿por qué nos ha hecho tan mediocres? Para fines gubernamentales, medir la felicidad por los ángulos que gusten, les resulta productivo. Ajá.

Ayer me encontré con un señor de setenta años, y le pregunté si era feliz. Y me contestó que sí, porque aún estaba vivo con su nieta de quince años. Y le pregunté si el gobierno le daba para que fuera feliz. Tajante y enojado me dijo: “El gobierno vale para pura madre.” Seguí mi camino. Insisto, el bienestar es una cosa y la felicidad otra, que sean parientes, es otra cosa.

Entonces me interesa más la felicidad que el bienestar. Pero los políticos no razonan. Dijera mi ídolo Max Aub: “Para un político no hay más pasado que el presente. Se debe a lo que tiene que resolver en el momento. Si lo lleva a cabo según su convicción no hay traición posible.” Y en otra ocasión escribió: “Sucede que no soy político. El político de verdad es un hombre que vive al día, sin pasado, sin futuro, sin problemas morales.”

Heinrich Böll escribió: “No se puede confiar en la pequeña felicidad consistente en ganarse unos rublos, comprar harina, libros y mermelada, como tampoco se puede confiar en la gran felicidad –consista en lo que consista.”

¿Está claro?

Los días y los temas

Ahora que la educación anda, no por los suelos de planteles educativos, sino por los medios televisivos y cibernéticos y por donde sea y se pueda, me he planteado que si mejor dejamos a las generaciones de hoy –que son el mañana, dicen- y los dejamos en paz, incluyendo padres y familia y conocidos y… Max Aub dice:

“El desarrollo de los países depende más que nunca de la educación. Lo más importante para que un país asegure su porvenir es acrecentar los medios de la instrucción pública y de la enseñanza científica en todos sus aspectos. Sólo el desarrollo, a como haya lugar, de la enseñanza científica puede lograr convertir un país atrasado en otro a la altura de mejores circunstancias.”

¿Alguien entendió?

De cinismo y anexas

“Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad”, escribió Albert Camus.

Ahí se ven.